miércoles, 2 de octubre de 2013

SAN FRANCISCO DE ASÍS (4ª parte)

SAN FRANCISCO DE ASÍS (4ª parte)

Entramos en los tres últimos años de su vida.
            En el 1223 se ha pasado todo el invierno en una nueva redacción de la regla, pasando hambre, frío y penurias y a pesar de ello está todavía sin terminar. Se traslada de ermita en ermita para disponer de la necesaria tranquilidad que le permita meditar y también para evitar que vuelva a pasarle algo a la regla.
             De repente rompe su retiro voluntario. Quiere predicar en Bolonia, la ciudad universitaria más antigua de Europa. Pretende cantarle las cuarenta a todos los que creen que la ciencia y las teorías escolásticas están por encima del Evangelio. En el día de la Asunción ha elegido el tema: “Los ángeles, los hermanos, los demonios”. Habiendo conseguido llevar a los “sabios”a reconocerse en estos últimos. La multitud que llena la plaza de la Comuna, no se siente indignada, al contrario, los doctores antes escépticos, se muestran entusiasmados y también la población común le aclama hasta el punto de que al final casi consiguen sacarle el hábito a trozos para llevarse un recuerdo de él.

Antes del capítulo de Pentecostés de ese año, 1223, la regla es entregada al Papa en Roma. El no puede estar presente por su delicada salud.
            Después del capítulo, Francisco vuelve a su vida de ermitaño en el Poggio de Bustone en los Montes Reatinos, en el convento de Subiaco y asiste a la consagración de la capilla de San Gregorio.
Poggio Bustone

            El día de San Saturnino, el Papa Honorio proclama en la bula “Salet annuere”, la confirmación de la regla de Francisco. Este acude a Roma solo a recoger la regla aprobada. Ha sido redactada con un carácter más acomodaticio y que la idea de su “fraternitas” amplía y generosa ha quedad relegada.  

Greccio
   Francisco elige para celebrar la Navidad, un pequeño lugar, Greccio, cuyo propietario le ha regalado un trozo de bosque que tiene numerosas grutas hechas en rocas de toba. En ellas dispone de todo: aprovecha la mayor para colocar en ella un comedero lleno de paja, introduciendo algunos bueyes y asnos. A media noche la población se acerca portando antorchas. Francisco vestido con la dalmática de diácono, lee los Evangelios, cuenta la historia del nacimiento de
Cristo con tanta entrega que la gente cree ver de repente una criatura en el comedero  rodeada de una áurea gloriosa. Los campesinos se llevan a su casa la paja del comedero para que proteja a los animales en el establo y a las mujeres a la hora del parto.
Pesebre de Greccio
            El capítulo de Pentecostés del año 1224 ha sido muy pobre. Se ha instaurado la celebración de capítulos provinciales, de modo que muchos de los hermanos pueden ahorrarse un largo viaje. La hermandad se ha convertido en una poderosa orden representada en todo el mundo, atrayendo cada vez a más hermanos. Pero echan de menos la alegría, la esperanza, el entusiasmo y la tensión. Falta la despreocupación del pobre, el ánimo alegre con que era aceptada la penuria, la anarquía de un cristianismo original.
            Elia tiene un sueño horrible. Un sacerdote, vestido de blanco, le ordena que vaya a ver a Francisco y le anuncie su muerte, que se producirá dentro de dos años y que llevaría a este a la presencia de Dios. Cuando por fin se decide a contárselo, Francisco le dice:
- Puedes estar contento como lo estoy yo, pues al fin podré estar en presencia de Dios.¡Podré hablarle en tu favor!.- bromea Francisco, como si le hubiera dado una buena noticia.
            Francisco se toma muy en serio el anuncio de su próximo fin. Se refugia en una cueva del monte La Verna. Solo el hermano Leo tiene el privilegio de llevarle cada día un trozo de pan y una jarra de agua.
Santuario de La Verna
             El hermano Leo asegura que vio que en el día de la Elevación de la Santa Cruz el 14 de septiembre, se le apareció a Francisco un serafín con seis alas llenando la montaña con una luz. El ángel tenía el cuerpo como de un hombre clavado en la cruz por las manos y los pies. Se posó sobre Francisco  y cuando se volvió a elevar, como una bola luminosa, este vio en sus manos y pies las señales del martirio del Señor y también que de su costado manaba sangre de una herida abierta que empapaba el hábito y los calzoncillos. Francisco le impone silencio a su hermano ocultando sus heridas lo mejor que puede con vendajes.
            Después de San Miguel desciende del monte La Verna para ir despidiéndose de algunos hermanos. En noviembre regresa a Portiúncula.
            En el 1225, Francisco arrastra su cuerpo enfermo “como un asno le sacan a palos su últimas energías”: ya no ahorra sus fuerzas sino que las gasta.
            En marzo vuelve a Portiúncula completamente agotado. Pide como condición para que lo vea el médico árabe del Papa, que le dejen despedirse de la dama pobre Clara. Apenas llega a San Damiano para verla, su mal estado empeora y los ojos le arden como carbones encendidos. Pide una habitación del todo oscura, donde le asaltan los ratones y le roban las pobres migajas de pan tenía para comer. 

 
San Damiano de Asís

   Aquí escribe el “Cántico delle creature”, su “Canto al sol" un himno al Dios creador. Ha exigido que le acompañe el hermano Pacífico, no porque no pudiera crear el solo este grandioso poema, sino que su alma necesita disponer de un acompañamiento musical. 
    El Canto al sol está pensado en primer lugar como canción y a francisco le había gustado cantarlo con una guitarra. La música le alivia el dolor. Elia le reprocha de que nos se enfrenta con la necesaria seriedad a la muerte. Este se ríe de él y hace llamar a los hermanos para presentarle el cántico
            Se refugia en Fonte Colombo y allí se someterá en una habitación a la intervención del cirujano. Este se presenta con dos hierros que calienta en el fuego. Francisco reza en voz alta: “Hermano fuego, te ruego que seas bueno y amable conmigo, que moderes tu ardor,¡para que tenga el valor de soportar tu caricia ardiente!
            El médico le quema la piel en ambos lados, desde las orejas hasta las cejas. El hierro penetra en la carne reventada casi hasta el hueso. Una vez superado el horrible procedimiento, francisco bromea aún con su torturador, queriendo saber “si lo ha tostado lo suficiente”.
            En el 1226 llevan a Francisco de una operación a otra. Todo el mundo quiere ayudar a este pobre hombre, médicos, curanderos y sanadores, pero lo único que consiguen es empeorar sus dolencias. 
Rieti


De Fonte Colombo se traslada a San Fabiano, donde dos doctores para curarle los ojos le perforan los oídos. Todo inútil. Se lo llevan a Rieti. Cada vez vienen más médicos a verlo y cada vez se les ocurren nuevos métodos de tratamiento. Francisco acepta con alegría que ejerzan tanta manipulación inútil en su cuerpo. Siempre con buen humor, invita a comer a su torturador principal, el médico sarraceno del Papa, sin haber pensado de lo que le iba a ofrecer: ¿verdura hervida?¿pan seco?¿agua?
            La tuberculosis lo ataca, el hígado y el bazo están muy afectados. Francisco pasa la Navidad con sus más íntimos en Poggio Bustone. Cuando llega la primavera el cardenal Ugolino ordena trasladarlo a Siena, donde le esperan nuevos médicos famosos.
Siena
            Sus compañeros desoyéndolo, le cosen un nuevo hábito y otra muda de recambio, pues sus heridas siguen supurando. Ponen cuidado de no mostrarlas a todo el mundo. A la llegada a la Toscana sufre una fuerte hemorragia. Los hermanos y el mismo Francisco creen llegada su última hora, por lo que dicta un testamento a toda prisa, aunque breve.
            Al recuperarse se lo llevan a Cortona. Allí la hidropesía le ataca, se le hinchan los pies y el vientre, a la vez que su rostro se consume y la vista le empieza a fallar.
            A mediados de junio pide su traslado a Portiúncula. Atraviesa Asís en procesión triunfal, los mojes forman un pasillo de honor y aplauden a “su” Francisco, al que llevan medio inconsciente por la calles.
            Llegado el 3 de octubre les dice lo que tienen que hacer con él en sus últimos instantes:
- Cuando veáis que expulso el último aliento, debéis acostarme desnudo en el suelo y dejarme allí hasta que exhale mi último suspiro.
            Al atardecer se oye en el aire por encima de la choza de Portiúncula, el trino de las golondrinas o de alondras. Cuando las sombras de los árboles empiezan a fundirse con la oscuridad de la noche. Los hermanos inician el canto del salmo “voce mea…ad dominum clamavi”. Sus amigos lo depositan desnudo sobre el suelo y la muerte acaba apoderándose de él. Cantan para recorrer con él la “última milla”. Lo  visten con la mortaja de lino y lo velan hasta que sale el sol.
             En la mañana del 4 de octubre, un domingo dedicado a la Virgen, Francisco inicia su último viaje.
            En todos los caminos se agolpa la gente. Nadie ha dormido esa noche. La comitiva se detiene ante San Damiano y los hermanos elevan el ataúd por encima de sus cabezas, para que Clara y las hermanas puedan verlo.
            Una vez en Asís, lo llevan a San Giorgio, la iglesia de su infancia, donde será enterrado.
Basílica de San Francisco de Asís
En 1228, el 16 de junio, Gregorio IX lo canonizó antes de los dos años de su muerte.
            En mayo de 1230, el Papa Gregorio IX, Ugolino de Segni, acude al traslado de los restos de Francisco a la nueva Basílica de Asís, construida por Elia de Cortona.
             


ANDRÉS MARÍN SÁNCHEZ.