martes, 19 de julio de 2016

LA BANDEJA DE VIDRIO DE ARROYO DEL OJANCO

LA BANDEJA DE VIDRIO DE ARROYO DEL OJANCO

En los años 20 del siglo veinte hubo una serie de descubrimientos de restos romanos en los calares de los Baños. Uno de ellos hace tiempo que le di publicidad, en este blog se recoge con el título de “A vueltas con los Baños”. Pero hoy daremos a conocer otro descubrimiento como la patena de vidrio visigoda de los Baños y más tarde llamada la bandeja vidrio de Beas (Arroyo).
Algunos periódicos de aquellos años llevaban en sus páginas esta notica como La Región de 23 de septiembre de 1926 y El Defensor de Córdoba de 9 de noviembre de 1926.
El  día 11 de mayo de 1922, labrando un olivar en el Calar  de la Señora, en los alrededores de la Villa Romana de los Baños,  de Arroyo del Ojanco, fue hallada, junto con otros vidrios, una bandeja, también de vidrio, fragmentada, pero cuyos restos permitían  darnos una idea exacta de su forma primitiva. Este vidrio de color azul intenso obtenido por moldeo tiene unos 30 cm. de longitud por 12,5 cm. de ancho y un espesor variable de 6,5 mm. Enmarca la bandeja un borde rectangular de unos 24 x 12 cm. Prolongándose en sus lados menores por unas asas planas, recortadas en sencillas volutas simétricas. La superficie de la bandeja no es lisa; desde el borde , puede tener unos 2 mm, alcanza el grosor máximo, desciende rápidamente la superficie en un prolongado plano inclinado hasta quedar con un espesor mínimo de unos 3 mm, aumentando nuevamente hacia el centro para llegar a 6, a una distancia del borde que es variable según el dibujo y que puede ser  mucho más o menos de unos 4 centímetros; aquí se marca un  nuevo descenso para trazar en bajorrelieve, sin modulaciones o detalles, la silueta de un pez.
Bandeja de vidrio encontrada en los Baños en 1922

La descripción de estos objetos los he hecho en presente, como si existieran en algún sitio conocido, pero a veces creo, que si existen todavía, estarán en algún lugar de incognito.
El 23 de septiembre de 1926, el arqueólogo español P.M. de Artiñano publicó un artículo en el “Archivo Español de Arte y Arqueología” sobre el hallazgo de esta pieza de vidrio.
Este arqueólogo estudió, tanto desde el punto de vista histórico y artístico, como es la composición química del vidrio hallado, llegando a la conclusión de que dicho objeto  pertenece del siglo V al VI, anterior a la dominación árabe del Norte de África, en pleno poderío visigodo en nuestra Península.
Alababa y ensalzaba este descubrimiento, como recientemente se ha hecho sobre la patena paleocristiana de vidrio encontrada en las excavaciones de Cástulo. Decía así sobre ella:
“La importancia de este descubrimiento es enorme, si se tiene en cuenta que define, cosa hasta ahora nada más que problemática, las piezas de vidrio visigodas de que habla San Isidoro en sus Etimologías, que tan sólo han llegado a nosotros  en los hallazgos de las excavaciones del Carpio del Tajo, en las Coronas de Guarrazar y, en general, en los poquísimos ejemplares visigodos españoles que hoy se conservan.”
Pero años más tarde, entre el 16 al 19 de mayo de 1948, se intentó contradecir las teorías del señor Artiñano sobre la antigüedad de la “patena” o bandeja que en esas fechas se decía que era.
En el IV Congreso Arqueológico del Sudeste Español, celebrado en Elche, entre otros temas se dio a conocer en la sesión del día 19 el trabajo “La bandeja de vidrio de Beas (Arroyo)”, por M. Arnau Rodríguez y G. Aulet Sastre del Laboratorio de Arqueología de la Uv.  De Valencia. En  él se intenta contradecir a P.M. Artiñano en su artículo publicado en el Archivo Español de Arte y Arqueología del día 23  de septiembre de 1926 sobre la bandeja de vidrio encontrada en Arroyo del Ojanco.
En esta ponencia se hablaba de las “circunstancias del hallazgo”. En este apartado se hace una descripción de como, cuando y donde se encontró. Así como las características de dicha pieza arqueológica. Se enumeraba, además del señor Artiñano, otros arqueólogos que se habían ocupado del tema como el señor Gudiol y el Marqués de Lozoya, que a entender de los ponentes no habían hecho más que admitir el trabajo del señor Artiñano: “Siguiendo este autor, los demás dan a la bandeja una función y cronología con la que no estamos de acuerdo”. El título “Una patena de vidrio visigoda”, según los ponentes de la Universidad de Valencia, encerraba dos aseveraciones, una a la función de la pieza y otra su cronología.
Función de la pieza: A través del artículo citado del señor Artiñano, la bandeja en cuestión recibía unas veces el nombre de patena, otras el de la bandeja y finalmente en las conclusiones dejaba ambigua la finalidad  de la pieza aunque parecía inclinarse a aceptar su uso litúrgico.
Y que para demostrar su afirmación el señor Artiñano se basaba en la obra de otros especialistas como Doelger que para rebatir a Rossi, no admitía el empleo del símbolo con anterioridad a la Paz de Constantino, 313 de nuestra era en el llamado Edicto de Milán. Doelger admitía sin discusión que el pez pudo emplearse luego de esta fecha y esto no da a todas las figuras de peces por el hecho de serlo el significado de símbolo cristiano.
Los ponentes valencianos creían que era “más lógico el empleo de esta pieza como bandeja que como patena y para demostrarlo presentamos algunas piezas de materiales típicamente romanos de cuya similitud con la que estudiamos se deduce  que tuvieron el mismo uso”.
Siguiendo a los ponentes, Doelger en su libro citado en el volumen V. cuadro 2º, publicado en 1937 (que el Sr. Artiñano desconocía cuando hizo su artículo en 1926, pues todavía no se había publicado este libro) reproduce dos bandejas  de las siguientes características: “Una de ellas procede de Appleshaw (villa inglesa del condado de Hampshsire); es una bandeja  de estaño y en su forma primitiva  tenía dos asas planas de las que solamente se conserva una casi completa. El ornamento en relieve reproduce  un pez inscrito en un trenzado de forma ovalada siendo su longitud primitiva  de unos 23 cm. De la misma manera señala otra bandeja de 23,2 cm. De cobre plateado que fue hallada en el barro de un río, bajo un puente, cerca de la vieja Solimariaca (Soulosse; en los Vosgos). Tiene forma ovalada con un pez gravado hacia la derecha inscrito en unas palmetas estilizadas”.
También hablaban de otro ejemplar semejante, ya perdido, encontrado entre 1884-87 en Grand (una población francesa en la región de la Lorena, departamento de los Vosgos). Este estaba junto con otros restos romanos o galorromanos en un pozo romano.
Siguiendo con la función de la pieza, estos autores, decían que desde muy antiguo había la costumbre de fabricar platos especiales para servir el pescado. En el esplendor ateniense de los siglos V y IV antes de Cristo, se decía que las fuentes del  pescado antes eran de arcilla y en aquellos años eran de plata, eso sí, en los hogares lujosos.
Para seguir demostrando que ellos tenían razón sobre lo dicho por Artiñano, Goudiol y el Marqués de Lozoya, ponían otros ejemplos como las fuentes pintadas que se conservan en Etruria y Grecia con animales marinos. También en el palacio de los Conservadores de Roma y en museo Kircheriano  existen platos que reproducen el mismo motivo: tres peces rodeando un círculo central con una concha. Otro plato de peces se guarda en el Museo Tübigen (o Tubinga es una ciudad alemana del estado federal de Baden-Wutemberg, en cuya universidad estudió el astrónomo y matemático Kepler) que según Watzinger opinaba que fue utilizado para servir pescado. Sus dimensiones son 4,5 cm de altura por 26,5 cm de diámetro. Se reproducen tres peces con aletas blancas en él. Cronológicamente pertenecen al siglo II. Todos estos platos tienen forma circular con asideros laterales, más tarde por razones prácticas se adoptaron a la forma del pez.
Seguían con su tesis: “Es muy difícil que el pez en la mesa suscitara una idea cristiana como podía hacer una cruz o la escena del Buen Pastor y aunque admitamos que fueran utilizados por cristianos no tenemos derecho a afirmar  que la representación de un pez  en un plato respondiera a una idea  cristiana.
Apreciamos el detalle, a nuestro modo  de ver interesante, de que todas las patenas conocidas hasta adoptan formas más o menos circulares muy al contrario de la rectangular que observamos en la pieza objeto de nuestro estudio.
De acuerdo con nuestras conclusiones cronológicas, esta `pieza no puede ser posterior  al siglo III, como seguidamente demostraremos, y resulta muy aventurado atribuirle la función de patena  cuando no conocemos ninguna pieza de culto cristiano anterior a este siglo, época que los cristianos utilizaban objetos hechos exprofesamente para el culto, porque su arte peculiar era, de existir, muy incipiente”.
A continuación decían de la cronología de la pieza que:
“Si el atribuir a la pieza el carácter de patena resulta problemático, como hemos visto, todavía nos parece más aventurado el considerarla visigótica. Por el contrario creemos fuera de duda, como intentaremos demostrar, que puede fecharse como  pieza romana del  siglo II.
Como muy bien señala Hans Zeiss la pieza en cuestión ha sido fechada erróneamente. Su semejanza en cuanto a tamaño y forma con hallazgos de plata de la época Imperial que aparecieron en Hildesheim y su estilo puramente clásico hacen desechar la afirmación de que pertenezca a los comienzos de la Alta Edad Media. Uno de los argumentos en que se apoya el Sr. Artiñano, el de análisis químico, resulta poco feliz y aunque al comparar el análisis de la bandeja con otro de vidrios de Pompeya y notar una diferencia apreciable saca la conclusión de que ha de ser  la bandeja posterior a estos vidrios pompeyanos, pero ni por un momento ha pensado en hacer la comparación con vidrios coetáneos de otros países ni con los de la Alta Edad Media, cosa que de haber  realizado le hubiera llevado a idénticas conclusiones dada la extraordinaria variedad de composición química de los vidrios medievales.
  Por último la cronología dada a la bandeja se funda esencialmente en la semejanza que presenta con los platos que se reproducen  en aras del norte de África estudiadas y reproducidas por Doelger. En el artículo del Sr. Artiñano se reproducen dichas aras comparándolas con la bandeja de Arroyo (Beas) evidenciando su similitud, bien atribuyendo  a estas piezas, término de comparación, una fecha que no reconoce su autor. Afirma que en Doelger da a estas aras una cronología del siglo V ó VI considerándolas como cristianas cuando en realidad  este autor las atribuye en la época romana y en un solo caso  habla de fines del siglo III o comienzos del VI considerándolos siempre como profanos. Creemos pues que resulta evidente que a la mala interpretación dada al texto de Doelger se debe a la falsa cronología de la bandeja de Arroyo. Estas aras, por su parte no admiten ninguna interpretación cristiana sino que son aras  de ofrenda de época romana debidas al parecer a una costumbre  púnica muy arraigada en el norte de África y probablemente representando una ofrenda simbólica. La mejor prueba  para ello es  que en una de ellas se reproduce un plato con dos peces y en otra un plato con dos peces y un ave, ya en si es muy difícil de justificar la interpretación de un pez que está puesto sobre un plato como símbolo cristiano, pero resulta imposible teniendo una pareja de peces, y todavía más teniendo un ave al lado.
Si se quiere mantener la comparación del hallazgo español con las aras norte-africanas hay que decir que esta comparación sugiere mucho más una interpretación de cosa pagan que cristiana; este resultado concuerda con la impresión general del estilo de la pieza. Pero si mantenemos esta comparación hay que suponer o que la pieza procedía de África o que el culto africano arraigó en España, cosas ambas no probadas, por eso hemos creído más oportuno comparar nuestra pieza con otras romanas como son el tesoro de Hildesheí que tiene la misma forma y los platos que publica Doelger de Inglaterra y de los Vosgos ya citados con el pez que los caracteriza.
 Si analizamos las circunstancias del hallazgo parece deducirse  claramente que se trata de un vidrio romano. Las piezas encontradas juntamente con la bandeja, restos de una gran vasija de vidrio una botella o frasco piriforme entera, un largo cuello y un fragmento de otra pieza y abundantes pedazos de un frasco para bálsamo, parecen ser objetos de vidrio romano. Sin embargo cabe advertir que sería muy interesante de hacer un estudio minucioso de estos objetos lo cual nos conduciría indudablemente a la cronología exacta de todas las piezas encontradas en Arroyo. Y de ser estos objetos romanos, como parece deducirse de las noticias que de ellos se han dado, resultaría incongruente y excepcional el hallar junto con piezas romanas una pieza visigótica como se ha pretendido ver en la bandeja de vidrio de Arroyo (Beas)”.  
                Con la datación cronológica de la pieza terminaba la ponencia sobre a bandeja de vidrio de Beas, que así la titulaba, pues en aquellos años todavía pertenecíamos al municipio de Beas y por supuesto Arroyo del Ojanco estaba en segundo término de la noticia, solamente para señalar el paraje donde se encontraron los restos.
 Pues como hemos visto, no sólo se encontró la bandeja de vidrio sino una gran vasija de vidrio, de espesor considerable, ligeramente verdoso, al parecer de forma aproximadamente esférica, tan incompleta y fraccionada, que era imposible intentar una reconstitución; en cambio, pudo lograrse entera una botella o frasco piriforme de 12,5 centímetros de alto; se encontraron  también el largo cuello y un fragmento de otra pieza cuya parte cilíndrica  alcanzaba unos 18 centímetros de longitud y abundantes pedazos de un frasco para bálsamo, azul con bucles o plumas de hilo amarillo, blanco y de otros colores de tipo de fabricación fenicia, pieza que debió de ser de excepcionales proporciones viendo el tamaño de sus fragmentos..
El calar de la Señora es el calar de los Baños y esta villa romana tuvo su esplendor entre los siglos I, en que se construyó y el siglo IV en que dominaba la gran villa bajoimperial y con la interrupción en el último tercio del siglo III (año 278 de nuestra era) con la posible destrucción de la villa por campesinos y su posterior florecimiento a finales del mismo siglo III y el IV.
No sé si está a buen resguardo esta bandeja, donde debería estar, en el Museo Arqueológico Nacional o como otras piezas de aquellos años que se decían que estaban en el Museo Provincial de Jaén, pero que nadie las han visto en él. Y es más la bandeja de vidrio estuvo en poder del afamado médico  y estudioso de estos contornos, don Tomás Román Pulido que se la ofreció al Pedro Miguel Artiñano para su colección particular, pero al final fue adquirida por este a comienzos del verano de 1926, unos meses antes de publicar su artículo en la revista “Archivo Español de Arte y Arqueología”.
 ¿Cuántos restos de nuestro patrimonio se perdieron por aquellos años, en que don Tomás Román fue protagonista directo de ellos?¿Y después?


ANDRÉS MARÍN SÁNCHEZ. Julio de 2016