LOS
TALABARTEROS
Al hilo de lo dicho anteriormente sobre los
muleros, gañanes y arrieros, hablaremos de otro oficio que desapareció del
pueblo al principio de los años cincuenta: el de talabartero
Antes de hablar sobre quien se dedicaba a este oficio y
donde se daba o estaba ubicado, hablaremos de lo que es la talabartería.
La talabartería o guarnicionería es el arte
de trabajar diversos artículos de cuero guarniciones para caballerias.
La guarnición son todos los elementos de la espada que
sirven para sostenerla o para proteger a la mano o manos que la empuñan, así
como a la fabricación o arreglo de sillas de montar de caballería, albardas y aparejos: las monturas para los caballos y las
albardas y aparejos para burros y mulos.
Se suelen usar otros materiales además del cuero como la lona, lanas gordas denominadas estambre
con las que se elaboran las guarniciones o dibujos sobre las monturas o
aparejos e hilos de colores.
La persona que se dedica a la guarnicionería recibe el nombre de guarnicionero
o talabartero.
Dicho esto, en nuestro pueblo hubo, como ya he dicho al
principio, un talabartero. Este tenía su casa y negocio en la calle Carretera,
como era natural en aquella época, en la casa que hay junto a la tienda de
muebles Ortega. Esta casa pertenece a los nietos de la última propietaria de
ella, Sebastiana Ortega.
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Casa del talabartero al lado de la peluquería Marita. |
Esta familia ya vivía allí
cuando sucedió la riada del 1935 y por cuyos balcones salieron algunos animales
llevados por el agua como unos gorrinos que llegaron a cruzar el río Guadalimar
en su confluencia con el arroyo. El padre se llamaba Sebastián con el
sobrenombre del talabartero y uno de sus hijos me parece que se llamaba o se
llama Cesar. De este había una leyenda de que había ido a Madrid montado en
bicicleta. Lo que no se sabe es si fue en un solo día o en varios. Varios años
después lo conocí, una de las veces que vino
al pueblo de visita, con su bicicleta, u otra nueva, de carrera.
Con el dejar esta actividad de funcionar en el pueblo, los
mismos muleros y propietarios de los animales de carga, tuvieron que negociarse
las albardas y aparejos de sus bestias en otros lugares como en Beas y en la
feria de La Puerta o hacérselos ellos mismos, más bien arreglárselos.
Pero no solo de albardas y aparejos se necesitaban para
hacer las tareas los burros y los mulos. Había que tener para los trabajos en
el campo otros arreos o utensilios para llevarlos a cabo. Entre ellos teníamos
los serones, agüeras, capachos, atarres, bridas, cinchas, etc. Todos estos
arreos de las bestias eran hechos con esparto.
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Albarda |
El esparto normalmente lo traían de provincias limítrofes en
crudo. Los manojos de esparto en crudo había que domarlos a golpes con un mazo
para que el tallo al machacarse con él, se pudiese trabajar mejor a la hora de
hacer los utensilios anteriores. A base de trenzar hilos se hacía la pleita que
era la base para casi todos los objetos que hemos hablado: serones, agüeras, atarres,
cinchas o capachos. También se hacían las sogas que se usaban para atar las
cargas o las mismas caballerías como las bridas y algunas trabas. Las de las
patas normalmente eran cadenas con un broche especial, una aro circular de unos
dos centímetros y en otra punta de la cadena una cruceta que se metía dentro de
él.
Estos trabajos de esparto lo hacían los muleros cuando no
salían a faenar al campo por causa del mal tiempo o por no haber alguna otra
actividad disponible en ese momento. También se hacía en las largas
trasnochadas al lado de las lumbres a la espera de echar el pienso a los
animales.
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Burro con serón |
Casi todo en
mundo de nuestro pueblo sabía hacer alguna labor con el esparto, por lo menos
hacer sogas. Otros más expertos, además de lo ya dicho, vestían botellas de
cristal, damajuanas o garrafas y hasta botijos. También hacían barjas o
seretas, para llevar la merienda o esparteñas como calzado para el campo, solían durar seis
meses aproximadamente si se usaban para el trabajo todos los días.
Voy a enumerar
una serie de objetos hechos con esparto como los siguientes:
- El cebero que se hacía con un trenzado de pleita y
se utilizaba en las cuadras colgándolo en la pared junto al pesebre, se le
echaba en su interior grano, habas, etc., que la caballería cogía cómodamente
levantando la cabeza.
-
Cubiertas hechas con cinchillos trasmallazos.
-
Cuerdas. Atillos y sogas. El atillo se hacía con
esparto cocido se torcía en vez de trenzarlo no teniendo excesivo grosor. Si el
volumen era considerable se le llamaba soga. El primero se utilizaba para atar
los hace de la cosecha y la soga en las norias, albañilería y ciertos tipos de
acarreos para el ganado vacuno y caballar.
-
Espuertas, se hacían con esparto crudo trenzado
pleita. Según su tamaño se podía nombrar como terrera, cuartillera, de media
fanega y esportón.
-
Estera se
hacía con grandes rollos de pleita.
-
Frontiles se ponían en la frente de las bestias para
evitar el roce de la coyunda, con un almohadillado interior y con unos hilos
colgantes para ahuyentar a las moscas.
-
Fundas para hoces.
-
Lía, tranzado de tres cabos de esparto cocido que
tiene más resistencia que la tomiza o madejilla, de anchura 1 cm. Se utiliza
para atar toda clase de objetos.
-
Posillos o posones, es una especie de asiento
confeccionado con una serie de pleitas de esparto crudo.
-
Tomiza o madejilla es una trenza de esparto crudo
hecha con tres ramales de 1 cm. de anchura, para atar leña, mies y hacer
bozales.
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Bozal |
-
La sera confeccionada con esparto crudo cosiendo una
pleita con otra y con cuatro asas en el borde superior de forma horizontal y
dos en vertical en el centro de su cuerpo. Estaba destinada para el transporte
personal.
-
Los serillos, hechos con esparto crudo, se
utilizaban como alfombras de pie de cama y como felpudo. Los valeos eran
serillos redondos servían, entre otras cosas, para colocarlos debajo de las
sillas cuando las mujeres se sentaban en el invierno a coser al sol,
aislándoles de la humedad.
-
Y el soplillo, que se hacía con esparto crudo, con un
trozo de pleita y tomiza. Servía para avivar el fuego.
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Agüeras |
En alguna
exposición de trabajos en esparto que se ha hecho aquí se ha podido ver cosas
muy curiosas hechas con este material como juguetes, muñecos y hasta
sujetadores de esparto. Pero esto lo han hecho o lo hacen gente mayor experta
en estos menesteres para entretenerse, en aquellos años se trabajaba el esparto
para cosas útiles y necesarias para el trabajo del campo.
LOS HERRADORES
ESQUILADORES
Siguiendo con
trabajos relacionados con los oficios anteriormente señalados de muleros y
arrieros, nos encontramos con los herradores
y los esquiladores o esquilaores como aquí se dice.
Yo he visto en
el pueblo herrar las bestias de manera periódica y continua hasta mediados de los años sesenta. Pero estos
herradores venían de otros pueblos para hacer esta labor. Me acuerdo de uno que
quizás fuese oriundo de nuestro pueblo que venía del Puente de Génave, pues
tenía familia aquí, los Galarzo Ramírez.
Pero aquí hubo
una persona que se le conocía con ese sobrenombre del tío herrador, el tío
Leandro Calderón. Este se me quedó en la memoria como un hombre más bien menudo
y enjuto y que despedía los duelos de los entierros con algunas palabras sobre
la persona que se iba a enterrar. Cuando él acababa su panegírico, se empezaba
a dar el pésame.
Esta despedida
del duelo no se hacía como ahora en las puerta de la Iglesia, sino en la calle
Bolea. Los familiares, los hombres, se situaban en la acera derecha de esa
calle donde se quiebra la calle para abrirse en dos. Para ser más exactos en la
puerta de la panadería de Almagro. El ataúd iba en procesión acompañado por el
cura y los monaguillos, revestidos de
manera especial para la ocasión, el cura con su capa pluvial negra hasta dicho
lugar. El cura y sus monaguillos se
volvían para la iglesia, aquí se acaba su labor en el entierro. El ataúd lo
dejaban en el suelo, en medio de la calle. Entonces el tío Herrador echaba su pequeño discurso y
acabado este empezaba la despedida del duelo o dar el pésame. Acabado este se
quedaban solo, como ahora, los más allegados, familia y amigos, para acompañar
al féretro hasta el cementerio. A las mujeres se les daba el pésame cuando los
hombres volvían del cementerio en la casa del muerto. En tiempos de tío Leandro
se cambió la moda a tal como es hoy día.
Bueno, dejemos
los entierros, y volvamos al Herrador. Este hombre era el abuelo, bisabuelo y
tatarabuelo de todos los Calderones de nuestro pueblo. Murió si más no recuerdo
de manera trágica al despistarse por la vejez en un día de mucho llover. Lo
encontraron debajo del puente de Las Chozas de este arroyo.
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Herramientas de herrador |
El último
esquilaor que conocí y vi trabajar fue el tío Juan Pedro Ruíz. Me sorprendió la
primera vez que lo vi trabajar en la casa de mi abuelo la habilidad que tenía
con las tijeras y la maquinilla de pelar a animales a los que le costaba llegar
a la grupa, sobre todo a los mulos, por su baja estatura. Por ella era conocido
él y su familia con un sobrenombre.
También había
otras personas en nuestros alrededores que tenían esta profesión de esquilaor,
dejando a su descendiente con este sobrenombre.
Cuando estas
personas por su edad o desaparición dejaron el pueblo sin estos oficios, estos
lo cubrían otras personas de otros lugares como el del Puente de Génave ya
nombrado o el más experto de los alrededores, Juan el Herrador de Beas. Estos
herradores eran expertos en curar las enfermedades más comunes de estos
animales. Eran los veterinarios de
urgencias de aquella época.