domingo, 4 de noviembre de 2018

LUGARES, ACTIVIDADES Y NEGOCIOS QUE HAN DESAPARECIDO EN NUESTRO PUEBLO





LAS FUENTES DEL PUEBLO

         Voy a intentar llevar a este blog una serie de lugares, actividades y negocios que han desaparecido de nuestro pueblo. Todo empezó en el verano del 2016 en el programa que tenía en la emisora de radio local, Ojanco radio. Estuve hablando sobre  estos temas casi un año en mi espacio semanal de historias y leyendas de Arroyo del Ojanco. Comenzaba así:  

         Los días de intenso calor producidos en la semana anterior, me hizo recordar como lo pasábamos las gentes de este pueblo en otras épocas.

         La época que nos vamos a referir, era cuando aquí, en nuestro pueblo no había agua corriente en las casas.

         Era la época que teníamos que abastecernos de las fuentes públicas de este vital elemento y escaso en aquellos días.

Las fuentes que yo conocí han desaparecidos todas del paisaje de nuestro pueblo. Hasta mediados de los años sesenta había cuatro fuentes, tres en la Carretera y una en la calle Bolea. Después se fueron haciendo otras más y se cambiaron de forma y de lugar las de toda la “vida”. Las nuevas fuentes fueron en la calle de Fuentebuena en la parte derecha según se sale del pueblo, otra enfrente de lo que hoy es el Púb. Osiris, otra en la calle Bolea cerca con el cruce de la 3º Travesía, otra en la calle del Río en el cruce con la calle Viñas y la fuente de “Otilio” en la calle de Pío XII esquina al campo de fútbol.
La fuente de Otilio, estaba entre la esquina y la ventana
Esas fuentes de toda la “vida”, sobre todo las tres de la Carretera, fueron el sitio de encuentro de varias generaciones de jóvenes y no tan jóvenes que acudíamos para recoger agua de sus caños. Fueron desapareciendo poco a poco a principios de los años setenta con la llegada del agua corriente a nuestras casas a partir del año 1973.
Lugar donde estuvo la fuente de Félix Blanco o de Roque Gilabert, enfrente a la izquierda
Con la llegada de los calores el caudal del agua de estas cuatro fuentes disminuía y a veces teníamos que ir recorriendo de unas fuentes a otras para ver aquella que con más fuerza caía el agua. La que mas gente acudía era casi siempre a la fuente que había en lo que es hoy la casa de los hijos de Roque Gilabert haciendo esquina con la calle de entrada hacia la calle Villaluz, para ser más exactos donde se pone los viernes a vender los pollos de Pago Pago de Ramón Torres.
                                          Esta fuente en 1960 

Esta fuente tenía dos caños pegados a la pared del solar que entonces eran estas casas. Se subía a la altura de los caños por unas escaleras laterales que daban a la entrada de la calle anteriormente dicha. Delante tenía un pilar para abreviar a las bestias de carga, seguramente, de unos 5 ó 6 metros de frente por algo más de un metro de ancho y de hondo. Los caños eran de hierro sin ningún adorno. No sé porqué esta fuente, habiendo otras a nivel más bajo, echaba por sus caños el agua con más presión, y por lo tanto más fresca que otras como la que había delante de la casa de Paz Pacheco, la madre de los Gilabert y hoy la casa de su nieta la fotógrafa Anabel.
Esta fuente un día de San Marcos de finales de los años cuarenta

Esta fuente era la más artística. Tenía también dos caños, estos eran dorados y con un ligero adorno y estaban colocados paralelos a la carretera y opuestos uno al otro. Para llegar a ellos había que subir sendas escalerillas. Tenia, como era preceptivo también un pilar. Este era cuadrado y más pequeño que la anterior fuente y miraba hacia la carretera.
La fuente de la calle Bolea estaba situada en la pared del patio de la Alfonsa y de su hijo Valeriano, hoy el lugar lo ocupa el edificio del Púb. Blanco y Verde. Tenía solo un caño con su poza para recoger el agua y poder meter los cantaros en ella mientras se iban llenando. Esta fuente es la que usábamos cuando estábamos en la escuela. Cuando teníamos sed le pedíamos permiso al maestro y salíamos a la calle a beber en esta fuente y en el recreo no hacía falta ni eso, pedir permiso, nos íbamos directamente a la fuente. También caía fresca y con fuerza, cosa que no debía extrañarnos porque era la que estaba a más bajo nivel. Fue la de “toda la vida”, la primera que desapareció. Esto fue porque la metieron dentro del patio de las escuelas y con la llegada de la otra que la pusieron varias travesías más abajo.
La fuente estaba donde hoy está la puerta del pub.

Por último, la fuente que estaba a nivel más alto, las de las Cábilas. Esta estaba situada en lo que hoy es la entrada del parque. Cerca de ella había unos cuantos álamos que hacía sombra en los alrededores de ella. Estaba un poco elevada sobre el nivel de la carretera, como el nivel que trae la acera de ese  lado de la calle Carretera. También tenía un pilar pequeño y su caño era más gordo que el de las otras fuentes. Esta fuente era más intermitente en las épocas veraniegas o de sequía que por ejemplo que la otra que había un poco más abajo lo que era la esquina de Luis Blanco (hoy la tienda de electrónica de Juanma).



Lugar donde estaba la fuente de las Cábilas


En estos días de verano era un trasiego de ir y de venir durante todo el día de gente joven a no tan joven pasando por los chiquillos que aún no tenían la edad del uso de razón. Unos iban con los botijos, los más pequeños, que a veces no llegaban ni a llenarse de agua. Unos volvían solo con el asa en la mano y otros, con algo más de suerte, con el botijo sin asa. Unas veces se producían estos accidentes al juntarse algunos amiguetes para este menester y con la cháchara no se daban cuentan y chocaban sus botijos y luego venia lo peor cuando llegaban a sus casas. Otros algo más mayorcetes, los de once o doce años, ya llevaban sus cántaros. El peligro de estos era a la hora de echárselos a cuestas y más si en ese momento no había nadie que le ayudara con el cántaro ya lleno. Las primeras veces que se iba con el cántaro, por si a caso no se podía con él, no se llenaba de una vez y el chancleteo del agua al moverse el cántaro te bañaba todo el cuerpo, entrando el agua desde el cuello y llegándote hasta la rabadilla.
Lugar donde estuvo la fuente de la calle del Río esquina con las Viñas


Las muchachas lo mismo que las mujeres el cántaro lo llevaban sobre el ijar o la cadera. Algunas se apuntaban muy solícitas a ir a por agua para poder lucirse y más si tenían algún pretendiente o alguien que le gustase.

También había que acudir con cubetas a por agua para las tareas más básicas de limpieza, lavarse las manos, la cara, los pies o fregar los platos en aquellos lebrillos de barro. Esta forma de ir a por agua, con cubas, yo nunca lo hice pues antes de tener “el uso de razón” en mi casa había un pozo y no teníamos esa necesidad de agua para la limpieza, aunque para beber acudiéramos a las fuentes. Lo mismo les pasaba a los vecinos más cercanos que acudían a sacar el agua del pozo para estos menesteres. En mi calle en algo más de cien metros había, y hay dos pozos, a los que los vecinos acudían a por agua.
Ubicación de la fuente en la calle Fuentebuena


También estas fuentes en el verano había colas hasta en los pilares. Con las obras se necesitaba agua y esta se transportaba con bidones, algunos como los de San Marcos. Los chiquillos más pequeños acercábamos los bidones vacíos al pilar de la fuente y con un trozo de manguera, aquellas eran de goma con hilos y echaban el mismo olor que las cubiertas de las bicicletas o de los coches. ¡Cuanta agua sucia de los pilares nos tragábamos al soplar para “adentro” de la manguera y hacer la presión necesaria para que el agua traspasara el borde del pilar y pudiera llenarse el bidón! Cuando estaba lleno, le poníamos el tapón apretándolo con una piedra para que no se derramara el agua desde la fuente a nuestras casas y poniéndole un trozo de trapo para que hiciera de junta la tapa con el bidón. El problema que tenían los más pequeños que no podían ponerlo a rodar, porque además los alrededores de las fuentes eran de tierra, como todas las calles del pueblo, y encima de derramarse el agua del pilar, esta parte estaba llena de barro y se hincaban los aros del bidón. Normalmente siempre había alguien que ayudada a sacarlo hasta la carretera y entonces ya era coser y cantar, sobre todo si era a la carretera abajo. Había veces, aunque fuese cuesta abajo, cuando se topaba con alguna piedra que sobresalía del suelo te veías negro para que la saltara el bidón Pero había el peligro de los coches que pasaban y el bidón se podía ir contra ellos. Y todo esto casi siempre lo hacían los chiquillos con diez o doce años y otras las madres eran las que acudían a la hora de la vuelta con el bidón lleno. Pocos accidentes habían con los bidones y los chiquillos de conductores para lo peligroso que podría ser. Me viene a la memoria el ruido del rodar  de los bidones cuando iban vacíos en las tardes de siesta del verano y el de rodar más sordo de cuando volvían llenos.
Lugar donde estuvo la fuente de los Montoyas, a la altura del coche de la derecha.


Otra misión de aquellas fuentes, era la de abrevadero de las bestias. Normalmente a la hora de empezar la jornada de trabajo se pasaban por la fuente que le pillara más de mano y se les daba de beber. Por las tardes eran los encargados los más jóvenes de llevarlos al pilar a beber agua, sobre todo a los borricos. Estos animales raro era el día de que no montaran algún tinglado y sobre todo de que el aguador nos saliese descalabrado al ser descabalgado por el jumento. Unas veces se le tenía que hacerlos andar a golpes y como los jinetes, la mayoría de las veces, iban a pelo, era fácil que alguno aterrizase por encima de las orejas. Cuando se interponía por el camino alguna burra y entonces ni el más experto de estos jovencísimos jinetes era capaz de frenar al impetuoso burro.


Lugar donde estuvo la otra fuente de la calle Bolea


La vida de estas fuentes de la carreta se truncaron cuando hicieron las aceras y se tuvieron que transformar pasando a ser un tuvo de desagüe de hormigón con un grifo a presión y una pequeña poza para recoger el agua que salpicaba. La de Roque Gilabert se cambió algunos metros hacía  la pared del patio de la casa de Paco Blanco, la de la esquina de Cuatro Caminos en medio de la calle paralela a la carrera, todavía esta una tapa en el lugar que se puso esa sombra de fuente. La de Las Cábilas, se cambió al otro lado de la carretera detrás de la Casa de Quico el Pintao (Francisco Castillo Liñán) y la de Juan Ramón Valdés, esta  mantuvo hasta que desapareció, un pequeño pilar. 


Lugar donde se colocó la fuente de las Cábilas 


LAS FUENTES FUERA DEL PUEBLO



         Hemos  hablado de las fuentes que había en nuestro pueblo y ya han desaparecido, y también de su uso y más todavía en esta época del año cuando apretaba el calor de lo lindo y el manantial (cerca de los Baños) de donde se cogía el agua de estas fuentes empezaba a escasear.

         Y cuando esto último escaseaba las gentes del pueblo tenían que salir a buscar el agua que nos faltaba para lo más básico como decíamos el otro día: para beber, lavarse las manos y la cara, hacer la comida y para fregar los platos. Con el agua sobrante del aseo diario se fregaba el suelo, cuando todavía aquí no había llegado el uso de la fregona, rodilla en tierra y con un trapo grande para fregar.

         Normalmente en aquellos años, hasta acabados los sesenta, era raro que en cada casa hubiese unas agüeras y si no acudían a los abuelos cuando la necesitaran. Se veían por los caminos algún chiquillo o alguna mujer con su borrico/a transportando en las agüeras cántaros de agua. Lo mismo daba que fuese a la hora de la fresca que la de la siesta.

Tengo en la memoria unas imágenes sobre estas tareas de transportar agua a las casas que cuando llega esta época de calores que se me quedó gravada con gran nitidez. El mulero de Miguel Molina, José María se llamaba si más no recuerdo, le traía un día en la siesta una carga de agua. El amo estaba echando la siesta y salió a ayudarle a entrar los cantaros que traía. Salió con la única ropa que llevaba para la siesta, una camiseta interior sin mangas o de sisas creo que se llaman así. El espectáculo que vimos fue algo pornográfico podíamos decir. Cada vez que se estiraba para coger un cátaro de las agüeras del mulo, dejaba a descubierto sus vergüenzas y al soltarlo enseñaba la parte trasera.

A parte de esta anécdota  que nos sirvió como chanza cada vez que lo recordábamos los chiquillos que la vimos, lo cierto que era raro el verano que no se tenía que salir a buscar agua con cántaros o botijos, pequeños y mayores, a las fuentes de los alrededores del pueblo.
Cortijo de Malancao
Una de estas fuentes muy concurrida, era la fuente de Malancao. Los que tenían burros acudían con sus agüeras y sus cántaros y nos que no con ellos acuestas. A esta fuente estuvieron acudiendo a por agua hasta después de poner el agua en las casas.
Las de los Arreciantes (la Recienta) tenía también fama de buena agua, pero al estar tan retirada solamente se traían agua de allí cuando pasaba alguien de regreso al pueblo o si estaba trabajando por allí, a la hora de dar de mano.

El pozo del agua de los Garbanzos, por encima de  Los Poyos. Este era más bien para como su nombre indica echar los garbanzos en remojo. Esta agua llegaba a pagarse a gente que se dedicaba a traerla del pozo como la que vendía María la de Sandoval en su tienda que la traía de su cortijo al otro lado del río cerca del cortijo de Casablanca.

La fuente Colorá que era la que se suministraba la gente de las Cábilas por estar tan cerca del pueblo y de esa zona. Esta y Malancao eran a las que mas se acudía para llevarse el agua.
La fuente Colorá


La de la mina se acudía mas por su riqueza de hierro que servía para abrir el apetito y las ganas de comer, que por ser época de sequía acudir a ella de emergencia. En los años 60, que fue cuando se descubrió al hacer una galería en la mina, había gente que se ganaba un jornalillo extra vendiendo el agua a 10 reales la arroba y después a duro. Entre ellos Higinio el Tonto y otro hombre mayor que ahora mismo no me acuerdo del nombre pero si donde vivía, en la calle Las Piedras al lado de la casa de la Aurelia o de Victoriano que fue suegro sino me equivoco del hijo mayor de Tío Ángel Santos, el que se mató en un accidente en el pantano.
También se acudía a otras fuentes o pozos en la parte de Guadalmena ricos en hierro. Esta agua era muy apreciada para la gente que padecía enfermedades de anemia. Una de estas fuentes famosas era la fuente de la Baña. 
La fuente de Los Torcalillos
Afortunadamente todo esto se acabó aproximadamente hace unos cuarenta años en que se puso el agua dentro de las casas. Aunque también ha habido años de escasez que el agua duraba un par de horas al día. Pero con la traída del agua del pantano hace unos 22 ó 23 años, este problema de sequía ha desaparecido. Últimamente llevamos un par de años, antes del 2017, que no hacíamos uso del agua del pantano por haber suficiente con las antiguos fuentes que nos suministramos.


LAS NORIAS



También hubo hasta hace relativamente poco tiempo, a finales de los sesenta, norias.

Las norias que me estoy refiriendo son las típicas de canjilones que se mueven con el girar en círculo de una bestia, normalmente de un burro.

Hubo una de estas norias en las huertas del cortijo del Cura y de la boquera del arroyo, muy cerca de donde está la depuradora.

Quizá hubiese también en las ramblas que hacía el río Guadalimar aguas abajo, por debajo de Los Álamos en los Centenares y el cortijo del Pino. Pero de estas no tengo constancia.

Pero la que mejor conocí y la vi funcionar era la que se ubicaba muy cerca del puente de Tablas, en la misma orilla del río Guadalimar. Tenía una casilla y una piscina o balsa donde depositaban los canjilones el agua que conseguían recoger del pozo donde se ubicaba. Al estar tan cerca del río, el agua se filtraba y nunca se secaba el pozo. El terreno era arenoso, con mucha grava y el agua pasaba con facilidad del cauce a la noria. Les separaban la anchura de un carril o mejor de las rodadas de un vehículo a motor, entre el agua del río y la pared de la balsa o piscina de la noria.
Con el auge de las graveras y la explotación por ellas del cauce del río, hizo que esta noria fuese desapareciendo poco a poco su rastro. Y mas tarde se pudiese puesto en valor, pero con la llegada del regadío procedente del pantano del Guadalmena hizo que estos artilugios no levantaran cabeza más.