Autoridades,
cura párroco, representantes de las Hermandades, vecinos y asistentes al acto.
Siempre
tengo dudas cuando se hace un pregón a quien se pregona: al acontecimiento o
personaje que produce la fiesta, o la fiesta en sí. Intentaré hablar algo de
las dos partes y no alargarme, espero demasiado.
Al
hablar de la Semana de la Aclamación, Pasión,
Muerte y Resurrección Gloriosa de Nuestro Señor, debemos tener presente que
antes de todo hubo una preparación o entrenamiento para poder pasar por todos
estos intensos momentos de esta Semana que a veces era gloriosa, otras trágica
y finalmente triunfadora. Es y fue los 40 días del retiro de Jesús en el
desierto preparándose para su vida pública después de su bautismo. Lo que
celebramos los cristianos como Cuaresma, hoy parece estar muy devaluada. Pasa
de puntillas y casi sin notarse para la mayoría de los que nos sentimos
cristianos.
La
Cuaresma, en la que todavía estamos, se celebraba en nuestro pueblo, por lo
menos hasta la llegada de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, con mucha
intensidad. No sólo era el ayuno y la abstinencia, era también: la meditación,
la reflexión para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para
ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. Era una iglesia,
que al tapar las imágenes con telas moradas no hacía sentir ya el luto que nos
aguardaba en la Semana de Pasión y hasta la Gloriosa Resurrección de Jesucristo.
Tampoco
había bodas, por lo menos programadas durante ella. No había bautizos si no
fuesen de extrema urgencia. Ni otras clases de festejos más o menos públicos en
ese tiempo.
Todo
hasta que eclosionase la noche del Sábado Gloria la alegría por la Triunfal
Resurrección de Nuestro Señor. Caían las telas de las imágenes, las dos
campanas de la iglesia repicaban a gloria y las campanillas que tocaban los
monaguillos y las que dejaban algunos chiquillos para que la tocaran ese día.
Era
la época de la penitencia. Acudíamos en estos días a las confesiones generales
multitud de personas, niños jóvenes y mayores hacían cola delante de los sacerdotes
para confesarse.
EL
DOMINGO DE RAMOS
Con
la llegada del Domingo de Ramos se empezaba de lleno en la Semana Santa, lo
mismo que hoy en día. Era lo mismo, la ilusión de la gente joven de estrenar
algo, sobre todo en las vestimentas que pasan a ser ya de otra estación. A los
chiquillos se nos cambiaban los pantalones largos llevados de manera especial
en el invierno, por los cortos a la
espera del buen tiempo que se avecinaba.
Las
procesiones existían igual que ahora, pero sin música y organizadas de otra
manera: los niños delante en fila, a un lado los niños a otro las niñas le
seguían en la fila las mujeres y después las imágenes con el sacerdote y todos
los hombres y algún que otro penitente cumpliendo alguna promesa. Luego diremos
su evolución que tuvieron estas durante la Semana Santa
En
especial el domingo de Ramos la procesión se hacía a lo largo de la Carretera
volviéndose por la calle San José o por la calle Rosales. No había música en
ninguna de ellas. El silencio era la nota característica de ellas. Nadie iba al
lado mirando, sino participando en ellas. Y si alguna persona no participaba en
ella, al pasar por su puerta salía a hacerle una respetuosa reverencia a la
imagen que por allí pasase. Este domingo no había imágenes y tampoco música.
Solo ramos de oliva y palmas.
Hubo
años que solo se hacía la procesión de las palmas alrededor de la Iglesia.
Fueron los años anteriores a la fundaciones de las nuevas cofradías.
Pero este día
no es sólo la procesión de la Borriquilla. Es el día en que Jesús es
aclamado triunfalmente por una multitud a su entrada en Jerusalén. Muchos
extendieron sus mantos por el camino; otros cortando ramos de olivos y de
palmeras para reverenciarlo. Los que iban delante y los que le seguían
gritaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las
alturas! ¡Dios nos salve! ¡Bendito sea el rey de Israel!
Todo
esto sucedió como estaba escrito: “No temas, ciudad de Sion, mira que viene tu
rey montado en un borrico”. Escribió Zacarías.
Y
yo me pregunto ¿Qué hizo esta multitud cinco días después delante del Pretorio?
Pero sigamos con la historia.
Jesús,
en los días posteriores antes del Jueves Santo, los dedicaba a visitar el
templo de Jerusalén a predicar y dar sus últimas enseñanzas con parábolas como
la del hombre que plantó una viña y las arrendó a unos labradores ausentándose
de allí. O como los fariseos, que llevaban varios días tras de Él para matarle.
Estos, junto con los partidarios de Herodes iban detrás de Él para pillarle en
alguna palabra que le sirviera de excusa para detenerle. Como cuando le
preguntaron si era lícito pagar tributo al Cesar. O como los seduceos, que
negaban la resurrección, le preguntaron cuando resucitaran de cual ellos sería
mujer, porque los siete hermanos la tuvieron en vida por mujer.
Jesús
también le avisaba sobre los escribas diciéndole que se guardasen de ellos, “viven
de la letra, no del espíritu, de la apariencias y egoísmo”. O alababa a la
pobre viuda que echaba dos moneditas, una cuarta parte del as, en comparación
con las muchas que echaban los ricos. Esta y otros pobres como ella que
entregaban todo a Dios, eran los verdaderos sabios
Les
habla de los falsos profetas y de la destrucción del templo. Del perfume de
nardo que la mujer derramó sobre su cabeza y de los pobres que siempre tendrían
pero a Él no tendrían siempre.
Y
mientras tanto, a dos días de la Pascua y los Ázimos, los sumos sacerdotes y los escribas buscaban como prenderle con engaño y matarle: “Durante
la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo”. Y Judas, entretanto se pone
de acuerdo con ellos para entregárselo, y andaba buscando el momento oportuno
para hacerlo
Tenían
miedo a esa multitud del domingo de Ramos y a la que en aquellos días lo oían
en el Templo y alrededores.
EL
MIERCOLES SANTO
En
este día se empezó a hacer ya la primera
procesión de Semana Santa en nuestro pueblo. Era el Vía Crucis, como hoy. Pero
con la salvedad del que lo dirigía o presidía era un maestro de escuela, don
Andrés Herrera. Los curas eran los de Beas y solamente venían a hacer los
oficios. Aunque a mediados de los años 40, en el 47, ya existía la parroquia,
no había ningún párroco que se hiciese cargo de ella hasta 1950. A partir de
esa fecha ya se empieza la celebración de la Semana Santa de forma completa
como ahora.
EL
JUEVES SANTO
-
LA ÚLTIMA CENA
Nosotros
la celebrábamos lo mismo que ahora, con los oficios o mejor dicho la
celebración de la Eucaristía con doble consagración de Formas para guardar en
el monumento para los oficios del día siguiente Viernes Santo.
A
partir de esta celebración enmudecían las campanas y se llamaba a los oficios
religiosos con la bocina y la carraca. Recorrían todo el pueblo los jóvenes con
estos instrumentos dando los toques correspondientes a las tres llamadas de las
campanas. Aquí nos peleábamos por tocar la bocina que siempre los mayores se
apropiaban de ella y los más pequeños se tenían que conformar con la carraca
que era llevada o tocada por dos.
Después
de los oficios se hacían la procesión, como hoy día. Pero esta procesión tardó
algunos años en hacerse por falta de imágenes después de la guerra civil, hasta
principios de los años cincuenta. La procesión del encuentro se hacía en sus
primeros años el viernes por la mañana temprano. Pero fueron pocos los años que
se hizo así, desde que me acuerdo se hacía el Jueves Santo.
También
había una adoración nocturna o vela del Santísimo, nada acabar los oficios de
este día. Me acuerdo de las lista para los turnos de vigilia hasta
relativamente hace muy poco tiempo. La
iglesia no se cerraba en toda la noche
para que se pudiese hacer esta actividad religiosa. Duraba hasta los oficios
del día siguiente el Viernes Santo.
Y
volviendo con los acontecimientos de
aquel primer Jueves Santo:
En
el primer día de los Ázimos, Jesús les da instrucciones para encontrar la sala
donde se iban a juntar. Todo lo tenía previsto.
Y
durante la cena del aquel día Jesús deja a los suyos una serie de legados muy
importantes, como:
UN
GESTO DE AMOR SERVICIAL. NUESTRO DEBER
ES ESTAR AL SERVICIO DE TODOS:
Durante
la cena se levantó de la mesa y se puso a lavar los pies a los discípulos.
Pedro se le enfrenta: “Señor, ¿tú me vas
a lavar los pies a mí? A mí nunca me lavarás los pies”. Jesús les dijo: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”.
Entonces Pedro le dijo: “Señor si es así,
lávame no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza”.
O
LA TRAICIÓN DE JUDAS:
A
continuación siguió hablándoles a sus discípulos: Yo sé que se va a cumplir lo
dicho por el salmo: “El que come el
pan conmigo, se levantará contra mí”. Después de decir estas cosa se
conmovió y dijo con claridad: “En verdad
os digo, que uno de vosotros me va entregar”. Unos a otros se preguntaban quién
sería. Y el discípulo amado le preguntó: “Señor,
¿Quién es?” y le respondió: “A quien
yo dé un poco de pan mojado, ese es”. Y mojando un poco de pan en la salsa
se lo dio a Judas y este se lo comió y salió inmediatamente. Era de noche.
OTRO,
LA EUCARISTÍA: COMIDA PASCUAL Y ALIANZA EN SANGRE:
Mientras
estaban comiendo, Jesús tomó el pan, y después de pronunciar la bendición, lo
partió y se lo dio diciendo: “Tomad, este
es mi cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias, se la entregó y todos
bebieron de ella. Y les dijo: “Esta es mi
sangre, sangre de la alianza, que será derramada por mucha gente. Os aseguro
que no volveré a beber del jugo de la vid hasta el día que beba vino nuevo en
el Reino de Dios”.
Y
POR ÚLTIMO UN NUEVO MANDAMIENTO:
Seguía
Jesús dándoles las últimas recomendaciones a sus discípulos: “A donde yo voy, vosotros no podéis venir”.
“Os doy mi mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo os he
amado. En esto reconocerán que sois mis discípulos: en que os améis unos a
otros”
Pedro
le dijo: “Señor ¿a dónde vas?”. Él le
responde: “Donde yo voy, tú no puedes
seguirme ahora; me seguirás después”.
Pedro
seguía insistiendo en ir con Él dispuesto a dar su vida por defenderlo.
Entonces Jesús: “¿Qué tú vas a dar la
vida por mí? Te aseguro que antes que cante el gallo me habrás negado tres
veces”
A
partir de aquí empieza la pasión de Cristo, con:
El PRENDIMIENTO DE JESÚS:
A
continuación llegaron a una propiedad
llamada Getsemaní, y Jesús les
dijo: “Sentaos aquí mientras voy a orar”.
He
aquí, cuando como hombre y sabiendo el tormento que le esperaba, sintió miedo,
temor y angustia. Suplicaba al Padre que, si era posible, no tuviera que
pasar por aquella hora: “Abba, Padre: para ti todo es posible,
aparta de mi esta copa, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras
tú”.
San
Lucas en su evangelio dice que sudaba sangre cuyas gotas llegaban hasta el suelo.
Mientras
tanto sus discípulos Pedro, Santiago y Juan que se había llevado con Él ya
empezaban a abandonarlo encontrándoselos dos veces dormidos. Y cuando llegó por
tercera vez les dijo: “Ahora sí que podéis
dormir y descansar. Se acabó. Llegó la hora: el Hijo del Hombre va ser entregado
en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡Vamos! ya está aquí el que me entrega”.
Y
aprisionado el pastor, huyen las ovejas: Entonces Judas se acercó: “¡Maestro, Maestro!”, y lo besó. Y la
turba que iban con él, le echaron mano y se los llevaron arrestado.
Y
todos sus discípulos lo abandonaron y huyeron
VIERNES
SANTO:
A
partir de aquí Jesús es paseado entre los jefes de los sacerdotes Anás y Caifás y del gobernador Pilatos al rey
Herodes por ser Jesús de esa provincia gobernada por este, Galilea, y otra vez
a Pilatos de unos a otros interrogándolo y burlándose de Él. Y el romano que no
lo hallaba culpable de ninguno de los crímenes de los que acusaban los
sacerdotes al igual que Herodes. Les dijo que después de castigarlo lo dejaría
libre.
Les
dio a elegir entre Barrabás y Jesús a aquella multitud que lo aclamaba rey 5 días antes
y ahora pedía su muerte. Sólo quedaron las mujeres a su alrededor y el
discípulo amado. Y Todos los abandonaron
Después
de ser golpeado y sufrir los escarnios, mofa, afrenta o burla de los soldados:
“lo vistieron de púrpura, trenzaron una
corona de espinas y se la ciñeron. Le saludaban ¡“Salve, Rey de los Judíos”!
Le golpearon la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se
postraban ante Él.
Cuando
se hartaron de burlarse de Él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y
lo sacaron para crucificarle.
Volvamos
a nuestro pueblo.
Hasta que llegaron las primeras procesiones se
hacía también un vía crucis por las
calles del pueblo bajo la dirección de aquel piadoso maestro, el Viernes
Santo por la tarde.
A
primera hora de la mañana del viernes aquí
se hacía el encuentro entre el Nazareno y su Madre. Costumbre que con el
tiempo se pasó al Jueves Santo, como ahora.
La
primera procesión con imágenes que se hizo en nuestro pueblo fue en este día.
Fue con la Virgen de los Dolores, que fue regalada a la parroquia para la
primera cofradía de mujeres si se podía decir así. Junto también con el
entierro Cristo. Esta imagen fue donada por una familia del pueblo y guardada durante el resto del año en
su casa.
También
por la mañana temprano se daba desde distintos balcones de diferentes casas del
pueblo:
EL SERMÓN DE LAS SIETE PALABRAS
¡Cuántas
personas lloraban y que alguna sufría
más de la cuenta, con algún síncope o desmayo, al escuchar este sermón!
Quiero
detenerme algo en él. Empezamos con la
Primera palabra:
“Padre, perdónalos, porque no saben los
que hacen”. Lucas. 23,34
A
la hora sexta, cerca de las doce de la mañana se acabó de levantar en alto a Jesucristo
clavado en la cruz. Precisamente entonces empezó aquel clamoreo de blasfemias y
de insultos del pueblo que se mezclaban con las risotadas de los escribas y
fariseos retando a Jesús: « ¿Pues no eres
tú el Hijo de Dios? Ahora tienes la ocasión de demostrárnoslo. ¡Baja de la cruz
y entonces creeremos en ti y caeremos de rodillas a tus pies!»
Y
Jesús según el Evangelista Lucas dijo: “Padre,
perdónalos, porque no saben los que hacen” y esto lo repitió varias veces.
Jesús
es el rey del amor, perdona a sus enemigos con esta palabra y la siguiente:
Segunda palabra:
“Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Lucas 23,43
Dice
el Evangelio que a la derecha y a la izquierda de Jesucristo fueron
crucificados dos ladrones. Al principio quizá comenzaron a blasfemar los dos
ladrones; así lo insinúan San Mateo y San Marcos. San Lucas parece dar a
entender que solamente uno de ellos comenzó a blasfemar del Señor. Sea de ello
lo que fuere, al menos el ladrón que tenía a la izquierda comenzó a increpar a
Jesucristo, repitiendo lo que estaba oyendo a los escribas y fariseos, a los
jefes de la Sinagoga: « ¡Si eres el Hijo
de Dios, baja de la cruz, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros, y entonces
creeremos en ti»!
El
otro, el buen ladrón le dijo a su compañero: ¿Ni siquiera a la hora de la muerte temes a Dios?». Y dirigiéndose
a Nuestro Señor: “Acuérdate de mí… cuando
llegues a tu reino” y Jesús le responde: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”
Tercera palabra.
“Mujer, ahí tienes a tu hijo…, Ahí tienes
a tu madre” Juan. 19,26-27
María
era la mujer predestinada, la mujer por excelencia, anunciada ya en las
primeras páginas del Génesis, el primer libro de la Sagrada Escritura. ” ¡Mujer,
ahí tienes a tu hijo”!
Juan será tu hijo. Él se encargará de
tu sustento. Yo me voy a mi Padre, pero no te dejaré sola, abandonada en el
mundo. Juan se encargará de ti.
Y
desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa
San
Juan en aquel momento era el represente de toda la humanidad. Nos estaba
representando a todos y a cada uno de nosotros. Y cuando Jesús le
dijo:” ¡Ahí tienes a tu Madre”! nos
lo dijo a todos
Cuarta Palabra: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” Mateo. 27,46
Cerca
de la hora de nona, o sea, cerca de las tres de la tarde. Nuestro Señor
Jesucristo pronunció la cuarta palabra desde lo alto de la cruz. Las cuatro
últimas palabras las pronunció en pocos instantes, en contados minutos, muy
cerca ya de las tres, a punto de morir. Dice el Evangelio que a partir de la
hora de sexta, o sea, desde las doce de la mañana, cuando crucificaron a Jesús,
densas tinieblas que se iban haciendo por momentos más espesas envolvieron la
cumbre del Calvario, Diríase que el sol se ocultaba horrorizado para no
presenciar aquel espantoso crimen.
Después
de esto, sabiendo Jesús que todo se había cumplido, para que se cumplieran las
escrituras dijo la
Quinta Palabra: “Tengo sed”. Juan. 19,26
Era
muy natural que Jesucristo tuviera una sed ardiente. El sudor de sangre en
Getsemaní, las terribles torturas y la pérdida de sangre de la flagelación, de
la coronación de espinas, de la cruz a cuestas y de la crucifixión. En lo alto
de la cruz iba perdiendo gota a gota la sangre divina de sus venas. Probablemente
hacia las tres de la tarde, tanto Nuestro Señor Jesucristo como los dos
ladrones que estaban crucificados, el uno a su derecha y el otro a su
izquierda, tenían cuarenta grados de fiebre.
Y pusieron en una caña una esponja
llena de vinagre y se la acercaron a los labios y cuando probó el vinagre Jesús
dijo:
Sexta palabra:
“Todo está consumado” Juan. 19,30
Estaba
profetizado que entraría triunfante en Jerusalén sobre un pobre borriquillo. Y
cinco días antes, el domingo de Ramos, entró triunfante en Jerusalén, sobre un
pobre borriquillo. Estaba profetizado que sería vendido por treinta monedas de
plata. Y en el pavimento del templo estaban todavía las treinta monedas de
plata, precio sacrílego de la traición, arrojadas por el traidor Judas, Estaba
profetizado en el salmo 21 que se burlarían de Él: lo acababa de recordar el
mismo Jesucristo: «Mueven sus cabezas en
son de burla... ¡Sálvele Yahvé, puesto que dice que le es grato!... Mi lengua
está pegada al paladar... Han taladrado mis manos y mis pies y se puede contar
todos mis huesos... Se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi
túnica».
Todo
se había cumplido al pie de la letra. Faltaba un detalle. El salmo 68 dice
expresamente: «Y en mi sed me dieron a
beber vinagre». Y en aquel momento, el soldado, con la lanza, le daba a
beber vinagre. Y Cristo, recorriendo todas las profecías del Antiguo Testamento
y viendo que se habían cumplido maravillosamente todas en Él, lanzó un grito de
profunda, de íntima y entrañable satisfacción: « ¡Todo está consumado, todo está cumplido!”
Y Séptima Palabra:
“Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu” Lucas. 23, 46
Se
ha ido desangrando poco a poco: «gota a gota», como dice Séneca que morían los
crucificados. El rostro de Nuestro Señor Jesucristo se está transfigurando por
momentos. Carne blanquecina que se vuelve violácea. Cejas hundidas. La nariz
que comienza a afilarse. Los labios que se adelgazan...
Y levantando sus ojos al cielo clamó con una
gran voz: «Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu». E inclinando la cabeza expiró, murió.
Al
instante un terrible terremoto sacude la roca del Calvario. La cruz de Cristo
se balancea violentamente por la tremenda sacudida. La gente huye alocadamente.
El velo del templo se rasga de arriba abajo. El Centurión se golpea el pecho: «Verdaderamente éste era el Hijo de Dios».
Los muertos resucitan. La Virgen María contempla aterrada, angustiada y
dolorida el espectáculo... en aquellos momentos pudo ya, por fin, acercarse a
la Santa Cruz. La cruz era muy baja, se levantaba escasamente medio metro sobre
el suelo; de manera que la Santísima Virgen, para besarle los pies a su divino
y querido Hijo, tuvo que inclinarse, acaso hasta ponerse de rodillas. Creo
que incorporándose poco a poco, llegaría
a tocar con sus labios a la herida de su Corazón.
SÁBADO
GLORIA Y DOMINGO DE RESURECCIÓN
Con
los oficios del Sábado Gloria la Iglesia levanta el luto por el duelo de Jesús.
Los cantos de gloria y alabanza suenan esa noche durante la Vigilia Pascual. Es
la noche de la bendición del fuego nuevo y del agua, lecturas y profesión de fe.
Esta
Vigilia Pascual es la fiesta más importante para todos los católicos, porque la
Resurrección de Jesús adquiere sentido
toda nuestra fe. Aunque esta se celebra el sábado por la noche, es considerado
litúrgicamente Domingo y es allí donde se inicia el día de la Resurrección.
Volvamos
a los hechos.
Y
pasado el sábado, al alborear el primer día de la Semana, “las mujeres” María Magdalena y la otra María, la de Santiago y Salomé… Otra
vez las mujeres son las primeras, las que no le abandonan, las que acuden a
embalsamarlo, ellas son las que le dan la noticia “a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos”.
Son
las que avisan a Pedro y al discípulo amado. “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han
puesto”. Este llega antes que Pedro, “se agachó y vio los lienzos en el
suelo, pero no entró”. Después llegó Pedro y entró en el sepulcro viendo que el
sudario no estaba con las vendas, sino aparte y doblado. Entrando a su vez el
discípulo que llegó primero, vio y creyó.
“Y en la tarde de aquel mismo día, el primero de
la semana estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde
se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les
mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús
les dijo otra vez: «La paz con vosotros.
Como el Padre me envió, también yo os envío.»
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Y con este mandato y haciéndome eco de las palabras de nuestro
párroco en el segundo domingo de Cuaresma, termino: “Sin Cruz no hay Resurrección ni
Gloría y sin Resurrección no vale la Cruz”
Muchas
Gracias
ANDRÉS MARÍN SÁNCHEZ