lunes, 27 de mayo de 2019

LUGARES, ACTIVIDADES, NEGOCIOS: LOS SASTRES, MODISTAS, ZAPATEROS.


LOS SASTRES



         Desde siempre en nuestro pueblo ha habido personas que han tenido habilidad para hacerse o arreglarse su vestimenta. A veces necesitaban la ayuda de gente más experta en el tema para que le cortase la tela, con patrones o no, que luego le servía para ellas mismas se cosieran la ropa. La mayoría de las personas, mujeres a amas de casa, sabían reparar los desperfectos que con el uso se producían en sus modestas vestimentas. Lo mismo que hoy día todavía siguen habiendo las que se fabrican tricotando sus jerséis, bufandas y algo menos los calcetines de lana e incluso guantes de este tejido.

         Pero los sastres eran necesarios para, al menos cortar la tela para los trajes de los hombres o algunas de sus partes por separado, pantalones, chalecos o chaquetas. Las personas más pudientes acudían a otros pueblos, donde había sastres reputados en su oficio como en Beas y si apuramos más en Úbeda o Jaén, para hacerse o comprarse sus trajes para los grandes acontecimientos, normalmente las bodas.

         El único sastre del pueblo que yo conocí, no se si había existido algún otro, fue el abuelo de Adriano Herreros que me parece que se llamaba lo mismo que el nieto. Este vivía al final de la calle Rosales, detrás de los pisos de Basilio. Hoy sus descendientes, su nuera, siguen viviendo en ella.
Casa del Sastre


         Este hombre que yo ya conocí mayor, era una persona delgada y enjuta que ya padecía los síntomas del Parkinson con sus manos temblorosas. A los chiquillos de mi edad nos extrañaba que con esos temblores pudiese cortar las telas sin torcerse y no pincharse con las agujas cuando cosía.

         Me acuerdo que a los varones los cortaba y hacía trajes o chaquetas a medida, las mujeres se las hacían las modistas. Unas veces íbamos a su casa que nos tomara medida y se le llevaba la tela para cortarla. Una vez cortada, a las madres o abuelas que sabían coser, se las devolvían para que estas terminaran la obra. Otras veces estos cortes pasaban a modistas más o menos experimentadas que la cosían. Una  de las últimas veces que me hicieron algún trajecillo, este sastre acudió a la casa de mi abuela a tomarme medidas y no solo a mi sino algún que otro primo.

         A finales de los sesenta murió esta persona y nadie de su familia siguió con el oficio.

         A principios de los sesenta se abrió una sastrería o sucursal de ella en la calle Bolea en el lateral de lo que es el bar la Puerta del Sol, en la misma habitación que estuvo la barbería de un tal Reyes, comentado con anterioridad. Esta sastrería era la de Pineda de Beas regentada por un hijo. En la de Beas la llevaban dos hermanos. Después de la calle Bolea, se trasladó esta sastrería a la calle Carretera en los bajos de la parte derecha de la casa de José Camposanto, hoy casa y tienda de Juan Diego. La parte izquierda de esta casa, junto a la papelería de Pepe, estaba ocupada como hemos dicho con anterioridad por la barbería de Ramón Marín.
En este edificio y en la misma habitación que estuvo la barbería de Reyes abrió su sastrería Pineda


         Tuvo la sastrería Pineda algunos años bastante buenos cosiendo trajes sobre todo. Desde mediados de los sesenta hasta unos diez años después, estuvo de moda llevar la gente joven traje, no solo para las bodas de algún familiar, sino también para cualquier día de fiesta incluso los domingos. De esto lo se bastante bien, pues con 16 ó 17 años teníamos que llevar traje o al menos chaqueta en los exámenes y por culpa de ello me costó caro con una asignatura, la química. Estos exámenes eran siempre en junio o septiembre, época que con el calor nos molestaba llevar chaqueta.
En la casa de la izquierda, que fuera de José Camposanto, en la puerta de la derecha estuvo la sastrería Pineda

         Pero a mediados de los 70, la moda fue cambiando en los jóvenes y ya no llevábamos los trajes tan a menudo. También en el pueblo se podía comprar ropa confeccionada de moda y más barata que la hecha por encargo, en tiendas como la de Ortega o la antecesora de modas Toni, la de su tío Cándido el mantero. Al haber o disponer en aquellos tiempos mejor comunicación con las ciudades más cercanas como Úbeda, la gente del pueblo empezó a comprarse su ropa de fiesta para los grandes acontecimientos como las bodas en ella. Los trajes ya estaban hechos, se probaban y si te estaban bien y te gustaban las hechuras te los traías de vuelta a casa. Algunas veces solo había que meterle los bajos de los pantalones. Para esto siempre habría alguien cercano que supiese hacerlo.
La tienda del Mantero


         Por esa época de mediados de los setenta cerró la sastrería Pineda aquí en Arroyo, la de Beas siguió algunos años mas con los otros dos hermanos, pero bajando mucho el trabajo de prendas confeccionadas a medida.



LAS MODISTAS





         Como he dicho al principio, siempre ha habido mujeres en nuestro pueblo que sabían coser vestidos. A finales de los años sesenta hubo bastantes personas que se dedicaban en nuestro pueblo a hacer trabajos por cuenta ajena. Había personas de edad que se sacaban su jornal cosiendo para otras. Hubo también de unas más jóvenes, que además de coser tenían a jóvenes como aprendices del oficio que incluso pagaban como si fuese una academia de corte y confección.

         De estas modistas más o menos experimentadas no voy a hablar por si me dejo alguna. Pero hasta hace poquísimo tiempo ha habido mujeres que seguían haciendo estos trabajos en sus casas. Si voy a hablar de dos de ellas, las más antiguas del lugar y por tener mi familia mayor relación desde antes de yo existir con el trabajo y la cercanía de ellas.

            Empezaré con la que creo las más antigua o mayor de edad, la Aurelia. Esta mujer, que yo sepa, estuvo viviendo primeramente en la carretera en una casa que en la riada de 1935 se la llevó o derrumbó el agua del arroyo. En el mismo lugar, varios años después casi veinte, construyó José Camposanto su casa y ahora es de Juan Diego y aquí tiene su tienda. Y como hemos hablado anteriormente hubo varios negocios, bar, barbería, sastrería, bar otra vez, tienda de electrodoméstico, video club, oficina de correos, etc.
Casa que fue de Aurelia en la calle de Las Piedras

         Luego, cuando yo la conocí, tenía su casa en la calle Las Piedras y su patio se montaba encima de la cueva del ojanco en la casa de Sietegibas. Su marido era Victoriano y era muy aficionado a los toros. Se corrían leyendas de sus aventuras o desventuras taurinas por los pueblos de La Mancha. El último de su familia que estuvo viviendo en esta casa fue su hijo Isidoro, el albañil, y al poco de morir la casa cambió de manos a otros propietarios. De esto hace alrededor o algo menos de diez años.

         Aurelia no solo cosía ropa de mujer, sino también de niños más o menos grandes y de hombre. Muestra de esto lo tenemos de testigo en una foto de un programa de las fiestas de San Francisco del año 2003 ó 2004. En ella se ve el paseíllo de un festejo taurino de principios de los años cincuenta en la cooperativa. Las trajes de los toreros fueron diseñados y hechos por esta modista para esos toreros, entre ellos me parece un  hijo suyo y otro, el que yo conocí, Pedro Herreros. Su nieto del mismo nombre trajo esta fotografía cuando toreó un San Francisco aquí con el nombre de Lumbrerita, el segundo apellido de su abuelo. Hoy día, ya matador, se pone en los carteles como Pedro de Flora, no se si por su abuela paterna o su madre.
Toreros vestidos por Aurelia


         La otra modista fue María la Romera. Esta mujer tenía su casa en la calle del Rió, entre la de mi tío Carrasco y la de Alfonso Ruíz del Sol, mas conocido como Chanes.

         Esta mujer era viuda desde la guerra y con un hijo que tenía una minusvalía en una pierna. La  tenía como atrofiada como si fuese sido a causa de una poliomielitis desde muy chico. El apellido Romera no era suyo, era de su marido. Y como cualquier viuda de aquellos tiempos después de la guerra tuvo que ingeniárselas para poder alimentarse ella y su hijo. La costura fue su salvación. 
Casa abandonada donde vivió la familia Romera


         Trabajaba de una manera muy curiosa. La gente la llamaba para que le cosiera toda clase de ropa, ya fuese nueva o reparar la vieja, en la misma casa de la clienta. Se le daba de comer y cobraba una pequeña cantidad de dinero por su trabajo. Cuando yo la conocí y me enteré como cobraba, su hijo ya era bastante mayor y se las arreglaba bien solo, pero tuvo algún tiempo de que el hijo acudiese a comer a esas casas o que la madre al final del día le llevase algún plato de comida de la casa donde estaba cosiendo.         
         Me acuerdo de unos de los últimos trabajos, quizá el último, que hizo en mi casa. Fue una cazadora de pana que me cosió ya metidos en los años 70.

         El hijo, ya mayor, se dedicaba en estos tiempos de matanzas a matarife por las casas que lo llamaban. Todo esto a pesar como he dicho de tener una minusvalía en su pierna. Cada vez que veo en la tele a Mariano Mariano, me acuerdo del Cojo Romera que era como se le conocía. Otro día volveremos a hablar de él en otra actividad desaparecida.
         Por último Hablaré de otra modista llamada Bernardina que vivía en la calle Rosario al lado de la fragua de Los Berrios, sino me equivoco hoy está la casa de Navarrete.
La casa de la modista Bernardina era la más baja que está detrás de esas personas de la foto.






LOS ZAPATEROS



Siguiendo con el hilo conductor anterior, el hijo de la modista María la Romera, el llamado Cojo Romera, nos vamos a dedicar ahora a los zapateros llamados también zapateros remendones.

         En nuestro pueblo ha habido tiendas que vendían, entre otros productos, zapatillas, zapatos o botas. Esto ya lo hemos hablado al relatar las tiendas que hubo en el pasado. Pero también ha habido hasta hace muy poco tiempo, un mes escaso, tiendas exclusivamente de zapatos. Las dos últimas se han ubicado en el mismo local, en la calle Carretera al lado de congelados Fajardo regentados por Antonio Serrano. Esta casa donde estuvieron las zapaterías es también de la familia Serrano, la mujer de Emiliano es la que vive en ella.
Zapatería Marisa y Sheila


         Hace unos años su hija puso la zapatería en los bajos de la casa. Y estuvo abierta hasta un poco antes de que se pusiera en funcionamiento el hospital del Puente de Génave. Pues la propietaria de la zapatería trabaja en la administración del hospital desde su puesta en marcha.

         Este local pasó unos pocos años a ser una tienda de electrónica y componentes informáticos. Y este año volvía a abrirse como zapatería con el nombre de Sheila.

         Pero el oficio de arreglar los desperfectos de los zapatos o de zapatero remendón es el que nos vamos a dedicar a contar hoy.

         Los zapateros que ha habido en el pueblo, excepto el que hay hoy en día, eran cojos. O le faltaba alguna pierna o tenían problemas motóricos en sus extremidades inferiores como eran los que vamos a recordar.

         El más antiguo de ellos fue Vicente el Cojo. A este hombre le faltaba una pierna y siempre se desplazaba con su muleta de madera y hasta bailaba apoyándose en ella. Su lugar de trabajo, el que yo conocí, era el portal de su casa que estaba, y está todavía, en la calle Nueva. Esta casa sigue siendo de su familia y su hija Angelita, de vez en cuando, vive en ella.
Casa de Vicente Moya 


         El olor a betunes, a sebo o manteca para encerar las hebras o hilos de Agramante, todavía parece que me dan cuando paso cerca de esta casa. El ruido del martillo al clavar las suelas sobre el pequeño yunque en forma de pie donde se remachaba las puntas de los clavos. Las diferentes hormas de madera que le servían para dar forma a los zapatos o para estirarlos o hacerlos más anchos para que le estuviesen bien al propietario. Todo esto me viene a la memoria cuando recuerdo a este zapatero.

         Vicente, también, se dedicaba a ser el vendedor o expendedor de las entradas en las taquillas de las verbenas o cuando no era también el portero. Como he dicho anteriormente su falta de pierna no le afectaba para no estar, no solo en las verbenas e incluso bailar, sino para estar por las calles viendo los toros de San Marcos.

         Otro zapatero, posterior a este pero a coetáneo a la vez, fue Andrés Samblás, mas conocido como Andrés el Bizco.

         Su cojera, o falta de una pierna, le llegó siendo ya mayor por unas heridas mal curadas que se fueron cada vez agravando hasta provocar la amputación de la pierna. A principio de los años 50 todavía no estaba cojo. El año 53 trabajaba con mi padre en el yesar y estuvo algunos meses de ese año haciéndose cargo de él y de los demás trabajadores que allí había. Esto lo se porque mi familia se sentían agradecida cuando en mi casa salía a relucir su nombre. Hasta el accidente de su pierna, era el mejor conocedor del cerro Portazgo. Se lo conocía a la perfección, esto se debía por haberse criado en él, lo mismo que su familia.

          Su lugar de trabajo como zapatero lo tenía en la casa de su hermano en la calle Rosales. En ella hacía sus trabajos hasta los días cercanos a su muerte.

         El tercer zapatero y último, hasta el que hay hoy día, fue el Cojo Romera con el que abrimos esta actividad.

         Era el más joven de los tres y soltero igual que el anterior, Andrés. A este no le faltaba ningún pie, sino como ya dije anteriormente tenía una minusvalía en una pierna que le impedía andar con normalidad. Tenía la pierna como atrofiada provocada por una enfermedad infantil como la poliomielitis.

         Su taller lo tenía en su casa en la calle del Río en el nº 8 ó 10. A este zapatero costaba a veces dar con él en este negocio. Y a veces tenías que ir a recoger algún trabajo o a llevárselo a arreglar varias veces por no haber nadie en él. Su madre, con la que vivía, hacía su trabajo fuera de casa y volvía a ella después de haber cenado en la casa donde estuviese cosiendo.

         También en esta época ya dije anteriormente que se dedicaba a ir por las casas haciendo de matarife y los arreglos de los zapatos se quedaban aparcados por algún tiempo de más de lo normal. A pesar que este zapatero estaba me pillaba más cerca que los otros dos, no me gustaba llevarle por todo eso los zapatos que mi madre me mandaba arreglar.

         Corre por ahí, una fotografía del equipo de fútbol que había en el año 1958. En ella, los futbolistas que se ven, algunos han desaparecido ya y la inmensa mayaría de los vivos no viven en el pueblo, valga la redundancia. Digo esto porque cuando se equiparon, por cierto con unas camisetas del Barcelona, este zapatero Romera, les puso los tacos a las zapatillas que se compraron con la equipación. Estas zapatillas eran alpargatas con cintas y él les puso unas tiras de cuero en la suela para que hiciese el oficio de los tacos de las botas. Yo lo vi alguna vez con esta equipación jugar al fútbol a pesar de su minusvalía. Esto sucedió en el campo que jugaban de la calle Santa Catalina. La foto está echada en la parte trasera de las casas de la Carretera que dan a esa calle: el portón de la posada, la de José Gilabert, e incluso la de Germán.

       Viendo hoy día el espacio que ocupaba este campo, resulta ridículo ver como podían jugar en un espacio tan reducido. Su anchura era la de la calle más el espacio que ocupan las casas del lado izquierdo. Su largura llegaba hasta la casa de los hermanos Heredia Lumbreras que entonces era de su abuelo Juan. Lo que pasa que había en la parte derecha algunas casas sin hacer y allí se ponía los espectadores.

         Bueno que me estoy yendo a otro tema que no es de zapateros aunque si tienen que ver también con los pies.


domingo, 26 de mayo de 2019

LUGARES, ACTIVIDADES, NEGOCIOS: BARBERÍAS, FERRETERÍAS Y DROGUERÍAS


LAS BARBERÍAS



        

         Siguiendo con las profesiones o actividades que ya no se dan enlazándolas con las anteriores tenemos la  de los barberos.

         No se desde cuando había barberos en nuestro pueblo, pero ya en el siglo XX hay constancia de que había en este lugar personas que se dedicaban a este profesión.

         El primero que he oído hablar de él, fue el maestro Placido. Este barbero y practicante, ejerció como tal antes de la guerra Civil. Ya en el 1935, cuando la inauguración de las fiestas de San Francisco, se dio a conocer por su participación activa aunque no deseada de esa manera. Fue protagonista en el festejo taurino de esas fiestas al ser actor sin su consentimiento del tercio de banderillas. Cuando el banderillero aficionado, el alcalde pedáneo Víctor Romero, huyendo del toro le clavo las banderillas en el trasero del practicante que aquel día ejercía de cirujano en el festejo.

         En épocas pasadas los barberos eran o ejercían de practicantes o ateeses y de dentistas o sacamuelas como se les llamaban. Este hombre ejerció, como el más puro representante del oficio, de estas atribuciones.

Otro barbero fue Pepe conocido también por este sobrenombre. Era el marido de Juliana Luna y tenía su casa, la familia los Lunas tenían varias, en la calle Carretera donde por casualidad de la vida hoy día hay una consulta de dentista aunque él la barbería la tenía otra en la misma calle en la que hoy vive su sobrina Mari Luz.

         El padre de los Lumbreras, Luis, Mari Luz, Juana y Caridad, puso una barbería también en la calle Carretera, hoy casa de la familia Gómez, en la esquina de esta con la carretera de Fuentebuena. Esto sucedió después de la guerra en los años cuarenta. En esta barbería un joven aprendiz se hizo también barbero y siguió ejerciendo por su cuenta llamado Montoro que con el tiempo formó parte de mi familia al casarse con una prima de mi madre. Al acabar los años cincuenta dejó esta actividad en el pueblo y se marchó a Valencia.
La casa de la derecha era donde vivían la familia Lumbreras y tenía la barbería


         Otro barbero y sacamuelas fue Basilio Espinosa que estuvo ejerciendo de este oficio hasta entrado los años sesenta. A principio de estos años se dedicó a su comercio de tejidos y como despacho de las quinielas. Su casa estaba en la calle Rosales nº8, la que está enfrente del callejón que une esta calle con  la Carretera.  
Casa y tienda de Basilio


          En los últimos años de los cincuenta hubo otro barbero que le llamaban Reyes. Tenía la barbería en la calle Bolea en el edificio del bar Puerta del Sol, entonces a nombre de su propietario Paco Luna. Ocupaba una habitación en lo que ahora son los servicios del bar. Me acuerdo que aquí me llevaba mi abuelo a pelarme, todo esto antes de 1960.

Debajo del aire acondicionado se nota todavía donde estuvo la puerta de esta barbería

         En estos años sesenta fue cuando más barberos había en el pueblo. Uno de ellos fue Paco Torres, el de Bernardo. Este tenía la barbería en la calle Carretera junto al bar de la familia. Hoy día es la casa de su hermano Antonio. Después de cerrar en los años 70 la barbería, siguió haciendo uso de su oficio en el Puente de Génave y en el pueblo atendía a algunos de sus vecinos ya mayores. Este fue el padre de la peluquera Marita, al que algunos de sus amigos le llamaban el Maestro Tijeras.
La cuarta casa empezando por la derecha, la mas baja, era la casa de Bernardo y donde estaba la barbería


         Otro de los años sesenta fue Ramón Marín. Este tuvo la barbería en la calle Carretera en la casa que fue de José Camposanto, en la habitación de la parte derecha de dicha casa más cercana al arroyo. Cuando partieron la casa familiar de su mujer Isabel, puso su barbería en los bajos de la parte que le correspondió. Aquí se hizo barbero su hijo hasta que se independizó al casarse y poner su barbería en Orcera.
Barbería de Ramón Marín, a la derecha.


         Cuando faltaba o se daba de baja por alguna enfermedad o imprevisto, le sustituía algún que otro barbero aficionado como a veces lo hizo mi pariente Manolo Heredia. Este sucedió algunas veces cuando tenía la barbería en la primera ubicación en la casa en la que hoy día tiene su negocio de electrónica Juan Diego. Eran los años sesenta.  

          También hubo épocas que mi pariente Manolo Heredia ejerció por libre de barbero. En aquellos años sesenta abrió una barbería, aunque por poco tiempo, en la calle Carretera. No se si era la casa de Antonio Martínez o la del lado, Mari Luz Luna. Otras veces acudía después de echar su jornada en otros oficios a algunas casas a pelar por encargo. A mi particularmente me pelaba en mi casa hasta mediados de los años sesenta.
En una de estas dos casas tuvo su barbería Manolo Heredia

         Acabándose estos años llegó a abrir su negocio de barbero otro Ramón, Rodenas. La barbería o peluquería de caballeros como ya se empezaba a nombrar la tuvo en varios sitios. El primero fue en la calle Carretera, en la casa que era de la familia Nievas, hoy de Tomas Gómez Bueno. Aquí empecé a ser cliente habitual suyo. 
La habitación de la izquierda de la foto estuvo la barbería en sus comienzos de Ramón Rodenas

        Al poco tiempo la puso en la calle Bolea si no me equivoco nº 10, junto a la casa de la panadería Almagro. En este lugar estuvo bastante tiempo hasta poder instalarse en su casa de la calle Carretera al lado de la tienda de la fotógrafo Anabel. 
La Barbería de Ramón en la Calle Bolea

     En su momento fue el barbero de más existo entre los jóvenes del pueblo y de los alrededores. Su enfermedad hizo que dejase el negocio antes de tiempo. Puedo decir que fui uno de sus primeros clientes y uno de los últimos que atendió antes de cerrar la barbería. Era finales de año y me dijo que ya no iba a pelar a nadie porque no podía aguantar pelando mucho tiempo seguido, si no fuese por algún compromiso.

Casa y barbería de Ramón Rodenas

         También a finales de los sesenta hubo otro simulacro de barbería, digo esto, porque duró poco tiempo como local abierto al público aunque se hiciesen trabajos en las casas de los clientes. Fue el barbero Miguel López Galarzo. Tenía la barbería en el portal de entrada de su casa, pues los bajos de ella estaban lo que hoy es el bar La Parada  y más adentro el salón de bodas de esta familia formada por el padre Pedro Miguel el municipal y su mujer Genara. De esta familia ya hemos hablado en otros apartados de sus actividades de bar, salón de bodas y de pensión.
En el pasillo de la casa tuvo la barbería Miguel

         Y para ir acabando con esta actividad nos queda el último barbero o mejor llamado peluquero, Esteban Torres. Hace relativamente pocos años tuvo su peluquería en la calle Carretera en el mismo local donde después lo tendría  Pedro Guillén hasta septiembre de 2018 que se jubiló. 


Esteban quizá fuese el primer peluquero que aprendió en una academia de peluquería de este pueblo. Pues otro de los peluqueros o barberos actuales Javi es algo más joven que él. Casi todos los barberos antiguos aprendieron el oficio en la mili o se perfeccionaron allí. Otros fueron aprendices de otros barberos.
En esta casa tuvo la primitiva barbería Pedro Guillén


En las barberías acudían los clientes no solo que se  les pelara o afeitara, sino también a pasar el rato hablando con los otros clientes o a leer el periódico que en estas barberías tenían contratado. En las antiguas, a la de Paco, también conocido como paco el de la Elisa, o la de Ramón Marín, estaban suscritos al periódico ABC. Este periódico se leía con un día de retraso, que era el tiempo que tardaba de llegar de Madrid aquí, llegaba en el correo o mejor dicho en la Alsina Graell de las tres de la tarde. Este autobús,  Alsina Graell, era el correo o mejor dicho el vehículo que hacía de correo como de transporte de personas y mercancías de este pueblo con el exterior. Había dos líneas: una pasaba a las siete y media de la mañana que salía de Siles y llegaba hasta Granada y otra de vuelta que pasaba a las tres de la tarde.

Las colas en las barberías de los años sesenta eran muy habituales, sobre todo por las tardes. Porque no solo se cortaba el pelo, sino que también era muy usual que se afeitase también en ella sobre todo a las personas mayores o ancianas eran los que más usaban este servicio. A causa de estas colas yo dejé de asistir a alguna de ellas porque me sentí engañado alguna vez en el turno de espera. Y eso que algunas, como la de Ramón Marín, tenían una tabla colgada en la pared con números hechos con monedas de perra gorda para coger o pedir la vez.

LAS FERRETERÍAS Y DROGUERÍAS

Las tres ferreterías que hay hoy día en el pueblo están regentadas por personas relativamente jóvenes. Pero antes que estos ferreteros, hubo en nuestro pueblo otros tres que no tienen o tuvieron relación con los actuales menos la ferretería de Jesús Llavero que es heredera de otra anterior que fue la que estuvo más tiempo funcionando.

Me estoy refiriendo a la de José Medina. Este ferretero era tío de Jesús, su mujer todavía vive. Tuvo la tienda primeramente ubicada, también en la calle Carretera, en la antigua casa familiar de su suegro Luis Blanco, hoy la tienda de electrodoméstico  JM, en la esquina con el callejón que conduce a la calle Villa Luz. 
Primitiva ubicación de la ferretería de José Medina

Después la trasladó al sitio actual, en los bajos de su casa o vivienda. Este hombre, José Medina, era un hombre que te daba la receta para cualquier cosa que se pudiese apañar con los productos que él vendía. La sosa que se necesitaba para hacer jabón, o la cantidad de polvos que había que echar a los tomates para conservarlos. O como las curas, que había que hacer con los polvos químicos que vendía a granel, para atajar las epidemias de los productos agrícolas. Si es no disponía del remedio se ponía en contacto, o te ponía a ti, con otro colega suyo de Beas, Olegario. A cuantos chiquillos que ahora tienen más de cincuenta años le atendía cuando iban con su botella de cristal que a comprar aguarrás, flix u otro liquido toxico que vendía a granel o productos para lavar como los polvos de Ese o los jabones lagarto.
Casa y local comercial de José Medina y hoy negocio de su sucesor J. Llavero.

Otra ferretería antigua, fue la de Roque Gilabert. No se si empezó a funcionar antes que la de José Medina. Estuvo ubicada en la casa de Roque en la calle Carretera, junto a la de la farmacia. Cuando reformó entera esta casa dejó este negocio dedicándose solo a la agricultura y a su fábrica de materiales de construcción como ya hemos hablado con anterioridad.
La ferretería de Roque estaba en la casa de la izquierda y en la del centro sería la droguería y casa de Paco el Mancebo.


Otra droguería, porque de ferretería no tenía nada, fue la de Paco el Mancebo. Se le llamaba así porque estuvo varios años como dependiente o mancebo de la Farmacia. Llegó aquí, todavía soltero para ejercer en la farmacia esta actividad. Después de casado puso su negocio de droguería y pintura en una habitación de la casa donde está ubicado el bar Puerta del Sol al lado de este junto a la puerta de entrada al edificio. Después se trasladó a lo que sería su casa, al lado de la de Roque Gilabert. Esta casa era del tío Fernando Hornos y Paco se la compró a sus herederos. A finales de los años 70 o principio de los 80 cerró el negocio y se trasladó a vivir a Jaén.    
En la habitación de la derecha estuvo la droguería de Paco

lunes, 20 de mayo de 2019

LUGARES, ACTIVIDADES, NEGOCIOS: LOS TALABARTEROS, HERRADORES Y ESQUILADORES


LOS TALABARTEROS





             Al hilo de lo dicho anteriormente sobre los muleros, gañanes y arrieros, hablaremos de otro oficio que desapareció del pueblo al principio de los años cincuenta: el de talabartero

         Antes de hablar sobre quien se dedicaba a este oficio y donde se daba o estaba ubicado, hablaremos de lo que es la talabartería.

         La talabartería o guarnicionería es el arte de trabajar diversos artículos de  cuero guarniciones para caballerias. La guarnición son todos los elementos de la espada que sirven para sostenerla o para proteger a la mano o manos que la empuñan, así como a la fabricación o arreglo de sillas de montar de caballería, albardas y aparejos: las monturas para los caballos y las albardas y aparejos para burros y mulos.

Se suelen usar otros materiales además del cuero como la lona, lanas gordas denominadas estambre con las que se elaboran las guarniciones o dibujos sobre las monturas o aparejos e hilos de colores.

La persona que se dedica a la guarnicionería recibe el nombre de guarnicionero o talabartero.

         Dicho esto, en nuestro pueblo hubo, como ya he dicho al principio, un talabartero. Este tenía su casa y negocio en la calle Carretera, como era natural en aquella época, en la casa que hay junto a la tienda de muebles Ortega. Esta casa pertenece a los nietos de la última propietaria de ella, Sebastiana  Ortega. 
Casa del talabartero al lado de la peluquería Marita.


      Esta familia ya vivía allí cuando sucedió la riada del 1935 y por cuyos balcones salieron algunos animales llevados por el agua como unos gorrinos que llegaron a cruzar el río Guadalimar en su confluencia con el arroyo. El padre se llamaba Sebastián con el sobrenombre del talabartero y uno de sus hijos me parece que se llamaba o se llama Cesar. De este había una leyenda de que había ido a Madrid montado en bicicleta. Lo que no se sabe es si fue en un solo día o en varios. Varios años después lo conocí, una de las veces que  vino al pueblo de visita, con su bicicleta, u otra nueva, de carrera.

         Con el dejar esta actividad de funcionar en el pueblo, los mismos muleros y propietarios de los animales de carga, tuvieron que negociarse las albardas y aparejos de sus bestias en otros lugares como en Beas y en la feria de La Puerta o hacérselos ellos mismos, más bien arreglárselos.

         Pero no solo de albardas y aparejos se necesitaban para hacer las tareas los burros y los mulos. Había que tener para los trabajos en el campo otros arreos o utensilios para llevarlos a cabo. Entre ellos teníamos los serones, agüeras, capachos, atarres, bridas, cinchas, etc. Todos estos arreos de las bestias eran hechos con esparto.
Albarda


         El esparto normalmente lo traían de provincias limítrofes en crudo. Los manojos de esparto en crudo había que domarlos a golpes con un mazo para que el tallo al machacarse con él, se pudiese trabajar mejor a la hora de hacer los utensilios anteriores. A base de trenzar hilos se hacía la pleita que era la base para casi todos los objetos que hemos hablado: serones, agüeras, atarres, cinchas o capachos. También se hacían las sogas que se usaban para atar las cargas o las mismas caballerías como las bridas y algunas trabas. Las de las patas normalmente eran cadenas con un broche especial, una aro circular de unos dos centímetros y en otra punta de la cadena una cruceta que se metía dentro de él.

         Estos trabajos de esparto lo hacían los muleros cuando no salían a faenar al campo por causa del mal tiempo o por no haber alguna otra actividad disponible en ese momento. También se hacía en las largas trasnochadas al lado de las lumbres a la espera de echar el pienso a los animales.



Burro con serón


Casi todo en mundo de nuestro pueblo sabía hacer alguna labor con el esparto, por lo menos hacer sogas. Otros más expertos, además de lo ya dicho, vestían botellas de cristal, damajuanas o garrafas y hasta botijos. También hacían barjas o seretas, para llevar la merienda o esparteñas  como calzado para el campo, solían durar seis meses aproximadamente si se usaban para el trabajo todos los días.

Voy a enumerar una serie de objetos hechos con esparto como los siguientes:

-                    El cebero que se hacía con un trenzado de pleita y se utilizaba en las cuadras colgándolo en la pared junto al pesebre, se le echaba en su interior grano, habas, etc., que la caballería cogía cómodamente levantando la cabeza.

-                          Cubiertas hechas con cinchillos trasmallazos.

-                          Cuerdas. Atillos y sogas. El atillo se hacía con esparto cocido se torcía en vez de trenzarlo no teniendo excesivo grosor. Si el volumen era considerable se le llamaba soga. El primero se utilizaba para atar los hace de la cosecha y la soga en las norias, albañilería y ciertos tipos de acarreos para el ganado vacuno y caballar.

-                          Espuertas, se hacían con esparto crudo trenzado pleita. Según su tamaño se podía nombrar como terrera, cuartillera, de media fanega y esportón.


-                           Estera se hacía con grandes rollos de pleita.

-                          Frontiles se ponían en la frente de las bestias para evitar el roce de la coyunda, con un almohadillado interior y con unos hilos colgantes para ahuyentar a las moscas.

-                          Fundas para hoces.

-                          Lía, tranzado de tres cabos de esparto cocido que tiene más resistencia que la tomiza o madejilla, de anchura 1 cm. Se utiliza para atar toda clase de objetos.

-                          Posillos o posones, es una especie de asiento confeccionado con una serie de pleitas de esparto crudo.

-                          Tomiza o madejilla es una trenza de esparto crudo hecha con tres ramales de 1 cm. de anchura, para atar leña, mies y hacer bozales.
Bozal


-                          La sera confeccionada con esparto crudo cosiendo una pleita con otra y con cuatro asas en el borde superior de forma horizontal y dos en vertical en el centro de su cuerpo. Estaba destinada para el transporte personal.

-                          Los serillos, hechos con esparto crudo, se utilizaban como alfombras de pie de cama y como felpudo. Los valeos eran serillos redondos servían, entre otras cosas, para colocarlos debajo de las sillas cuando las mujeres se sentaban en el invierno a coser al sol, aislándoles de la humedad.

-                          Y el soplillo, que se hacía con esparto crudo, con un trozo de pleita y tomiza. Servía para avivar el fuego.
Agüeras


En alguna exposición de trabajos en esparto que se ha hecho aquí se ha podido ver cosas muy curiosas hechas con este material como juguetes, muñecos y hasta sujetadores de esparto. Pero esto lo han hecho o lo hacen gente mayor experta en estos menesteres para entretenerse, en aquellos años se trabajaba el esparto para cosas útiles y necesarias para el trabajo del campo.



LOS HERRADORES ESQUILADORES



Siguiendo con trabajos relacionados con los oficios anteriormente señalados de muleros y arrieros, nos encontramos con los herradores  y los esquiladores o esquilaores como aquí se dice.

Yo he visto en el pueblo herrar las bestias de manera periódica y continua  hasta mediados de los años sesenta. Pero estos herradores venían de otros pueblos para hacer esta labor. Me acuerdo de uno que quizás fuese oriundo de nuestro pueblo que venía del Puente de Génave, pues tenía familia aquí, los Galarzo Ramírez.

Pero aquí hubo una persona que se le conocía con ese sobrenombre del tío herrador, el tío Leandro Calderón. Este se me quedó en la memoria como un hombre más bien menudo y enjuto y que despedía los duelos de los entierros con algunas palabras sobre la persona que se iba a enterrar. Cuando él acababa su panegírico, se empezaba a dar el pésame. 


Esta despedida del duelo no se hacía como ahora en las puerta de la Iglesia, sino en la calle Bolea. Los familiares, los hombres, se situaban en la acera derecha de esa calle donde se quiebra la calle para abrirse en dos. Para ser más exactos en la puerta de la panadería de Almagro. El ataúd iba en procesión acompañado por el cura y  los monaguillos, revestidos de manera especial para la ocasión, el cura con su capa pluvial negra hasta dicho lugar.  El cura y sus monaguillos se volvían para la iglesia, aquí se acaba su labor en el entierro. El ataúd lo dejaban en el suelo, en medio de la calle. Entonces  el tío Herrador echaba su pequeño discurso y acabado este empezaba la despedida del duelo o dar el pésame. Acabado este se quedaban solo, como ahora, los más allegados, familia y amigos, para acompañar al féretro hasta el cementerio. A las mujeres se les daba el pésame cuando los hombres volvían del cementerio en la casa del muerto. En tiempos de tío Leandro se cambió la moda a tal como es hoy día.

Bueno, dejemos los entierros, y volvamos al Herrador. Este hombre era el abuelo, bisabuelo y tatarabuelo de todos los Calderones de nuestro pueblo. Murió si más no recuerdo de manera trágica al despistarse por la vejez en un día de mucho llover. Lo encontraron debajo del puente de Las Chozas de este arroyo.
Herramientas de herrador

El último esquilaor que conocí y vi trabajar fue el tío Juan Pedro Ruíz. Me sorprendió la primera vez que lo vi trabajar en la casa de mi abuelo la habilidad que tenía con las tijeras y la maquinilla de pelar a animales a los que le costaba llegar a la grupa, sobre todo a los mulos, por su baja estatura. Por ella era conocido él y su familia con un sobrenombre.

También había otras personas en nuestros alrededores que tenían esta profesión de esquilaor, dejando a su descendiente con este sobrenombre.

Cuando estas personas por su edad o desaparición dejaron el pueblo sin estos oficios, estos lo cubrían otras personas de otros lugares como el del Puente de Génave ya nombrado o el más experto de los alrededores, Juan el Herrador de Beas. Estos herradores eran expertos en curar las enfermedades más comunes de estos animales.  Eran los veterinarios de urgencias de aquella época.