miércoles, 28 de noviembre de 2018

LUGARES, ACTIVIDADES Y NEGOCIOS ...: ALBAÑILES, LAS CARPINTERÍAS Y LAS FRAGUAS


LOS ALBAÑILES



         Desde siempre ha habido albañiles en nuestro pueblo o en su término que han fabricado las casas o cortijos de él.

         Voy a intentar recordar aquellos que a lo largo de un siglo más o menos han sido los principales constructores de los edificios de Arroyo.

         No quita con esto que no haya habido un gran número de personas que hayan dedicado algún tiempo de su vida laboral en estos menesteres de la construcción. O que al faltar trabajo en el pueblo lo han sido desarrollando en otras latitudes o regiones donde se tuvieron que trasladar en busca de trabajo. Raro es que haya algún vecino del pueblo que no haya trabajado en alguna obra como peón e incluso como aprendiz de oficial o maestro.

Pero esto no es caso de los que voy a nombrar, sino de aquellos, como he dicho anteriormente, han dirigido obras más o menos suntuosas o construido viviendas bajo su batuta de cualquier vecino.

Empezaremos con unos albañiles que construyeron la iglesia allá por los años finales del 1920. Esos eran los hermanos Valero Verdejo, los Verdejos: José el mayor y Juan. El primero de ellos no pudo soportar el hundimiento de la Iglesia en el 1931, tres años después de su construcción, y se suicidó en su propia casa.
Aspecto primitivo de la Iglesia Parroquial de Arroyo. Al lado la antigua casa del médico, hoy Ayuntamiento


Su hermano Juan siguió con el oficio hasta sus últimos días en el que estuvo trabajando. Construyó varias casas en la calle Carretera como la de Antonio Ortega donde, además de vivienda como ahora, residió su tienda de ultramarinos, tejidos, muebles y electrodomésticos. Esta fue en su tiempo una gran obra así como otras viviendas en la misma calle muy cerca de esta. Algunas de sus últimas obras inacabadas se están derribando en las obras del cauce del arroyo en la Tejera. Algunos aprendices de Juan Verdejo se hicieron buenos albañiles e incluso en otros pueblos vecinos.

La casa de Ortega en construcción a la derecha y terminada a la izquierda


Felipe Lumbreras, Antonio Rodríguez, Antonio Fernández, Gregorio Jiménez, Antonio Samblas, Gabriel Espinosa, Rosendo León, Cristóbal  Pozo, Juan Ortiz, Antonio Yeste, Agapito Garrido, Sebastián García, Víctor Laínez, Domingo García y Saturnino Liñán. Todos estos ya eran albañiles a finales de los años veinte en la construcción de la Iglesia.

El último de ellos, Saturnino Liñán, fue el que más prolongó en el tiempo su actividad constructora. En los años sesenta todavía llevaba gente bajo su servicio, entre ellos su hijo Pedro Liñán que a finales de esos años tuvo que dejar el pueblo e irse  a otras latitudes en busca de trabajo.

Contemporáneo de este, en los años cuarenta y cincuenta, hubo otro gran albañil que a principio de los sesenta construyó una gran cantidad de casas en serie con bastantes oficiales y futuros maestros a su cargo. Final de la calle Santa Catalina y algunas de las de la travesía Bolea junto con Saturnino Liñán. era Antonio Tenedor. 

Otros albañiles de esa época, pero con menos obras a su cargo, era José Cuadros que luego continuó con su hijo Antonio y ahora su nieto Tomás. El padre de Pedro y German López.

Otro de los grandes artistas de la albañilería que se forjó en los años sesenta con los maestros anteriores Tenedor y Liñán, fue Paco el Gordo. Las últimas construcciones que trabajó y dirigió fueron en la construcción del edificio de las escuelas Nuevas, la casa que hay enfrente de la suya de los hermanos Cuadros Hornos, la casa de Alberto Jiménez y de la Mari Nieto y la última la torre de la Iglesia. Todas ellas a finales de los setenta y la torre a principios de los ochenta, 1983-86. A partir de aquí su salud se fue mermando y dejó de trabajar en proyectos mayores.




Otros albañiles que fueron naciendo bajo la batuta de otros maestros en los años sesenta que ya están jubilados podemos nombrar a Juan Torres Heredia, Isidoro García, el hijo de Victoriano, Lorenzo Sánchez Calderón, Blas Cantero, Rafael Sola o Luis Perona. Este dejó su impronta en dos edificios en la calle Carretera antes de ser el maestro Villa de Beas. Uno fue la casa que hay al lado de Unicaja, una de las primeras con tres plantas del pueblo y el edificio de la cafetería Galaxia. 
Edificio de la Cafetería Galaxia.


Miguel Retama fue otro albañil con mucho reconocimiento y dejó su impronta en muchas viviendas del pueblo. Hoy siguen su oficio sus hijos Miguel, como maestro y Jesús.           

         Otro albañil que trabajó muchos años, hasta que se jubiló, fue Juan Heredia que en muchos de sus trabajos llevó como primer oficial a Pablo Barneo. Una de sus edificaciones mas grandes fue la casa de Antonio Jiménez, hoy donde se ubica le supermercado de Mari Luz Muñoz en la calle Bolea.


         A mediados de los setenta irrumpe en el pueblo otro gran albañil, Andrés Garvi. Edificó varias casas cerca del mercado semanal y en la calle carretera al lado de la tienda de los Mazas. Después fue el primer maestro villa del pueblo hasta más allá de la edad de jubilarse. Se retiró por una grave enfermedad que le ocurrió en su trabajo en vísperas de San Marcos con el ajetreo de la última hora en el recinto.

         Por último que voy a nombrar es José Galdón, este vino reciclado a principio de los ochenta de Cataluña. Pronto empezó con quedarse con las obras que se hacían con contrata del pueblo. Una de sus grandes obras fue la construcción del hotel Arroyo a principio de los noventa. Terminó su vida laboral como maestro de obras del Ayuntamiento sustituyendo a Andrés Garvi.

           



LAS CARPINTERÍAS



            Vamos a seguir con otros establecimientos que existieron y  no han tenido continuidad en el tiempo como las carpinterías que han desaparecido físicamente de nuestro que hacer cotidiano y ahora voy a intentar recordar para que la memoria colectiva no las tenga en el olvido.

         La carpintería más grande que yo conocí y ya está desaparecida, fue la de Nazario. Estaba ubicada en la parte posterior de su casa en la calle Nueva, la paralela a la Carretera y abarcaba también parte de las casas colindantes que eran o pertenecieron a su familia. También se entraba por la Carretera por unas portadas grandes que había entre la casa de Ramón Llavero y la de Nazario a una especie de patio central que daba entrada además de la carpintería a unas viviendas interiores que daban luz a este patio y a la calle Nueva.
Entrada por la calle Nueva de la carpintería de Nazario, que ocupaba los que hoy son la puerta de madera y las dos cocheras hacia la derecha.


         De aquí, de esta carpintería salieron con el tiempo otras que se fueron formando con algunos de los trabajadores que aquí había. Pero ninguna de ellas sobrevivió en duración y tiempo a esta, aunque tuvo épocas de existencia intermitente.

         En esta carpintería había máquinas eléctricas para hacer los trabajos más pesados en otros más livianos. Había una máquina de serrar grande para tablones y troncos de gran tamaño y luego estaba la maquina de carpintero de todos los usos: serraba, cepillaba, taladraba, etc. había en esta carpintería una gran cantidad y variedad de herramientas, pues la necesitaban por numerosos trabajadores.

         De esta carpintería salieron la de mi tío Gabriel, que a finales de los años 50 (56-57) se emancipó junto con otro trabajador de allí, Valeriano. La puso en la calle San Lorenzo, en los bajos de su casa. Esta fue en el corto tiempo que estuvo funcionado, hasta los principios de los 70, como heredera de la matriz de Nazario con gran actividad. El socio Valeriano al poco de casarse se fue a vivir a otro lugar dejando a mi tío como único trabajador.


         Otra de las que se escindió de Nazario, fue la de Paco Gilabert. Este tenía la carpintería en la calle Carretera al lado de la casa exposición de su hermano José. No estuvo mucho tiempo funcionando.


Casa y carpintería de Paco Gilabeert


         Otra fue la de Cesáreo Morales, más conocido como el Chato. Este procedía de una familia de carpinteros ubicados en la calle Bolea. En 1930 ya existía un carpintero de esta familia Cesáreo Morales García y tenía también una serrería mecánica.  Pero este hombre la tenía en el número 3 ó 5 de esta calle dependiendo de que la casa de la Mari Nieto tenga el número puesto en esta calle o en la Carretera. Para explicarnos algo mejor la casa hace esquina con la calle de entrada a los patios de las calles que dan a la carretera desde la de Satur hasta la casa de Antonio que hace esquina en la parte de arriba. Parte de esta casa da al patio de las escuelas viejas con una terraza al lado del centro de interpretación y cerca del escenario.

Casa y carpintería de Cesáreo Morales

Otro que a principio de los años 30 tenía una serrería mecánica era Juan Verdejo que además era contratista de obras y maestro  albañil.

         La carpintería de los Nievas. Estaba regentada por el maestro
Emilio, el padre. En ella trabajaban los dos hijos Emilio y Manolo, quedándose con el tiempo este solo, pues Emilio se dedicó a otra actividad al poco de casarse, la de taxista. Tenían fama de buenos torneros. Esta carpintería daba a la calle Nueva, estando la vivienda familiar por la parte delantera dando a la Carretera. Era la casa la que hoy es de Tomás Gómez Bueno, cerca del Mesón. 
La puerta de madera indica donde se ubicaba la primitiva carpintería de los Nievas


Tiempo después, estando en manos de Manolo Nievas, su ubicación cambió de lugar pasando a la calle Carretera donde últimamente ha estado el establecimiento de Rustimante. Acabó su actividad con la muerte de su rector Manolo y los hijos la dejaron desaparecer. Hubo unos años que se asociaron con otro carpintero, Francisco Sánchez, más conocido por Quico.
Carpintería de Manolo Nievas.


         Hablando de este último, su padre también fue carpintero conocido como el Carpinterillo, por ser esta carpintería más modesta. Estaba ubicada en el mismo lugar en el que hoy día la tiene sus nietos e hijos de Quico, José y Carmen.
Casa y carpintería de los abuelos de  José y Carmen



         He dejado para lo último, la carpintería de Tomas el carpintero. Estaba ubicada entre la de los Nievas y la de Nazario, en el espacio que hoy ocupa el edificio donde estuvo la oficina de banco Santander. Con el primer Tomás Bueno yo no la vi en funcionamiento, pero como en sueños con el segundo sí. Este dejó un tiempo parado este negocio por dedicarse a otros menesteres. Y el lugar tuvo otras actividades como salón de futbolines, y otras actividades industriales con gente forastera que lo alquilaba por un tiempo.


Carpintería de los Gómez en la calle Nueva

Después sus nietos Tomás y José Ramón Gómez Bueno retomaron esta actividad y cambiaron de lugar la carpintería, en la calle de Fuentebuena, hasta que el  mayor de ellos se jubiló y José Ramón cambió de actividad. En el espacio de la antigua carpintería lo transformaron haciéndolo todo el edificio nuevo poniendo en él una exposición de muebles, los muebles Gómez.
Carpintería Gómez en la calle Fuentebuena


         De Tomás Bueno el viejo, que fue padre de Nazario y de Tomás el de la fonda, se puede decir que salieron casi todas las carpinterías del pueblo: La de Nazario, mi tío Gabriel, Paco Gilabert y por supuesto la última la de los hermanos Gómez.

         Las herramientas que usaban eran casi todas manuales, menos la maquina aserradora que había en la carpintería de Nazario y quizá fuese la misma que hay en la carpintería hoy cerrada de Tomas Gómez y las otras maquinas multiusos que serraban con discos, cepillaban y taladraban, en una de estas estuve a punto de peder los dedos de la mano derecha con las poleas de la máquina. Como he dicho casi todas eran herramientas manuales, no había taladros, ni cepillos, ni caladoras, ni destornilladores, ni lijadoras, ni grapadoras eléctricas. Eran manuales como vengo diciendo como el berbiquí, cepillos de varias clases como la garlopa, serruchos de varios formatos y sierras de mano, un trozo de lija y un taco y grapadora de mano y un martillo con puntas sin cabeza.
Garlopa

       Destornilladores con mango de madera, por supuesto, de varios tamaños y puntas imantadas. Escofinas, que eran limas para la madera, unas planas y otras con el canto curvo. Formones, gubias, escoplos, que eran los punteros y cortafríos de la madera, azuelas. Limas para afilar los dientes de las sierras y una piedra de amolar para afilar los escoplos y formones, las cuchillas de los cepillos y las puntas de los destornilladores. 
Gato de carpintero

      Los gatos de varios tamaños, uno muy grande de madera casi entero y los otros de tamaños más pequeños y los mas usados de hierro. Gramil, escuadras, lápiz de carpintero, transportador, reglas, trompos o tupí, escopleadora, espigadora, tubillones o tarugos y cuyas, etc.

Berbiki





           Y por último, el banco del carpintero. Imprescindible para esta actividad. Estaba hecha por supuesto de madera con un grueso tablón de unos dos metros de largo y al lado una canaleta hecha con una tabla de igual largura donde se depositaban las puntas y las herramientas que se estaban usando en ese momento. En  un extremo había una especie de torno o gato de madera para sujetar la madera que se estaba trabajando, especialmente piezas pequeñas a la hora de serrar y de encolar. También algunos bancos llevaban incorporados cajones pequeños para meter las puntas o clavos. En la pared había una especie de armario para colocar o colgar las herramientas en su sitio.

Luego estaban los materiales que se usaban además de la madera, como las puntas o clavos de todos los tamaños y la cola de carpintero o de pegar. Esta al principio se tenía que preparar pues venía en trozos sólidos de una pasta especial y había que derretirla.
Hacuela o azuela,  mazo y cepillo

Los trabajos que se hacían eran todos de madera, por supuesto. Pero aquí casi nadie se dedicaba a hacer muebles, lo más parecido a estos eran las mesas de la matanza y las de las cocinas. Hacían puertas y ventanas de madera maciza con cuarterones de tablas y listones. Algunas empezaron hacerse en aquellos tiempos con los precursores de aglomerado de hoy día, con okumen y tablet, uno parecía cartón prensado y el otro hecho con finas láminas de madera pegada.

Peldaños de escaleras. Todas las piezas no metálicas de los instrumentos y herramientas agrícolas de aquella época: puños de hoz, astiles de hachas y de azadas y escavillos, horcas y palas para aventar el trigo y la cebada en las eras, ubios, costillas, timones para los arados y si se terciaba trillas aunque estas las traían ya hechas de Siles, así como las artesas. También arreglaban carros, sobre todo los radios de las ruedas, todo en él era de madera menos la llanta, los ejes y los tornillos que llevaba el carro.  



LAS FRAGUAS



Vamos  a seguir con otras actividades que ya no se dan en nuestro pueblo pero que hasta hace poco tiempo eran habituales y que venían de muy antiguo.

Sobre el 1880 ya existían un herrero conocido, Gregorio Calabria y quizá un hermano suyo llamado Alfonso. Su casa fue la que hoy día es de la familia Ortega Carrasco, al lado de la cooperativa.
Casa que fuera de Gregorio Calabria

 De las que yo conocí y vi en funcionamiento fueron: las de los Berrios, la del tío Monje o mejor dicho de su mujer, la tía Ana la Monja, pues él hacía mucho tiempo que había muerto un poco antes de comenzar la guerra, la de Víctor el Herrero y la de Paco el Herrero.

         La de los Berrios estuvo bastante tiempo ubicada en la calle del Rosario donde estaba la casa paterna del tío José hasta que los dos hijos que heredaron el negocio se trasladaron a vivir en la calle Carretera y en los bajos de sus viviendas continuaron con esta actividad transformándola en taller de carpintería metálica aunque seguían haciendo pequeños trabajos de herrería. 
La fragua de los Berrios en la calle Rosario. en ella se ven algunos de los hermanos Berrio
         Esta fragua procedía quizás de la más antigua de la fraguas del pueblo, la del tío Cruz. Este tenía su fragua en el lugar que ocupa la casa de José Gilabert en la Carretera. De este hombre, el tío Cruz , ya hemos hablado otras veces como cuando se hizo la iglesia que era el alcalde pedáneo o cuando hablando del hombre del ojo de cristal que se le cayó en su huerto acuchado por una vaca y también muy recientemente cuando hablábamos de la gran riada del 7 de julio del 1935. 
Lugar que ocupaba la fragua del tío Cruz


         La de Víctor Romero, llamado o más conocido por Víctor el Herrero, estaba por lo menos cuando yo lo conocí, en la calle Bolea. La vivienda estaba en el numero dos de esa calle y enfrente tenía la fragua en lo que hoy es la casa de los suegros de José María Gómez Sánchez. Esta fue la que mejor conocí, pues entraba a menudo en ella y como estaba a la entrada del colegio o Escuelas Vejas a veía muy a menudo. Al que más vi trabajando en ella fue a su hijo Víctor. 
La fragua de Víctor que yo conocí.
         La fragua se trasladó a la Carretera y se fue transformando poco a poco en taller mecánico, en manos de Ismael Romero, recientemente fallecido, hasta que este lo absorbió quedándose como única actividad. De simple taller mecánico pasó a ser concesionario de coches Citroën y de varias marcas de maquinaria agrícola desde motosierras hasta vibradoras para coger aceituna. 

Casa y primer  taller fragua de Ismael


         La fragua del tío Monje o de la Monja, estaba situada en los bajos o sótanos de la casa de esta familia. Esta casa está en la parte baja de la carretera y cerca del arroyo lindando con la tejera del tío José Ortiz "Melón", es la segunda al cruzar el puente y la entrada a la fragua era por el estrecho callejón que hay entre esta casa y la siguiente de Chencho.
Casa del tío Monje y donde tenía la fragua


         Al morir el herrero asesinado por alguien que según se decía le debía dinero pasó a regentarla su mujer con trabajadores a su cuenta o dejado en arrendamiento como los Cuenca, hasta que su yerno se hizo cargo de ella y a principios de los años 60 dejó  la actividad. El yerno, Francisco, era hijo de otro gran herrero, Víctor.

 Tengo como unas imágenes en mi subconsciente de una fragua, pequeña, en la calle Rosales un par de casas mas abajo  de la de Paco el Pregonero, me parece que hoy día pertenece a la familia de Ramón Rodenas. Se llamaba Paco y le decía también el herrero acompañando a su nombre. Era sobrino del tío Monje, que fue el que lo enseñó el oficio y después de muerto este, puso su pequeña fragua o herrería. Fue gente que se fue hace tiempo del pueblo a otras latitudes, pero todavía queda una bisnieta en nuestro pueblo.    

             Fueron famosas las hachas que templó el tío Monje  por su gran resistencia y duración y así como otras herramientas que entonces se hacían para los trabajos del campo.       Estas herramientas, hachas, escavillos, azadas, barrenas, almainas, rejas y otras partes metálicas de los arados, ruedas de carros y los ejes, herraduras y las rejas de las ventanas, eran los objetos que más se fabricaban en ellas. También se podía fabricar utensilios de cocina, como las trébedes, morillos, cucharones, calderos, sartenes de hierro por supuesto, etc.

Los herreros trabajan calentando las partes del hierro o del acero a modelar con instrumentos como el martillo. El calentado se realizaba en una forja de carbón, leña o coque. El color es importante para determinar la temperatura y maleabilidad del metal: cuando el hierro es calentado para incrementar su temperatura, primero se vuelve rojo luego anaranjado, amarillo. El color ideal para el forjado es un blanco-anaranjado. Como deben ser capaces de ver el color del metal para trabajar, muchos herreros trabajan en lugares de baja iluminación.

       
Las herramientas que usaban eran principalmente el hogar que le daba nombre a la actividad, alimentado con materiales o combustibles dichos anteriormente. El  yunque o mesa de trabajo donde se moldeaba el hierro ardiendo y por supuesto un martillo o gran martillo llamado también pilón u un recipiente con agua para meter o enfriar el hierro con el que se trabajaba.

Una frase común sobre el trabajo de los herreros señala que "todo lo que se necesita es algo en donde calentar el metal, algo en donde golpearlo y algo con qué golpearlo".

Ahora diremos de una manera más detallada las herramientas y utensilios que se utilizan o utilizaban en las fraguas:

- La forja es el lugar en donde se le aplica calor al metal en la herrería. Aquí se contiene y controla el volumen del fuego necesario para el trabajo.

- El yunque es un gran bloque de hierro o acero, a lo largo del tiempo ha sido reformado y refinado.

Los anteriores son los instrumentos básicos con los que trabajan los herreros.

- Las tenazas son usadas para coger el metal incandescente. Varían en un rango de formas y tamaños.

- Los moldes son instrumentos para dar forma al metal. Éstos se calientan de modo tal que el metal se derrite y sale a través de aberturas previamente marcadas en el molde. Por esos orificios se introduce el metal fundido de forma que cuando se enfría y se rompe el molde se reproduce la forma deseada en el metal. Con ello, por ejemplo, se pueden fabricar las formas particulares de las cucharas, las herraduras, etcétera.

- La fragua es la herramienta donde se coloca el carbón para calentar las piezas de metal para que puedan ser forjadas y tengan maleabilidad al momento de darles forma, esta fragua puede funcionar con un ventilador que inyecta aire para que el carbón arda o como las antiguas con un fuelle enorme que se accionaba con el pie, y así poder trabajar el metal.

         - Y por supuesto el martillo,  con el que se golpea el hierro caliente para ir dándole la forma adecuada y apetecida. Y el martillo pilón ya nombrado anteriormente, que funciona impulsado mecánicamente. Este consta de una parte llamada chabota que soporta el yunque y va unida al suelo mediante una cimentación elástica; de un pórtico sobre uno a varios pies, en que va montando el cilindro, así como la masa de caída, que puede ser muy variable y por último los mecanismos de mando


ANDRÉS MARÍN SÁNCHEZ

viernes, 9 de noviembre de 2018

LUGARES, ACTIVIDADES Y NEGOCIOS QUE HAN DESAPARECIDO EN NUESTRO PUEBLO 2º


LOS ADOBES



          Me viene también a la memoria de unos trabajos habituales en esta época de siega y trilla. Era de aquellas personas que se dedicaban a hacer un material de construcción muy típico de esta zona, los adobes. Había familias enteras de padres e hijos menores que se dedicaban con los pies a amasar el barro revuelto con los granzones sobrantes de las eras para formar el adobe. Una vez echa la mezcla de tierra, agua y granzones o paja, se echaba sobre un molde de madera con la medida exacta del adobe y se dejaba varios días a secar al sol al lado de la casa que se estaba construyendo. Muchas casas hechas antes de los años 60, tienen aún paredes interiores construidas con adobes.

LAS TEJERAS



          Y hablando de materiales de construcción, de barro y sacado nos iremos ahora a otros oficios que se hacían en el pueblo y hace bastantes años que han ido desapareciendo.

          En este pueblo he conocido dos tejeras. Una estaba entre el final de la calle del Río y el final de la de Sta. Catalina, era del tío Antonio Ortiz, padre de Tedilso. La otra todavía existe el lugar abandonado donde estuvo, al lado del arroyo, al pasar el puente debajo de la carretera, era del hermano del anterior el tío José Ortiz (mas conocido por el tío Melón).

         En ellas hacían tejas como era lógico y de aquí le viene el nombre de la industria. Estas las hacían poniendo una cantidad de barro (arcilla roja) amasado sobre un molde en forma de teja arábiga dejándose varios días secarse al sol y después se metía en un horno donde se cocía. Se hacían ladrillos con el mismo material de 6 agujeros y rasillas de 3 agujeros. Estos llevaban el mismo proceso que las tejas, se ponían al sol a secar y después se cocían en un horno. La operación de cocción, cuando llegaba el verano, normalmente era de noche cuando más fuego ponían en el horno. Echo algunas veces de menos aquel olor tan característico que había en el ambiente cuando estaba el horno encendido cociendo ladrillos o tejas. Lo tenía muy cerca de mi casa, nos separaba el arroyo y unos pocos metros hasta él.


          En estas tejeras trabajan además de los numerosos hijo/as que tenían los propietarios, los aprendices de trabajadores, muchos adolescentes de este pueblo de 13 o 14 años ó quizá menos. Todos los veranos había por lo menos un par de ellos trabajando, sobre todo en la del tío José. Estos adolescentes se sacaban alguna pesetilla vendiendo bolas que ellos en los ratos libres las hacían.

         Estas tejeras tenían sus propios pozos para suministrase del agua necesaria para amasar el barro que era su única materia prima además del combustible para cocerlo: ramas procedentes de la poda, jaras y en los últimos años con el orujo. Con estos ingredientes se hacían unos productos durísimos aunque algunos ladrillos saliesen un poco deformados por manejarlos muy poco secos. Eran muchos más duros que los que años después acabaron con ellos, los industriales que venían de Bailén.

         Me acuerdo de aquellos carrillos de manos con los que se transportaban los ladrillos y rasillas. Eran casi todo de madera menos la rueda que los más antiguos eran de hierro y después con su recamara y cubierta de goma. Lo más duro era llegar desde donde estaban los ladrillos, en la parte más baja de la tejera, hasta la carretera con los carrillos cargados. La mayoría de los conductores, en la época de esplendor de la tejera, eran gente muy joven, los aprendices de peones o de los hijos de donde se estaba construyendo algo. Había a veces picá para ver quien llevaba más ladrillos en el carro.

También se transportaban en burros y mulos con unos artilugios de madera que colgaban a los lados del lomo del animal. Aquí casi siempre intervenían los arrieros con sus reatas de burros que también fueron desapareciendo a la par: Higinio Blázquez llamado el Tonto, el Pollo, los Posaeros, etc. que eran los que yo mejor conocí.

   La arcilla para trabajar en las tejeras la traían en carros y burros de la orilla del río. En los últimos años, los 60, ya tenían camiones para traerla a la tejera desde el lugar donde se excavaba. Un lugar que me acuerdo que sacaban arcilla, era en el Cortijillo, al lado del carril que iba por el puente Tablas al otro lado del río a la gravera del Pantano. En él había una especie de charca que cuando íbamos de paseo, los jueves por la tarde, algunos chiquillos se entretenían cazando renacuajos. Esto desapareció con la gravera de los Chenchos, que echó un carril por encima de la charca que años antes sirvió para sacar arcilla.



FÁBRICAS DE VIGUETAS Y BLOQUES



            Al hilo de las actividades que hace varios años que no se dan en nuestro pueblo, como la elaboración de adobes, tejas y ladrillos, hablaremos de otras también relacionadas con materiales de construcción.

         A mediados de los años 50 comenzó una incipiente y prospera industria consistente en hacer vigas y petacas o bovedillas.

         Esto empieza con la llegada al pueblo de un valenciano que comenzó a fabricar bovedillas de yeso y vigas de cemento. Las vigas que se ponían entonces en este pueblo eran de madera y ya se empezaba a poner hechas con unos ladrillos especiales atravesados por sus agujeros por unas varetas de hierro y unidos por cemento.


         La casa de mis padres fue una de las primeras del pueblo que se pusieron bovedillas de yeso y vigas de cemento. Mi padre hacía truque con esta persona cambiando yeso que él producía por los elementos ya fabricados.

         Esta industria pasó después a manos de Andrés Gómez Martínez, en lo que hoy es la casa de su hija Fidela y la de su nieto Andrés, el panadero. En este lugar y con este propietario se fue modernizando y ampliando el negocio de las vigas.

         Poco tiempo después pasó a los hermanos Muñoz Sánchez a los que se les sigue llamando todavía los de las Vigas o de las viguetas. Estos cambiaron la ubicación unos metros más arriba, lindando con las del anterior propietario. Esta familia y la industria de las vigas tuvo años de prosperidad vendiendo sus productos no solo en el pueblo sino también en los de los alrededores. Hasta hace muy pocos años, todavía seguía funcionando como empresa.

         Otra que también funcionó de manera próspera algunos años fue la de Roque Gilabert. Estaba situada desde la calle del Mercado o del Día, la calle Villaluz y el arroyo. Todavía hoy están en pie las naves donde se fabricaban las vigas y los bloques. Y  han servido alguna de ellas después de acabar su actividad industrial, para hacer verbenas tanto de San Francisco como de San Marcos.
Entrada a la fábrica de Roque Gilabert
          En la calle de Fuentebuena, al final a la derecha, también hubo otra fábrica de hacer bloques. Se completaba con las de los hermanos Muñoz, unos hacían los bloques y otros las viguetas. Esta la fundó Basilio Gallego al que se le quedó el sobrenombre de el de los bloques. Esta actividad de dejó de seguir funcionando antes que las otras de las vigas.
Bloques Basilio. Lo que queda del solar 


         Otra fábrica de bloques las hubo al final de la calle del Río y la parte de atrás lindaba con el patio de las Escuelas. Era de los hermanos Sánchez Calderón, Lorenzo y Leandro. Los que hayan ido a la escuela en este colegio lo habrán visto funcionar. Hubo veces que el balón que se salía de patio, iba a aterrizar sobre los bloques o bovedillas que estaban recién hechas y entonces podrían hacer algún estropicio al romper alguno o alguna. Esta también desapareció a principio de los años 90. Todavía se puede apreciar algún trozo encementado  que apega con el patio del colegio debajo de los párvulos o de infantil como se dice ahora.
Bloques y bovedillas Calderón

         Todas estas industrias, que en su día fueron florecientes, fueron dejando de existir porque sus propietarios, cambiaron de actividad o se jubilaron y los hijos no quisieron seguir con el negocio viendo que cada vez se construían menos casas  y  la competencia con otras industrias que traían sus productos a los almacenes de construcción de pueblo era muy grande al no ser rentable la fabricación en pequeñas cantidades.  

         Los lugares que ocupaban se fueron haciendo solares aunque todavía se pueden apreciar explanadas sin construir o alguna nave. La de Roque está prácticamente igual, menos el lugar donde se ubicaban las oficinas y donde se descargaba y almacenaba la arena y el espacio donde se dejaban apilados y almacenados para su carga y distribución las vigas y los bloques, este el lugar que ocupa el supermercado Eko-Mas  o antiguo Día.









LOS YESARES



Otras industrias relacionadas con la construcción fueron los yesares. Todavía al paraje donde estuvieron ubicados se le sigue llamando de esa manera así como al carril del Portazgo, se le dice el de los yesares.

         Los que yo conocí, que fueron los más prósperos que coincidieron con la mayor actividad constructiva del pueblo, los años 60. Fueron el de mi familia, donde estuvo mi padre al frente de él hasta el año 60 ó 61 que lo heredaron sus hermanastros.

 El de los Camposantos que duró sus actividad algunos años más que el anterior y era uno de los más grandes.

El de mi tío Tomas que fue uno de los primeros en dejar de funcionar. Me acuerdo a uno de sus arrendatarios, Juan Manuel Cardosa y de ver trabajar a sus hermanos que creo que eran gemelos. Está situado al lado de arriba del carril del Portazgo, es el primero de todos los que nos encontramos, la cantera esta rellena y sembrada de olivas, apenas se da uno cuenta como en todos los demás.

El de Tauste le sigue a este en la misma latitud por encima del carril. Este duró algo más que el anterior hasta que los hijos de Tauste se fueron desperdigando por la geografía española buscando un trabajo menos penoso.

A continuación venía del Aviador, así se conocía a un cuñado de don Roque Frías. Este lo tuvo en arrendamiento mi padre unos pocos años.

También había restos de otros pequeños enfrente de estos último al lado de abajo del carril. Hoy al lado de uno de ellos se encuentran unas placas solares para sacar agua para el riego de las olivas.

Estos yesares, además de la cantera disponían de una caseta donde se ubicaban y guardaban las herramientas y el pequeño molino con su motor de gasoil para moler el yeso. Esta caseta disponía de dos alturas, una a ras del suelo y otra de semisótano por donde iba cayendo el yeso molido y hacía una especie de almacén provisional con el yeso recién hecho hasta que este era transportado a su almacenaje al pueblo o vendido directamente desde aquí.

También disponían de dos hornos hechos de piedra y yeso. Tendrían una altura algo menor de tres metros.
Horno parecido a este era donde se cocía el mineral de yeso


Las herramientas consistían en varios picos y unos especiales de una solo pico que le llamábamos pico de golondrina, palas, rastrillas, algún rastro, espuertas de esparto y de goma, barreras y cucharillas, y carrillos de mano para transportar el material de yeso desde la cantera hasta el horno donde iba a ser cocido. Y luego estaba el molino que machacaba las piedras de yeso ya cocido, tendría este una altura de 60 ó 70 cm. de alto y una boca por donde se le echaba el material de algo menos de 50 cm. Dentro de él había una serie de martillos (hierros enganchados por un extremo alrededor de un eje) y un harnero. El eje del molino se enganchaba, por una polea de unos 15 cm. de ancha, a un motor que funcionaba con gasoil. Esta era la única máquina a motor que se usaba en el yesar, todo lo demás eran herramientas usadas de forma manual. También había una báscula para pesar el yeso.

El yeso se extraía cavando en la cantera las piedras de este mineral. Había que ir apartando la tierra que no contenía el yeso, que se le llamaba greda y era muy parecida a la tierra blanca de la campiña. Cuando se encontraba una veta grande de yeso, se perforaba con unas barrenas y si no salían de primera las lascas de yeso, por los agujeros hechos con ellas se ponían barrenos. En esta operación, la más peligrosa de estos trabajos, intervenía como ya he dicho la barrena que se clavaba con el impulso de una almaina y la cucharilla que con ella se limpiaba de tierra los agujeros y servía también para tacar los cartuchos de dinamita del barreno. Se le ponían unas mechas al cartucho con longitud apropiada para dar tiempo a resguardecerse en la casilla. A la voz de aviso barreno, para avisar a los trabajadores sino también a alguien que pasase cerca de allí, se le pegaba fuego a la mecha.

Los trozos de roca eran transportados hasta los hornos por espuertas, carillos o en serones con un burro.

Luego se montaba el horno dejando un hueco en el fondo para meter las ramas y otras clases de combustibles como el orujo. Se empezaba haciendo una especie de bóveda con las piedras más grandes que hubiese salido y se acababa con la tierra de yeso y piedrecillas pequeñas. El cocido del yeso duraba casi un día y antes de terminar con el fuego se probaba a haber si el yeso estaba todavía crudo o no. Se machacaba algunas piedras de encima del horno y se amasaba echando la masa resultante en las paredes del horno.

A continuación se dejaba enfriar y se machacaba algo las piedras de yeso con la almaina para que pudieran entrar por la boca del molino. Una vez molido, ya estaba listo para su traslado a la obra directamente o transportado al pueblo donde cada yesero tenía en su casa un pequeño almacén.

Para guardar las ramas de olivo que se usaban en los hornos, había una especie de almacén, en un edificio anexo, que se le llamaba bardero por lo de la barda el otro nombre de las ramas. Las ramas eran cogidas y llevadas allí en la época de poda hasta que se fueran usándose con la llegada de la primavera y el verano que era la época que funcionaban los yesares. En el invierno se hacía un “parón” y se dedicaban a coger aceituna

El transporte se hacía la mayoría de las veces por arrieros o personas que teniendo animales de carga y no teniendo otros quehaceres en sus haciendas se ganaba algún dinero extra con estos acarreos. Después de hacer el carril que solo llegaba hasta los yesares empezaron a subir camiones para su transporte. El camión de los Camposantos, el de José Medina, el de José Melón, el de Cardosa o los que venían de Beas como el de los Rosales.   

Con la abertura de los almacenes de materiales de la construcción empezaron a llegar en yeso embasado en sacos y la competencia con el local fue cada vez más grande ganando el yeso forastero al nuestro. No era lo mismo trabajar en esta industria de forma manual y artesana que con la industria que emplea toda clase de maquinaria para la extracción del mineral.

La falta de grandes inversiones para poner de forma automática esta industria artesana y de estudios económicos y geológicos para ver si los filones del mineral de yeso eran abundantes para hacer posible su puesta en funcionamiento de manera industrial aunque fuese a pequeña escala. Cambiar los picos y la palas por máquinas excavadoras, cintas transportadoras para llevar el mineral desde la cantera a los hornos, molinos con más capacidad de molturación  y silos para almacenar y después empaquetar en sacos el yeso. Y el ser el terreno de donde se extraía el yeso de varios propietarios y de muy poca extensión, fue otro inconveniente para su modernización y no caer en la desidia y desaparición de esta actividad.  



LAS CALERAS



Hasta hace muy poco tiempo se usaban las caleras para hacer cal. Ella servía para hacer las construcciones de este pueblo como componente de la pasta, mezcla, como decíamos nosotros, o argamasa, junto a la arena, con la que se unía las piedras o ladrillos para las paredes o tabiques. También servía para revestir las fachadas o zonas exteriores de las casas. Además de en la construcción servía para blanquear o pintar las casas, tanto exteriormente como interiormente.

Los interiores de las casas antiguas, y sobre todo en los cortijos, se pintaban con cal y a veces mezclado con azulete. Todavía se  pueden ver esto en los restos de edificaciones en ruinas. Pero en lo que hasta hora se sigue utilizando, aunque cada vez menos, es en blanquear o encalar exteriores. A veces también se ha usado como desinfectante del agua de depósitos, aljibes o pozos.

Pero  a lo que vamos, las caleras que eran de donde se sacaba la cal. El  término de nuestro pueblo está constituido por una gran cantidad de rocas calizas, de donde se saca la cal. A la misma vez que estas rocas servían para la construcción, como argamasa o como simple material para hacer paredes exteriores, en las caleras estas piedras calizas servían a la vez para hacer desaparecer las piedras de las olivas que con la labranza parecía que se sembraban y nacían todos los años.
Lugar donde se encontraba la calera de los Camposantos cerca del depósito del agua


Por esas dos razones, en los alrededores del pueblo ha habido numerosas caleras que hasta hace poquísimos años han sido testigo de esta actividad. Raro era finca que no tuviese una calera, sobre todo en los cerros porque era más fácil hacerlas en las pendientes y por la mayor cantidad de piedras que en ellos había. En los llanos también había sitios donde había gran cantidad de piedras, de ahí vine el nombre de los calares que se dan tanto en los alrededores del pueblo.

Una de las caleras más cercanas al pueblo y de las últimas que más se han usado, fue la calera de los Camposantos. Esta estaba a la orilla de la carretera de Fuentebuena muy cerca del depósito del agua, a escaso un kilómetro del pueblo.

Estas caleras eran un pozo de algo más de tres metros de diámetro. Sus paredes estaban recubiertas de mampostería, piedras y cal. Por la parte más baja tenía una especie de puerta o abertura por donde se metía los que echaban la calera para formarla con las piedras más grandes haciendo una especie de cúpula. Una vez formada la calera y rellena hasta arriba de piedras, por esa abertura se metía el combustible con el que se cocían las piedras.

El combustible lo daba también el terreno, las ramas de la poda, la tan cacareada biomasa actual. Por lo tanto las caleras se echaban cuando se acababa la temporada de poda o corta de las olivas. Normalmente muchas veces se hacía al principio de verano, porque había que estar día y noche, por lo menos una persona, suministrando combustible para la cocción de las piedras. Una vez cocidas estas piedras, eran cal viva. Esta cuando se transformaba en cal apagaba, desprendía calor al echarle agua para tal efecto y poder usarla en las actividades ya dichas. En ese estado de ebullición se podía asar, y de hecho se hacía, patatas o quemarte la piel.

Nuestras madres y abuelas eran expertas en el uso y transformación de la cal y sus utilidades.