LAS ESCUELAS PARTICULARES
Vamos a
hablar de las escuelas privadas que existieron en nuestro pueblo. Aquí en este
apartado no se puede hablar de colegios sino de pequeños núcleos de niños que
asisten en un edificio o casa particular de manera regular a clase para
aprender a leer y escribir y conocer las cuatro reglas u operaciones: sumar,
restar, multiplicar y dividir.
Desde hace un siglo aproximadamente existe la escuela
pública en nuestro tiempo. Esta se daba en casas particulares, habiendo una
clase para las niñas y otra para los niños. Hay un testimonio gráfico de estas
escuelas de finales de los años 20 del siglo pasado, en tiempos de la dictadura
de Primo de Rivera.
Pero nos vamos a dedicar a aquellas clases que se daban
pagadas por los padres para que sus hijos aprendiese a lo ya dicho
anteriormente: leer, escribir y las cuatro reglas.
Había personas discapacitadas que se dedicaban a la
enseñanza cobrando por su trabajo cantidades ínfimas a veces solo por el
sustento de la comida o de tener un sitio donde cobijarse. A principios de los
primeros años del siglo XX recorrían los cortijos para llevar el saber a estos
lugares. De otros cortijos de los alrededores acudían los chiquillos a la
escuela particular de estas personas más o menos discapacitadas, la mayoría de
las veces mancos, los llamados manquillos. A veces no tenían dinero y pagaban
en especies como huevos, tocino o a veces con gallinas.
Pero aquí en el pueblo, donde lo tenían fácil para asistir
gratis a la escuela también hubo esta clase de maestros hasta finalizar los años
60 y incluso una de estas escuelas más tarde.
Empezaremos con la más antigua que yo conocí y que más
tiempo duró. Esta era una escuela que se podía llamar hoy día escuela de
Infantil. Era la escuela de la Leocadía, la madre de la recientemente fallecida
Isabel Romero.
Esta mujer que no tenía ninguna clase de estudios puso esta
escuela para en los años posteriores de la guerra poder ganarse su sustento y
las de sus dos hijos. Era viuda y ser viuda en aquellos tiempos tuvo que ser
muy duro.
La escuela estaba en la segunda puerta de la segunda casa de la derecha |
Como he dicho, era
una escuela para aprender a leer en las cartillas las primeras letras. Y digo a
leer porque eso era lo que mejor se hacía aquí. Escribir costaba mucho más a
causa de no tener apoyo donde ayudarse con las libretas, el que tuviese, y las
tabletas de entonces, las pizarras.
Estaba situada esta escuela en la casa familiar de hasta
hace un meses ha vivido Isabel Romero, hija de la Leocadia. En la calle Rosales,
enfrente de la entrada desde la carretera a esta calle que forma la carretera
de Fuentebuena. La habitación de la escuela era la entrada de la casa, pues al
abrir la puerta de la casa te encontrabas con la escuela y de allí se pasaba a
las otras habitaciones de la vivienda.
Al frente de la puerta tenía la “Maestra” con mayúscula su
mesa dominando a todos los alumnos. Estos se sentaban en sillas pequeñas,
silletas, que se habían traído de su casa. Para poner orden disponía de una
vara larga de oliva que llegaba desde la mesa a casi todos los rincones de la
habitación sin tener que levantarse la maestra.
Aquí venían los niños que tenían menos de seis años y algún
que otro mayor que no sabía todavía leer. Cuando yo estuve en ella había un
chiquillo que sobresalía como un gigante sobre todos los demás, era por lo
menos tres años mayor. Además me acuerdo de este por otra cosa, se encariñó con
mi silleta y hubo un tiempo que no me dejaba sentarme en ella diciendo que era
suya hasta que un día intervino mi madre en el asunto.
En esta escuela
estuve poco tiempo, uno tres meses. Tenía unos cuatro años y cuando terminé con
las tres cartillas y la del manuscrito que hacía de enlace con los libros de la
enciclopedia Álvarez, dejé de venir a esta escuela y quedarme algún año sin ir
a la escuela porque no tenía la edad reglamentaria para poder entrar en la
pública. En esto al final tuve suerte y me admitieron un año antes a ella, al
hablar un día con el maestro don Andrés, mi tía Inés, para que hiciese el favor
de admitirme con cinco años. El espacio entre una escuela y otra era muy
escaso, unos cincuenta o sesenta metros. La escuela pública estaba en la misma
calle, en la casa de Pepe Sierra, hoy partida entre sus dos hijos Paquita y
José Ortega. Las niñas estaban en la parte baja de la hoy casa de Paquita y los
niños en la parte de su hermano José que tiene todavía el mismo aspecto de
aquellos años.
Esta escuela de la Leocadia también conocida por la
Tabarrera duró hasta entrados los años 70 al empezar las clases de párvulos en
la escuela pública. Al principio esta clase pública era solo para los de los
cinco años y paulatinamente ir pasando a cuatro y más reciente a tres años.
En la calle del Río también hubo a finales de los cincuenta
un manquillo que daba clases cobrando a los chiquillos.
Pero la escuela privada que más prestigio tuvo en aquellos
años finales de los cincuenta y hasta mediados de los 60, fue la de don
Federico y su mujer doña Vicenta. Aquí los más pudientes del pueblo asistían a
sus clases y no iban a la pública.
La escuela de D. Federico a finales de los años 50 |
Este matrimonio eran valencianos y quizás don Federico sería
maestro titulado que no pudiese ejercer en lo estatal por algún motivo
burocrático.
Tenía la escuela de don Federico fama de dura y de exigente
con los alumnos. Unas generaciones algo mayores que yo que luego hicieron
carreras, salieron de la escuela de don Federico y de su mejer doña Vicenta.
Esta escuela estuvo ubicada en la calle Rocío numero cuatro,
hoy casa de Rocío Tenedor. Sus padres sino recuerdo más se la compraron a don
Federico cuando estos maestros dejaron el pueblo y volvieron a sus tierras de
Valencia. En aquellos tiempos estaba edificado todo el solar, como ahora, pero
tenía solo un piso. La entrada a la escuela la tenía por la puerta de la
peluquería de la Leli y la de la casa casi por el mismo sitio que hoy día.
Aspecto que tiene la casa de D. Federico hoy día |
Me acuerdo que
este matrimonio, como he dicho valenciano, celebraba también las fallas. Hacían
las luminarias quemando muebles y algún
muñeco o pelele hecho por ellos y sus discípulos en el cruce de calle de la del
Rocío y las de Las Viñas.
Por cierto en aquellos tiempos a esta calle,
que era incipiente como casi todas las perpendiculares a la carretera, se
llamaba calle Valencia por estos personajes que hicieron una buena labor entre
los niños que acudieron a sus enseñanzas.
Por último
hablaremos de la Academia del Sagrado Corazón o de la academia de don
Maximiano.
Antes de hacer
la academia, don Maximiano ya daba clases particulares al terminar su horario
de escuela a jóvenes que querían prepararse para la guardia civil o para
ingresar en algún otro empleo en el que se necesitase algunos conocimientos
específicos.
Fue nombrado
maestro en nuestro pueblo en 1960, al acabar este curso en el 1961, don Andrés
terminó su labor docente en nuestro pueblo. Ya antes había sido maestro en el
Quemao, Los Guijalbas y Las Motas. Estando la escuela al principio en el
Quemado hasta que se hizo nueva en los Guijalbas.
La academia la
dirigía él, don Maximiano y al principio le ayudaban o trabajaban en ella don
Casimiro, especialista en geografía y historia, Antonio Espinosa, Antoñito el
de Basilio, que era el especialista en matemáticas, física y química. Don
Maximiano daba de todo, pero especialmente lengua, francés y latín. Luego se
irían añadiendo otros maestros que tenían sus plazas en el colegio publico de
Arroyo, como Paco
Cabrera nos daba latín, su amigo José María Cisneros, Ramón Pérez, Ángel Romero
o Gabriel Vivo.
Esta academia fue muy importante para nuestro
pueblo porque hizo las veces de instituto, pues se daban las mismas materias
que en él con la única salvedad que no era oficial y había que presentarse en
el instituto a hacer los exámenes.
Los primeros
alumnos de esta academia eran los procedentes de la escuela de don Federico.
Después fuimos entrando otros que solo habíamos asistido a la publica y a la de
la Leocadia. Cuando hacíamos el curso de ingreso y aprobarlo en el instituto de
Baeza que entonces era el más cercano, dejábamos la escuela pública y nos
dedicábamos en la academia a hacer los cursos de Bachillerato.
Las clases las
dábamos antes del horario de la pública y después de salir de la escuela: de 8
a 9,30 de la mañana, de 1 a 2 de la tarde y de 5 a 8,30 de la tarde. Los
sábados hasta mediodía. Durante le horario regular de la publica, estábamos
estudiando o haciendo los ejercicios en alguna casa vacía de maestros bajo la
supervisión de tío Ángel Santos. Todos los años teníamos que acudir al
instituto de Baeza a hacer los exámenes en Junio o si te quedaba alguna
signatura en Septiembre.
LAS
ESCUELAS PÚBLICAS
Ya hemos hablado de las escuelas
particulares que ha habido en el pueblo. Ahora vamos a hacer una referencia a
los locales o sitios donde se ha dado escuela por maestros de manera oficial.
Las llamadas antiguamente escuelas nacionales o escuelas públicas de hoy en
día.
Desde hace un siglo aproximadamente
existe la escuela pública en nuestro tiempo. Esta se daba en casas
particulares, habiendo una clase para las niñas y otra para los niños.
El 30 de octubre de 1919, con motivo
del expediente incoado por el ayuntamiento de Beas, se crea una Escuela de
asistencia mixta desempeñada por un
Maestro en nuestro pueblo y las entidades de cortijos de los Guijalbas, Chozas,
Cañada Arada, Ventarique y cortijos diseminados
a distancia menor de un kilómetro.
El 19 de febrero de 1924 se crea definitivamente
una escuela mixta para nuestro pueblo. A primeros de noviembre del este mismo
año se publican la relación provisional
de vacantes para ser provistas entre
opositores de maestros. En esta relación está la escuela de Arroyo del Ojanco.
A primeros de diciembre esta escuela está en la relación de vacantes que habían
de ser otorgadas según la Dirección
General de Enseñanza.
El 25 de marzo de 1925 de publican los
nombramientos de Maestros propietarios, siendo para nuestro pueblo Francisco J. Gutiérrez Ledesma.
A finales de marzo de 1926 la Sección
de Enseñanza de Jaén aprueba la escuela unitaria para maestra para Arroyo del
Ojanco. Esta escuela fue creada el 24 de febrero para un censo de 681
habitantes
Hay
un testimonio gráfico de estas escuelas de finales de los años 20 del siglo
pasado, en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera. En la foto hay una serie
de niños de varias edades donde estaba mi padre que tendría entre siete u ocho
años.
De esa época hay un libro que va
narrando en el estado que estaban las escuelas públicas de los pueblos de
España y en especial al capítulo llamado “VIAJE
A LAS ESCUELAS DE ANDALUCÍA” de LUIS BELLO TROMPETA
Luis
Bello Trompeta fue un conocido periodista y político nacido en Alba de Tormes
el 6-12-1872 y fallecido en Madrid el 5-11-1935. Fundador de varias
revistas, dirigió El Liberal de Bilbao y escribió en El Heraldo de
Madrid, El Imparcial y otros periódicos. Pero fue en el El Sol donde alcanzó fama y reconocimiento.
Entre 1926 y 1929 emprendió una campaña de viajes por toda España describiendo
la situación de las escuelas. Estos artículos se recogieron más tarde en los
tomos de “Viaje a las escuelas de España”.
Miembro
de Acción Republicana y más tarde de Izquierda Republicana, fue elegido
diputado por Madrid en las constituyentes de 1931. Participó en la comisión que
redactó la Constitución
de la República
y presidió la comisión que debatió el Estatuto de Cataluña. Murió de un grave
problema intestinal en noviembre de 1935.
El periodista Luis Bello hizo este
recorrido por las escuelas de España entre el 1926-29. En lo que se refiere a
las esuelas de esta provincia lo hizo en el 1928
Decía así cuando visitó Beas en su
recorrido por toda la sierra de Segura.
“Estamos aguardando a don José, el maestro unos
cuantos muchachos y yo en la puerta de esta escuelita que le llaman de las
Casas Nuevas.
En el repecho de una cuesta empedrada de guijos,
orilla de una buena fuente de piedra. Como van viniendo poco a poco, hay tiempo
para que se acostumbren a verme, y aún tratándose de extraño tan extraño, no
tardan más en aceptarme de lo que habrían tardado en cualquier escuela de
Madrid. Pregunto cosas ajenas- al parecer – a la enseñanza. Por ejemplo, que
comen en sus casas; a que juegan.
Preguntas como el lector verá sin importancia.
Preguntas insignificantes. Perdóname si le entretengo y malgasto su tiempo contando lo que come un chico de
pueblo antes de ir a la escuela. De ocho niños, a uno le dieron pan y chocolate
crudo. A otro pan y sardina. A dos, pan solo. Y a cuatro no le habían dado
nada. Sin duda, llegaron primero los que podían aligerar.
Luego
van apareciendo otros de mejor estampa, más lavados y menos rotos. Los hay que
han tomado café y alguno café con leche. Pan con tocino. Por último, la mejor
formula: pan con aceite, con”bujero”. Cuando llegan los más acomodados ya es
difícil saber lo que comen los otros, porque no quieren decirlo y su dignidad
exalta la fantasía. Un pucherito con sopa de pan. Habas crudas de postre- o
“ensala”-. Y el puchero de garbanzos con patatas – que también llaman por aquí
“crillas”-, tocino. Y hasta carne de cordero y – “morcilla si señor. Y hueso
añejo, que también echa mi madre.
A
la comida le dicen merienda. Por la noche un guiso de arroz o patatas y
gazpacho. O una salsilla “pa mojar”. O patatas “asás”. Pero esta es la tierra
del aceite; más que Villacarrillo, a cuyo partido pertenece Beas de Segura. Más
que Martos. ¡Que ya es ponderación! Nadie tendrá por tierra pobre ala que
da doscientas mil fanegas al año. Chicos y grandes van
también a coger aceituna, mediados diciembre hasta marzo; y cuando llega el día
van a la rebusca. Igualmente se emplean muchachos y muchachas entre marzo y
abril, para la escarda. Tampoco es pobre por el exceso de división de la
propiedad. Aunque tiene grandes capitalistas,- tres o cuatro de veinte mil
olivas para arriba y unos doscientos medianamente ricos -, hay en Beas más de
dos mil pequeños propietarios. El año 60 se vendieron las dehesas; pero el
pueblo las roturó, y en 73 se anuló la subasta. Allí se empezó los olivares, de
resultas de ese reparto espontáneo. La calidad es buena, y, por lo tanto, el
término debe considerarse como uno de los
más felices de España. Mi visita a la escuela y mi conversación con los
muchachos indican que esta felicidad a tener sus excepciones y limitaciones. .
Porque la escuela es pobre. Los
alumnos, como la escuela. Y ahora diré porque razón anoto en muchas partes, y
en este viaje a Orcera singularmente, los juegos infantiles. Para mí, los
juegos entrañan cultura, una forma delicada, y al mismo tiempo robusta, de la
cultura popular. Imaginación – es decir, Nida – para crearlo. Tradición,- es decir memoria – para conservarlo. Aquí
estoy en el límite de los que hemos llamado cumbre del analfabetismo español. En
Beas de Segura aunque pertenezca a Villacarrillo. Y en el mismo partido de
Villacarrillo la proporción de analfabetos es de 78,25%, según la estadística
oficial. Busco, por consiguiente, la primera razón de esta cifra en la
incapacidad.
Pues bien: yo no sacaré consecuencias
ni dictaminaré si hay una cultura antigua de la palabra hablada y otra cultura
nueva de la palabra escrita, que en cierta manera, y por desgracia, se excluyen
mutuamente; pero en ninguna parte he encontrado tal abundancia y riqueza de
juegos como entre los muchachos de Beas. Juegan como suelen jugar en toda
España: siguiendo aquella curiosa
rotación, tan fija como las estaciones del año; pero además tiene sus
variantes y sus nombres locales. Juegan a maisa, al cangrejo y a la piola. Al
boliche. Al castro. Al borriquito de agua. Al cortacuellos. Al mogón. Al cuco.
Al hínchate sapo. A Mariquilla está mala ¿con que la curamos?... A peña ronca.
A las herrauras. Al cazaratones o chilimindrón, ¿que no he sido yo? A roma. A
romo, el palo en el suelo. A guardagorra. A la rata escondía. A caballos, tres
y salto. Al molino de viento. Al salto del papo. A lo mochamos, contamos ocho…
Larga debía ser aquí la pragmática de los juegos; pero los muchachos la
aprenden sin esfuerzo, muy pronto. Lo
mismo lo pueden aprender, aunque no lo inventen ellos solos, como Pascal, las
proposiciones de Euclides.
Ya está aquí, don José el maestro.
Subamos con él las gradas del zaguán y la escalerilla volada que parece un
despojo de algún barco náufrago. Veamos como da su clase en esta escuela brava,
de tipo antiguo, un maestro tan bueno como don José de la Torre. Primero atenderemos a
los muchachos, que al llegar a sus bancas, ordenándose con arreglo al concepto
que allí merecen, cambian de valoración y de cara. Dos chicos no valen lo
mismo, comparativamente, cotizados en su pupitre o cotizados en la calle. Unos
más despejados, otros más lentos; unos voluntarios, otros distraídos; toda esta
tropa va marchando. A mi propósito basta decir que ni ellos ni sus maestros tienen
la culpa de que la
Estadística maltrate como ya sabemos a la provincia de Jaén.
Pero aparte de eso hay que ser ciego para no ver la terrible dureza del
espectáculo que ofrece la escuela pública. Los muchachos salen, por sus trazas,
no de un combate, sino de una larga guerra. Lo de menos sería el trasquilón de
ese y la pedrada en la cabeza de aquel. Pero veo a un desgraciado, cojo, lleno
de lacras y – seguramente – de miseria. El ambiente es sórdido. Los contactos,
inevitables. La pelagra de otro muchacho fuerte y sano, ¿de donde viene? El
sentido democrático de la escuela se acendra, se purifica con prueba tan agria.
Todo es reformable.
Todo esto que parece fatalidad del
orden social puede cambiar. Para ello no evita que corran por la piel del
visitador de escuelas diferentes temblores. Y que un tumulto de protesta altere
la ecuanimidad que debe conservar un pedagogo. Mirando hacia el cielo para que
pueda descansar los ojos en el azul, veo que está muy alto porque se interponer
una ladera próxima. Arriba hay una cruz que llaman la Cruz de los Trabajos. Antes
se alzaba sobre peñascales, y ahora todo ese mote está roturado y olivado. Poco
a poco, el pueblo gana. Estas escuelas Irán pronto a mejor local, porque hay
otras casi construidas. Habrá más sitio para los niños. Más
maestros. Para precisar más noticias y no hablar vagamente, diré que hay
aquí, además de cinco maestros y tres maestras, un colegio de monjas
subvencionado por el Ayuntamiento con obligación de educar sesenta niñas
pobres. En arroyo del Ojanco, en las cuevas de Ambrosio y en los prados de
Armijo han hecho escuelitas que ya deben tener maestro si la Gaceta se ha acordado de
ellas. Yo creo que va llegándoles también a los muchachos y a sus maestros la
hora de salir de esa terrible advocación, ya que han vivido tanto tiempo bajo la Cruz de los Trabajos”.
También
hace un estudio sobre el analfabetismo de toda la Sierra de Segura así como
de otros pueblos del entorno: en término de Villacarrillo el porcentaje es del
78,25 %. En La Puerta de Segura el 73%. En Orcera capital del partido el 82%.
En Pontones el 88%. En Santiago de la
Espada el 92,8%, de cada cien hombres saben leer 10 y de cada
cien mujeres saben leer 4. En Segura el 88,9%. Siles 82,9%. Partido de Cazorla 79,04%. Partido de Úbeda
75%. Albacete 50%. Yeste el 83,88%.
Caravaca 79,73%.
La estadística de analfabetismo en Jaén
en aquellos años y anteriores era la siguiente:
-
En el año 1877 en
la provincia de Jaén había un 77, 71 % de analfabetos y diez provincias le
superaban en este porcentaje. En la capital el porcentaje era 64,5 %. En España
era en aquel año el 66, 30 %.
-
En el 1920 el
porcentaje de la provincia de Jaén era el 75, 03% y ocupaba el último puesto
detrás de Murcia con el 69,85% y Albacete con el 70,75 %. La primera provincia
era Santander, hoy Cantabria, con el 27,41%. La media de España era 52,23%.
-
En el 1930 en Jaén, como toda España, había
mejorado algo su porcentaje siendo el 61%. Seguía siendo la última de España y
por delante se mantenían Murcia con el 57,5% y Albacete con el 59,6%. La
primera era Santander con el 26,51% y la
media de España con el 42,33%.
-
En el 1920 había
en Jaén una media de 1,4 mujeres analfabetas por cada varón que lo fuese.
-
En el 1930, en
Jaén, había variado algo la comparación, pero en negativo, por cada varón
analfabeto había 1,6 mujeres.
-
En el 1923 se
crearon en Jaén 383 escuelas y 17 graduadas.
-
En el 1929 se
crearon en Jaén 549 escuelas y 18 graduadas.
Como vemos en estas estadísticas de
aquellos tiempos en los
que
la escuela pública se abrió en nuestro pueblo y el reportaje que hizo Luis
Bello por su recorrido por las Escuelas de España, nos da a conocer el mal
estado que estaba la educación en Jaén con respeto a otras provincias españolas
y la zona de la Sierra y del partido de Villacarrillo que eran la tasa de
analfabetismo más altas de España y solo comparable con ellas la de la comarca
de Las Hurdes. Aunque esta última comparación nada tuviese que ver con la
pobreza de aquellas tierras y la riqueza del partido judicial de Villacarrillo o
del mismo término de Beas: “Pero esta es la tierra del aceite; más que
Villacarrillo, a cuyo partido pertenece Beas de Segura. Más que Martos. ¡Que ya
es ponderación! Nadie tendrá por tierra pobre a la que da doscientas
mil fanegas al año”.
El 18 de diciembre de 1929, el jurado designado para
adjudicar los premios del certamen pedagógico de la Asociación provincial de
Maestros Católicos de “El Santo Rostro”, de Jaén, había acordado conceder los
premios de los temas anunciados, a los autores siguientes: Tema 6º a don Miguel
Romero López de Arroyo del Ojanco. Este era el maestro de la fotografía
antedicha.
A mediados de abril de 1930, la
Comisión de propaganda de la Liga Oretana, defensora de la educación popular,
reunida en Beas, acuerda la creación de una escuela mixta en Las Chozas.
El
13 de abril de 1931 hay una propuesta provisional de destino para Arroyo del Ojanco de la
maestra Dª. María de la Paz Capos Baeza-Rojano
que residía en Úbeda. Por estas fechas se hundió el tejado de la Iglesia
que llevaba tres años hecha.
En el mes de junio de 1934 son
nombrados como maestros interinos para
nuestro pueblo, Joaquín García Díaz e Isabel Rubio Delgado. En julio se nombran
Soledad Guzmán Tercedor y Antonio Priego Acosta. Con un censo de población de
1.260 habitantes. A finales del año en censo que pone cuando habla para la
escuela unitaria de niñas era de 886, cinco habitantes más que en el 1926. Cosa rara, aunque no para mí.
Pero vayamos a los locales
por donde se estableció esta escuela pública en nuestro pueblo, espero no
dejarme ninguno.
Quizá el primer local donde hubo esta escuela en el pueblo
fuese en una de las casas de Los Chervanos o familia de los Lunas. Hace casi
cuarenta años conocí a una mujer mayor en Jaén que a oírme decir que era de
Arroyo del Ojanco me dijo que su marido había sido el primer maestro de nuestro
pueblo. Por la descripción que me hizo del lugar deduje que sería una de estas
casas que tenía la familia Luna en la carretera. El nombre no coincidía con el
de la foto de los años 20 en los que aparece entre otros mi padre, con siete u
ocho años.
Los de esta foto el local donde estaba la escuela era la
casa de Pepe Sierra o mejor dicho José Ortega Gómez, el padre de los actuales
amos, José y Paquita Ortega Carrasco.
Casas de los hermanos Ortega Carrasco |
En los bajos de la parte de Paquita, hoy reformado toda
entera, estaba la escuela de las niñas y los niños estaban en los bajos de la
parte de su hermano José, que está sin reformar por lo menos la fachada. Aquí
estaría la escuela por lo menos 30 años, hasta el 1958 año que se trasladó a
los locales oficiales de las Escuelas Viejas.
En estas Escuelas
Viejas, se pueden nombrar así, tuve el privilegio de asistir por primera vez a
sus clases y el último año de funcionamiento de estas. Quizás también, mi padre,
estuviese en su primer año de escuela en ellas en 1927 o 1928.
El patio de recreo de aquellas escuelas que
había al principio de la calle Rosales y de la actual calle Fuentebuena, era,
eso, la calle o las calles próximas. Además de la puerta de la escuela, donde
hacía rincón, este era el lugar de las niñas, por lo menos en lo que yo conocí.
Los chiquillos tenían más lugares, como a lado de las paredes de la cooperativa
en su puerta principal. De aquí me acuerdo de jugar con la trompa o zompa como
decíamos nosotros, o a las bolas cuando la tierra que había cerca de la pared
se ponía suave. A las guerras se iban más retirado, por la incipiente calle
María Luisa hasta el vallejo de la Rana. De aquí me acuerdo de un montón de
arena de una de las primeras futuras casas de esta calle.
La clase estaba
compuesta por un barribarrullo de diferentes clases de bancas. Había algunas
que se levantaban la tapa superior de la mesa y de un banco negro que estaba al
final de la clase que ha durado un montón de años en el edificio de las
escuelas viejas. A mi, como el curso ya estaba empezado cuando llegué, me
sentaron en una banca de la punta adelante con los más grandes o mayores de la
clase, uno de ellos era Laureano Cano, el antepenúltimo de los Sietegibas
varones.
En estas
escuelas también me hicieron mi primera fotografía escolar. Aquel año las
hacían en el patio de la escuela, mejor dicho de la casa. Don Andrés mandaba
para aquel acontecimiento a los niños a sus casas para que viniesen aseados y
con ropa limpia, pero a mi no me mandó y lo único que hicieron fue peinarme, no
se si el fotógrafo o el mismo maestro.
En el grupo
escolar nuevo empezamos con los mismos materiales escolares: el mapa de hule de
España que se iba deshaciendo, la pizarra de madera contrachapada pintada de
negro y los mismos bancos. Los niños nos colocamos en la escuela del segundo
pabellón, donde está hoy día la domus romana y las niñas en la misma posición
pero en el pabellón último, donde está la cocina y el comedor de la residencia.
El pabellón dedicado a clases de niñas en las Escuelas Viejas |
Los maestros
siguieron los mismos. Don Andrés y doña Carmen. Al año siguiente llegaron
nuevos maestros y maestras. Y aquellas clases de más de noventa alumnos se
fueron dividiendo en otras más pequeñas. Me acuerdo, cuando mandaron nueva
equipación de pupitres, los más pequeños nos sentábamos en el suelo entre las
filas de mesas pues no había para todo el mundo. Esto fue en el curso 1958-59.
Entonces se creó una graduada para niños de cuatro unidades y otra de niñas
exactamente igual con cuatro unidades.
Siempre había en aquellos tiempos algún
percance con los tinteros al derramarse sobre las mesas de los pupitres, aunque
en ese curso viniesen el equipamiento con mesas planas. Los pequeños no
llevábamos más que la una libreta azul, más pequeña que una cuartilla con las
tablas de las cuatro operaciones por detrás y por delante alguna ilustración de
animales, de la que me quedó en la memoria fue la del lince.
Aquellas
escuelas Viejas, que entonces eran nuevas, no estaban cerradas ni por verjas o
vallado, ni por ninguna puerta. Algunas veces, los mayores, se iban con sus
juegos hasta la calle del lavadero que entonces se estaba ampliándose en otras
paralelas más abajo y la fuente donde íbamos a beber agua estaba en lo que hoy
es el Púb. Blanco y Verde. Y los servicios, aunque estaban hechos dentro de los
cuatro pabellones entre las dos clases que había en cada uno, no funcionaban
porque no tenían desagües ni agua corriente. Estaban en el cauce del arroyo.
En el año
1962-63, estas escuelas sufrieron una reforma y la de los niños tuvimos que
trasladarnos a las casas de los maestros que estaban vacías, a los de mi curso
nos tocó la que luego sería mi casa durante doce años.
El B.O.E. del
27 de marzo de 1964 publica las Agrupaciones escolares de la provincia de Jaén:
“En
Arroyo del Ojanco. Mixta Francisco Vílchez, con dirección con curso y ocho
unidades (cuatro de niños y cuatro de niñas. Quedan integradas la graduada de
niños y la de niñas, de cuatro secciones cada una”
En el 1964-65
otras reformas de los tejados hicieron cambiar de lugar de las clases. Esta vez
fueron los salones parroquiales y los bajos que tenía Roque Gilabert a lado de
la fuente, hoy la tienda de Fernando o de Mariló Gilabert. En este mismo curso,
los niños y niñas que estábamos estudiando bachiller con don Maximiano, dábamos
las clases en el salón parroquial fuera del horario escolar y el estudio y
otras clases en la casa que es hoy día de Paquita Molina en la calle Viñas
esquina Santa Catalina.
Después de este
curso ya no se tuvo que salir del grupo escolar por obras a casas particulares,
pero si porque no habían suficiente clases para todos los cursos que se
impartían.
A finales de
los sesenta y sobre todo en los años setenta, hubo que alquilar salones para
poder dar las clases. En las escuelas había en teoría para dar ocho cursos. Al
principio había cuatro para niñas y otras cuatro para niños, pero con las
reformas de la educación y mezclarse los géneros no había clases en el recinto.
Se tiraron las paredes de los servicios y en algunos pabellones se convirtieron
estos en aulas.
En todos los
años de la década de los setenta hubo clases desparramadas por todo el pueblo.
El en grupo escolar se quedaron las clases de los mayores y desde primero hasta quinto salieron de él.
Se dio clase en
la casilla de los peones y el bar Gorrino. En los salones parroquiales, los
bajos de las casas de Germán y de Mari Nieto antes de ser suyas, en la casa de
Ulpiano Ortega en la calle del Río, en la casa de Luis Blanco, hoy día la
tienda de electrodomésticos Juan M. Bustamante y en los años finales se
cerraron las primeras y se abrieron en el salón de bodas de las Vigas y en la
guardería que entonces era la OJE. Todo hasta el año 1979 que se inauguró el
nuevo recinto donde están ubicadas hoy día.
El Colegio de Infantil y Primaria de Arroyo del Ojanco |
Como dato anecdótico sobre nuestras escuelas tenemos
esta referencia: A finales de octubre de
1897 se le propone como maestro de Beas a Francisco Vilchez y Morcillo, título
superior, sueldo legal en propiedad 1.100, computable 1.100, años de servicio
en la última categoría 9 años 10 meses y 9 días, en el magisterio ídem y
servicios interinos ídem, oposiciones aprobadas tres. De este maestro llevan la
escuela de primaria de nuestro pueblo el nombre. Era natural de Jódar. Fue
también secretario de la Juventudes del partido republicano de Beas en el año
1893 y en años posteriores
ANDRÉS MARÍN SÁNCHEZ