LA BANDEJA DE VIDRIO DE
ARROYO DEL OJANCO
En
los años 20 del siglo veinte hubo una serie de descubrimientos de restos
romanos en los calares de los Baños. Uno de ellos hace tiempo que le di
publicidad, en este blog se recoge con el título de “A vueltas con los Baños”.
Pero hoy daremos a conocer otro descubrimiento como la patena de vidrio
visigoda de los Baños y más tarde llamada la bandeja vidrio de Beas (Arroyo).
Algunos
periódicos de aquellos años llevaban en sus páginas esta notica como La Región
de 23 de septiembre de 1926 y El Defensor de Córdoba de 9 de noviembre de 1926.
El día 11 de mayo de 1922, labrando un olivar en
el Calar de la Señora, en los
alrededores de la Villa Romana de los Baños, de Arroyo del Ojanco, fue hallada, junto con
otros vidrios, una bandeja, también de vidrio, fragmentada, pero cuyos restos
permitían darnos una idea exacta de su
forma primitiva. Este vidrio de color azul intenso obtenido por moldeo tiene
unos 30 cm. de longitud por 12,5 cm. de ancho y un espesor variable de 6,5 mm. Enmarca
la bandeja un borde rectangular de unos 24 x 12 cm. Prolongándose en sus lados
menores por unas asas planas, recortadas en sencillas volutas simétricas. La
superficie de la bandeja no es lisa; desde el borde , puede tener unos 2 mm,
alcanza el grosor máximo, desciende rápidamente la superficie en un prolongado
plano inclinado hasta quedar con un espesor mínimo de unos 3 mm, aumentando
nuevamente hacia el centro para llegar a 6, a una distancia del borde que es
variable según el dibujo y que puede ser
mucho más o menos de unos 4 centímetros; aquí se marca un nuevo descenso para trazar en bajorrelieve,
sin modulaciones o detalles, la silueta de un pez.
Bandeja de vidrio encontrada en los Baños en 1922 |
La
descripción de estos objetos los he hecho en presente, como si existieran en
algún sitio conocido, pero a veces creo, que si existen todavía, estarán en algún
lugar de incognito.
El
23 de septiembre de 1926, el arqueólogo español P.M. de Artiñano publicó un
artículo en el “Archivo Español de Arte y Arqueología” sobre el hallazgo de
esta pieza de vidrio.
Este
arqueólogo estudió, tanto desde el punto de vista histórico y artístico, como
es la composición química del vidrio hallado, llegando a la conclusión de que
dicho objeto pertenece del siglo V al
VI, anterior a la dominación árabe del Norte de África, en pleno poderío
visigodo en nuestra Península.
Alababa
y ensalzaba este descubrimiento, como recientemente se ha hecho sobre la patena
paleocristiana de vidrio encontrada en las excavaciones de Cástulo. Decía así
sobre ella:
“La importancia de este descubrimiento es
enorme, si se tiene en cuenta que define, cosa hasta ahora nada más que
problemática, las piezas de vidrio visigodas de que habla San Isidoro en sus
Etimologías, que tan sólo han llegado a nosotros en los hallazgos de las excavaciones del
Carpio del Tajo, en las Coronas de Guarrazar y, en general, en los poquísimos
ejemplares visigodos españoles que hoy se conservan.”
Pero
años más tarde, entre el 16 al 19 de mayo de 1948, se intentó contradecir las teorías
del señor Artiñano sobre la antigüedad de la “patena” o bandeja que en esas
fechas se decía que era.
En
el IV Congreso Arqueológico del Sudeste Español, celebrado en Elche, entre
otros temas se dio a conocer en la sesión del día 19 el trabajo “La bandeja de
vidrio de Beas (Arroyo)”, por M. Arnau Rodríguez y G. Aulet Sastre del
Laboratorio de Arqueología de la Uv. De
Valencia. En él se intenta contradecir a
P.M. Artiñano en su artículo publicado en el Archivo Español de Arte y
Arqueología del día 23 de septiembre de
1926 sobre la bandeja de vidrio encontrada en Arroyo del Ojanco.
En
esta ponencia se hablaba de las “circunstancias
del hallazgo”. En este apartado se hace una descripción de como, cuando y
donde se encontró. Así como las características de dicha pieza arqueológica. Se
enumeraba, además del señor Artiñano, otros arqueólogos que se habían ocupado
del tema como el señor Gudiol y el Marqués de Lozoya, que a entender de los
ponentes no habían hecho más que admitir el trabajo del señor Artiñano: “Siguiendo este autor, los demás dan a la
bandeja una función y cronología con la que no estamos de acuerdo”. El
título “Una patena de vidrio visigoda”, según los ponentes de la Universidad de
Valencia, encerraba dos aseveraciones, una a la función de la pieza y otra su
cronología.
Función de la pieza: A
través del artículo citado del señor Artiñano, la bandeja en cuestión recibía
unas veces el nombre de patena, otras el de la bandeja y finalmente en las
conclusiones dejaba ambigua la finalidad
de la pieza aunque parecía inclinarse a aceptar su uso litúrgico.
Y
que para demostrar su afirmación el señor Artiñano se basaba en la obra de
otros especialistas como Doelger que para rebatir a Rossi, no admitía el empleo
del símbolo con anterioridad a la Paz de Constantino, 313 de nuestra era en el
llamado Edicto de Milán. Doelger admitía sin discusión que el pez pudo
emplearse luego de esta fecha y esto no da a todas las figuras de peces por el
hecho de serlo el significado de símbolo cristiano.
Los
ponentes valencianos creían que era “más
lógico el empleo de esta pieza como bandeja que como patena y para demostrarlo
presentamos algunas piezas de materiales típicamente romanos de cuya similitud
con la que estudiamos se deduce que
tuvieron el mismo uso”.
Siguiendo
a los ponentes, Doelger en su libro citado en el volumen V. cuadro 2º,
publicado en 1937 (que el Sr. Artiñano desconocía cuando hizo su artículo en
1926, pues todavía no se había publicado este libro) reproduce dos
bandejas de las siguientes características:
“Una de ellas procede de Appleshaw (villa
inglesa del condado de Hampshsire); es
una bandeja de estaño y en su forma
primitiva tenía dos asas planas de las
que solamente se conserva una casi completa. El ornamento en relieve reproduce un pez inscrito en un trenzado de forma
ovalada siendo su longitud primitiva de
unos 23 cm. De la misma manera señala otra bandeja de 23,2 cm. De cobre
plateado que fue hallada en el barro de un río, bajo un puente, cerca de la
vieja Solimariaca (Soulosse; en los Vosgos). Tiene forma ovalada con un pez gravado hacia la derecha inscrito en
unas palmetas estilizadas”.
También
hablaban de otro ejemplar semejante, ya perdido, encontrado entre 1884-87 en
Grand (una población francesa en la región de la Lorena, departamento de los
Vosgos). Este estaba junto con otros restos romanos o galorromanos en un pozo
romano.
Siguiendo
con la función de la pieza, estos autores, decían que desde muy antiguo había
la costumbre de fabricar platos especiales para servir el pescado. En el
esplendor ateniense de los siglos V y IV antes de Cristo, se decía que las
fuentes del pescado antes eran de
arcilla y en aquellos años eran de plata, eso sí, en los hogares lujosos.
Para
seguir demostrando que ellos tenían razón sobre lo dicho por Artiñano, Goudiol
y el Marqués de Lozoya, ponían otros ejemplos como las fuentes pintadas que se
conservan en Etruria y Grecia con animales marinos. También en el palacio de
los Conservadores de Roma y en museo Kircheriano existen platos que reproducen el mismo
motivo: tres peces rodeando un círculo central con una concha. Otro plato de
peces se guarda en el Museo Tübigen (o Tubinga es una ciudad alemana del estado
federal de Baden-Wutemberg, en cuya universidad estudió el astrónomo y matemático
Kepler) que según Watzinger opinaba que fue utilizado para servir pescado. Sus
dimensiones son 4,5 cm de altura por 26,5 cm de diámetro. Se reproducen tres
peces con aletas blancas en él. Cronológicamente pertenecen al siglo II. Todos
estos platos tienen forma circular con asideros laterales, más tarde por
razones prácticas se adoptaron a la forma del pez.
Seguían
con su tesis: “Es muy difícil que el pez
en la mesa suscitara una idea cristiana como podía hacer una cruz o la escena
del Buen Pastor y aunque admitamos que fueran utilizados por cristianos no
tenemos derecho a afirmar que la representación
de un pez en un plato respondiera a una
idea cristiana.
Apreciamos el detalle, a nuestro
modo de ver interesante, de que todas
las patenas conocidas hasta adoptan formas más o menos circulares muy al
contrario de la rectangular que observamos en la pieza objeto de nuestro estudio.
De acuerdo con nuestras conclusiones
cronológicas, esta `pieza no puede ser posterior al siglo III, como seguidamente
demostraremos, y resulta muy aventurado atribuirle la función de patena cuando no conocemos ninguna pieza de culto
cristiano anterior a este siglo, época que los cristianos utilizaban objetos
hechos exprofesamente para el culto, porque su arte peculiar era, de existir,
muy incipiente”.
A
continuación decían de la cronología de
la pieza que:
“Si el atribuir a la pieza el
carácter de patena resulta problemático, como hemos visto, todavía nos parece
más aventurado el considerarla visigótica. Por el contrario creemos fuera de
duda, como intentaremos demostrar, que puede fecharse como pieza romana del siglo II.
Como muy bien señala Hans Zeiss la
pieza en cuestión ha sido fechada erróneamente. Su semejanza en cuanto a tamaño
y forma con hallazgos de plata de la época Imperial que aparecieron en
Hildesheim y su estilo puramente clásico hacen desechar la afirmación de que
pertenezca a los comienzos de la Alta Edad Media. Uno de los argumentos en que
se apoya el Sr. Artiñano, el de análisis químico, resulta poco feliz y aunque
al comparar el análisis de la bandeja con otro de vidrios de Pompeya y notar
una diferencia apreciable saca la conclusión de que ha de ser la bandeja posterior a estos vidrios
pompeyanos, pero ni por un momento ha pensado en hacer la comparación con
vidrios coetáneos de otros países ni con los de la Alta Edad Media, cosa que de
haber realizado le hubiera llevado a
idénticas conclusiones dada la extraordinaria variedad de composición química
de los vidrios medievales.
Por último la cronología dada a la bandeja se funda esencialmente en la
semejanza que presenta con los platos que se reproducen en aras del norte de África estudiadas y
reproducidas por Doelger. En el artículo del Sr. Artiñano se reproducen dichas
aras comparándolas con la bandeja de Arroyo (Beas) evidenciando su similitud, bien
atribuyendo a estas piezas, término de
comparación, una fecha que no reconoce su autor. Afirma que en Doelger da a
estas aras una cronología del siglo V ó VI considerándolas como cristianas
cuando en realidad este autor las
atribuye en la época romana y en un solo caso
habla de fines del siglo III o comienzos del VI considerándolos siempre
como profanos. Creemos pues que resulta evidente que a la mala interpretación
dada al texto de Doelger se debe a la falsa cronología de la bandeja de Arroyo. Estas aras, por su parte no admiten
ninguna interpretación cristiana sino que son aras de ofrenda de época romana debidas al parecer
a una costumbre púnica muy arraigada en
el norte de África y probablemente representando una ofrenda simbólica. La
mejor prueba para ello es que en una de ellas se reproduce un plato con
dos peces y en otra un plato con dos peces y un ave, ya en si es muy difícil de
justificar la interpretación de un pez que está puesto sobre un plato como
símbolo cristiano, pero resulta imposible teniendo una pareja de peces, y todavía
más teniendo un ave al lado.
Si se quiere mantener la comparación
del hallazgo español con las aras norte-africanas hay que decir que esta
comparación sugiere mucho más una interpretación de cosa pagan que cristiana;
este resultado concuerda con la impresión general del estilo de la pieza. Pero
si mantenemos esta comparación hay que suponer o que la pieza procedía de
África o que el culto africano arraigó en España, cosas ambas no probadas, por
eso hemos creído más oportuno comparar nuestra pieza con otras romanas como son
el tesoro de Hildesheí que tiene la misma forma y los platos que publica
Doelger de Inglaterra y de los Vosgos ya citados con el pez que los
caracteriza.
Si analizamos las circunstancias del hallazgo
parece deducirse claramente que se trata
de un vidrio romano. Las piezas encontradas juntamente con la bandeja, restos
de una gran vasija de vidrio una botella o frasco piriforme entera, un largo
cuello y un fragmento de otra pieza y abundantes pedazos de un frasco para
bálsamo, parecen ser objetos de vidrio romano. Sin embargo cabe advertir que
sería muy interesante de hacer un estudio minucioso de estos objetos lo cual
nos conduciría indudablemente a la cronología exacta de todas las piezas
encontradas en Arroyo.
Y de ser estos objetos romanos, como parece deducirse de las noticias que de
ellos se han dado, resultaría incongruente y excepcional el hallar junto con
piezas romanas una pieza visigótica como se ha pretendido ver en la bandeja de
vidrio de Arroyo (Beas)”.
Con
la datación cronológica de la pieza terminaba la ponencia sobre a bandeja de
vidrio de Beas, que así la titulaba, pues en aquellos años todavía
pertenecíamos al municipio de Beas y por supuesto Arroyo del Ojanco estaba en
segundo término de la noticia, solamente para señalar el paraje donde se
encontraron los restos.
Pues como hemos visto, no sólo se encontró la
bandeja de vidrio sino una gran vasija de vidrio, de espesor considerable,
ligeramente verdoso, al parecer de forma aproximadamente esférica, tan
incompleta y fraccionada, que era imposible intentar una reconstitución; en
cambio, pudo lograrse entera una botella o frasco piriforme de 12,5 centímetros
de alto; se encontraron también el largo
cuello y un fragmento de otra pieza cuya parte cilíndrica alcanzaba unos 18 centímetros de longitud y
abundantes pedazos de un frasco para bálsamo, azul con bucles o plumas de hilo
amarillo, blanco y de otros colores de tipo de fabricación fenicia, pieza que
debió de ser de excepcionales proporciones viendo el tamaño de sus fragmentos..
El
calar de la Señora es el calar de los Baños y esta villa romana tuvo su
esplendor entre los siglos I, en que se construyó y el siglo IV en que dominaba
la gran villa bajoimperial y con la interrupción en el último tercio del siglo
III (año 278 de nuestra era) con la posible destrucción de la villa por
campesinos y su posterior florecimiento a finales del mismo siglo III y el IV.
No
sé si está a buen resguardo esta bandeja, donde debería estar, en el Museo
Arqueológico Nacional o como otras piezas de aquellos años que se decían que
estaban en el Museo Provincial de Jaén, pero que nadie las han visto en él. Y
es más la bandeja de vidrio estuvo en poder del afamado médico y estudioso de estos contornos, don Tomás
Román Pulido que se la ofreció al Pedro Miguel Artiñano para su colección
particular, pero al final fue adquirida por este a comienzos del verano de
1926, unos meses antes de publicar su artículo en la revista “Archivo Español
de Arte y Arqueología”.
¿Cuántos restos de nuestro patrimonio se perdieron por aquellos años, en que don Tomás Román fue protagonista directo de ellos?¿Y después?
ANDRÉS MARÍN SÁNCHEZ. Julio de 2016