EL MAYOR EXPOLIO OFICIAL DE LOS BAÑOS
Hace 100 años, en el año 1922 hubo una
serie de descubrimientos de restos romanos en los calares de los Baños. Uno de
ellos hace tiempo que le di publicidad, en este blog se recoge con el título de
“A vueltas con los Baños”.
Algunos periódicos de aquellos años
llevaban en sus páginas esta notica como la Revista Don Lope de sosa de julio
de 1923, La Región de 23 de septiembre
de 1926 y El Defensor de Córdoba de 9 de noviembre de 1926.
El día 11 de mayo de 1922, labrando
un olivar en el Calar de la Señora, en los alrededores de la Villa Romana
de los Baños, de Arroyo del Ojanco, propiedad de Esteban Bueno y por el obrero
que allí trabajaba labrando estas tierras, Antonio José Bueno Torres.
Fueron halladas varias lápidas funerarias
que el artículo más arriba indicado daba las correspondientes explicaciones, al
parecer pertenecientes al siglo I de nuestra era.
Parte de las piezas halladas en los Baños y que entraron a disposición de Tomás Román Pulido
Tomás Román explicaba en la revista don Lope de Sosa, el significado de las lápidas y donde llevaría o donaría una, el Museo provincial de Bellas Artes de Jaén. Parece ser que nunca habría llegado alguna de estas piezas allí. Dice que fueron compradas por él.
Parte de las piezas halladas en los Baños y que entraron a disposición de Tomás Román Pulido
Lápida funeraria de los baños encontrada en 1922
También se encontró, junto con otros vidrios, una bandeja, también de
vidrio, fragmentada, pero cuyos restos permitían darnos una idea exacta
de su forma primitiva. Este vidrio de color azul intenso obtenido por moldeo
tiene unos 30 cm. de longitud por 12,5 cm. de ancho y un espesor variable de
6,5 mm. Enmarca la bandeja un borde rectangular de unos 24 x 12 cm.
Prolongándose en sus lados menores por unas asas planas, recortadas en
sencillas volutas simétricas. La superficie de la bandeja no es lisa; desde el
borde , puede tener unos 2 mm, alcanza el grosor máximo, desciende rápidamente
la superficie en un prolongado plano inclinado hasta quedar con un espesor
mínimo de unos 3 mm, aumentando nuevamente hacia el centro para llegar a 6, a
una distancia del borde que es variable según el dibujo y que puede ser
mucho más o menos de unos 4 centímetros; aquí se marca un nuevo descenso
para trazar en bajorrelieve, sin modulaciones o detalles, la silueta de un pez.
La descripción de estos objetos los he
hecho en presente, como si existieran en algún sitio conocido, pero a veces
creo, que si existen todavía, estarán en algún lugar de incognito.
El 23 de septiembre de 1926, el arqueólogo
español P.M. de Artiñano publicó un artículo en el “Archivo Español de Arte y
Arqueología” sobre el hallazgo de esta pieza de vidrio.
Este arqueólogo estudió, tanto desde el
punto de vista histórico y artístico, como es la composición química del vidrio
hallado, llegando a la conclusión de que dicho objeto pertenece del siglo
V al VI, anterior a la dominación árabe del Norte de África, en pleno poderío
visigodo en nuestra Península.
Alababa y ensalzaba este descubrimiento,
como recientemente se ha hecho sobre la patena paleocristiana de vidrio
encontrada en las excavaciones de Cástulo. Decía así sobre ella:
“La importancia de este
descubrimiento es enorme, si se tiene en cuenta que define, cosa hasta ahora
nada más que problemática, las piezas de vidrio visigodas de que habla San
Isidoro en sus Etimologías, que tan sólo han llegado a nosotros en los
hallazgos de las excavaciones del Carpio del Tajo, en las Coronas de Guarrazar
y, en general, en los poquísimos ejemplares visigodos españoles que hoy se
conservan.”
Pero años más tarde, entre el 16 al 19 de mayo de 1948, se intentó
contradecir las teorías del señor Artiñano sobre la antigüedad de la “patena” o
bandeja que en esas fechas se decía que era. En el IV Congreso Arqueológico del
Sudeste Español, celebrado en Elche, entre otros temas se dio a conocer en la
sesión del día 19 el trabajo “La bandeja de vidrio de Beas (Arroyo)”, por M.
Arnau Rodríguez y G. Aulet Sastre del Laboratorio de Arqueología de la Uv.
De Valencia. En él se intenta contradecir a P.M. Artiñano en su artículo
publicado en el Archivo Español de Arte y Arqueología del día 23 de
septiembre de 1926 sobre la bandeja de vidrio encontrada en Arroyo del Ojanco.
En esta ponencia se hablaba de las “circunstancias
del hallazgo”. En este apartado se hace una descripción de cómo,
cuándo y dónde se encontró. Así como las características de dicha pieza
arqueológica. Se enumeraba, además del señor Artiñano, otros arqueólogos que se
habían ocupado del tema como el señor Gudiol y el Marqués de Lozoya, que a
entender de los ponentes no habían hecho más que admitir el trabajo del señor
Artiñano: “Siguiendo este autor, los demás dan a la bandeja una función y
cronología con la que no estamos de acuerdo”. El título “Una patena de
vidrio visigoda”, según los ponentes de la Universidad de Valencia, encerraba
dos aseveraciones, una a la función de la pieza y otra su cronología.
Pues como hemos visto, no sólo se
encontró la bandeja de vidrio sino una gran vasija de vidrio, de espesor
considerable, ligeramente verdoso, al parecer de forma aproximadamente
esférica, tan incompleta y fraccionada, que era imposible intentar una
reconstitución; en cambio, pudo lograrse entera una botella o frasco piriforme
de 12,5 centímetros de alto; se encontraron también el largo cuello y un
fragmento de otra pieza cuya parte cilíndrica alcanzaba unos 18
centímetros de longitud y abundantes pedazos de un frasco para bálsamo, azul
con bucles o plumas de hilo amarillo, blanco y de otros colores de tipo de
fabricación fenicia, pieza que debió de ser de excepcionales proporciones
viendo el tamaño de sus fragmentos..
No sé si está a buen resguardo esta
bandeja, donde debería estar, en el Museo Arqueológico Nacional o como otras
piezas de aquellos años que se decían que estaban en el Museo Provincial de
Jaén, pero que nadie las han visto en él. Y es más la bandeja de vidrio estuvo
en poder del afamado médico y estudioso de estos contornos, don Tomás
Román Pulido que se la ofreció al Pedro Miguel Artiñano para su colección
particular, pero al final fue adquirida por este a comienzos del verano de
1926, unos meses antes de publicar su artículo en la revista “Archivo Español
de Arte y Arqueología”.
El calar de la Señora es el calar de los
Baños y esta villa romana tuvo su esplendor entre los siglos I, en que se
construyó y el siglo IV en que dominaba la gran villa bajoimperial y con la
interrupción en el último tercio del siglo III (año 278 de nuestra era) con la
posible destrucción de la villa por campesinos y su posterior florecimiento a
finales del mismo siglo III y el IV.
¿Cuántos restos de nuestro
patrimonio se perdieron por aquellos años, en que don Tomás Román fue
protagonista directo de ellos? ¿ Serían las cien lápidas del anticuario de la
calle Elvira de Granada también de este periodo? ¿Y después?
También
en esta revista se publicaron varios artículos, además de este de los Baños, de
Tomás Román, sobre la cueva de la Lobera de Castellar y colecciones de piezas
encontradas en otros yacimientos de la provincia, como en Mogón, Villanueva del
Arzobispo y colecciones italo-griego e ibero-romas, como las denominaba él o de Peal de Becerro,
del Cerro de la Horca. De estas explicaba que había dos colecciones: una las
más numerosa y diversa adquirida por el Estado y otra suya de unas ciento
veinte piezas de cerámicas y esperaba aumentarla con el las exploraciones que
se estaban practicando en otros lugares de Peal además del anterior, en el
cortijo de la Mantellina y en los llanos de la Ermita de San Marcos.
A continuación expongo algunas piezas de Tomás Román que
exponía en la citada revista don Lope de Sosa
Venus del Santuario de Castellar
Toro de la cueva de la Lobera
Vasija romana
Vasijas procedentes de Turruñuelos
Lecito italo-griego del siglo V antes de Cristo
ANDRÉS MARÍN SÁNCHEZ, Diciembre del 2022