El arroyo que da nombre a un pueblo,
nuestro pueblo, Arroyo del Ojanco. Intentaré
repetirme lo menos posible al hablar sobre este tema, pero algunas
referencias históricas saldrán a la luz ya dichas anteriormente en otros
artículos míos.
Empezaremos por el nombre del arroyo,
esa corriente de agua que en algunos años de sequía prolongada se puede cortar.
Ya en el siglo XVI, y aquí me repito,
se conocía este arroyo como del Ojanco (Loçanco). Pero seguramente unos trescientos
años, poco después de su conquista en el 1235, se le empezaría a nombrar con
este nombre. Los caballeros que conquistaron estas tierras y que trescientos
años después sus descendientes todavía tenían posesiones a ambos lados del
cauce del arroyo en los lugares que hoy ocupa el pueblo. Estos caballeros eran
oriundos de Cantabria del solar de Soverón, del valle del Bedoya, también
llamado el valle del Honor. Eran de la familia de los Bedmares y Bedoyas. Los
que a finales del siglo XVI vivían y tenían posesiones aquí eran: Diego de
Bedoya con casa y labor en el cerro Portazgo y Hernando de Bedoya tierras de
labor en el Encinarejo (al lado derecho del arroyo).
Hacemos
referencia a estos caballeros al hablar
del nombre del arroyo, porque en esas
tierras que eran oriundos siempre ha habido leyendas sobre ojancos, ojancanu u
ojancanos como ellos dicen por allí. Seguramente fueron los que
nombraron este arroyo con el nombre que hoy lo conocemos, arroyo del Ojanco,
hace aproximadamente 800 años.
Esas relaciones famosas de Felipe II
del año 1575, se nombraban los productos
de sus huertas, arboledas,
cañamares y regadíos de pan llevar. También nos describe su nacimiento y por
donde discurre hasta llegar al río Guadalimar. Se dice su longitud, una legua y
la distancia que está de la villa de Beas, otra legua.
Sobre 1.845, en el Diccionario Geográfico-
Estadístico- Histórico de España de Pascual Madoz, todavía se le
seguía llamando de la misma manera, arroyo de Lojanco cuando se refiere a
corrientes de agua, y cuando habla de las huertas con el nombre de arroyo de
Lojamo.
Su longitud es de aproximadamente de unos 14 Km . Cerca de 12 Km . de su cauce pertenecen
a nuestro término municipal, recorriéndolo de sur a norte por su mayor anchura.
Cerca de 2 Km .
restantes pertenecen al término de Beas. Algo
más de un kilómetro al norte del pueblo, desemboca en el río Guadalimar.
Los destrozos
de la riada en la fábrica de Fuentebuena
Los barrancos o arroyos que vierten sus aguas en él
son los siguientes: Por el lado derecho los principales son el barranco del
arroyo de la Parra
con bastante caudal casi todo el año, que se junta cerca de 7 Km . por encima del pueblo,
el barranco de Paules junto con el arroyo de los Galindillos a 6 Km . del pueblo. Por el lado
izquierdo el del barranco de la
Cañas que este año ha llevado agua hasta mediados de agosto,
se junta unos 3 Km .
por encima del pueblo, el arroyo de Los Perales o de Los Torcalillos todavía no
se ha cortado el agua, un poco más abajo que el anterior y por último el de la Oliva que se junta por
debajo del puente de las Chozas.
En esta foto se puede ver la altura que alcanzó
el agua en la casa de Molina que era entonces de Antonio Serrano. Las
personas están en lo que es la casa de Ana Mari Chinchilla
Estos barrancos, que al final de los veranos secos,
no llevan agua, son capaces en un momento determinado recoger gran cantidad de
agua que al aportarla al cauce del arroyo producen y han producido riadas y desbordamientos
por donde han ido pasando. Siempre me viene a la memoria la gran riada del 7 de
julio de 1935, que destrozó la fábrica de Fuentebuena y en el pueblo saltó por
encima del puente tirando una casa e inundando a varias de las cercanías lo
mismo que la iglesia y llegando las aguas hasta el nivel de la plaza de San
Marcos. También hubo una perdida humana en la persona de Luis Heredia Olivares
a la altura de Fuentebuena. Toda esta historia de la riada ya ha sido publicada
anteriormente por mí y se puede ver en mi blog.
Foto de la parte de arriba del puente en estado que estaba cuando la
riada de 1935
Quisiera, lo mismo que cuando publiqué esta
narración, que tuviésemos más cuidado con los usos que les demos a las orillas
y a los cauces del arroyo e intentar su limpieza para que no sea una especie de
escombrera donde se deposite todo lo que nos estorba. Viendo una foto de la
riada del 35, podemos apreciar la anchura que llevaba el arroyo a la altura del
puente y lo que pasó. Fijémonos en esta imagen y quizá sirva para hacernos
recapacitar del uso que hacemos o hemos hecho de las riberas del arroyo. Y
acabo como acababa hace 14 años con la frase: “Lo que es del arroyo, el agua se
lo lleva”
Andrés Marín Sánchez
NOTA: Las fotos de la riada son propiedad de Isabel
Romero