martes, 4 de diciembre de 2018

LUGARES, ACTIVIDADES, NEGOCIOS...: SALÓN DE BODAS, FÁBRICA DE HIELO Y POLOS, GASEOSAS Y LECHEROS



SALONES DE BODAS



            Al hablar de los bares del pueblo, ha salido uno que  hacía bodas también en él. Pues vamos a enlazar con ello con los salones de bodas que hubo funcionando un tiempo en nuestro pueblo. Estos dejaron de funcionar hace un tiempo, quedando el pueblo sin ninguno hasta que recientemente el hotel inauguró,  hace unos  años, el salón de bodas.

         Hasta que a principios de los años 60, después de hacerse el bar hoy conocido como la Parada y anteriormente como La Palmera, de la Rosalía,  de Pedro Miguel o de la Genara, empezaron a hacerse bodas en él promovidas por su propietaria y su familia la Genara, en el pueblo no había nadie que se dedicara a esta actividad.
Bar, fonda y salón de bodas

         Hasta relativamente poco tiempo antes de estas fechas ya dichas de los años 60, las bodas se celebraban en las casas particulares  o de algún familiar que tuviese alguna amplia.

En  los años 50 empezaron a hacerse por gente que se dedicaba a ello y los locales podían ser algún bar anchuroso o alguna de las posadas o fondas. Fue cambiando poco a poco la forma de hacerse los convites de las bodas. Venían profesionales de Beas que se dedicaban a hacer los banquetes y los lugares eran los cines de verano donde se celebraban. Después con el salón que tenían de bajo de sus casas lo de las vigas en la calle de Fuentebuena.
Salón de bodas, verbenas y discoteca



La Genara fue la primera persona del pueblo que se dio cuenta de que aquí había un negocio que  podía dar dinero. Primero en el bar y los bajos de su casa y posteriormente el salón que hizo a continuación del  bar hoy vivienda de su hija. El 1979 ya había dejado este negocio, pues en el salón se hizo una vivienda que yo fui el primero en usarla cuando me casé.

A continuación Gómez también se dedicó a este negocio en su discoteca la Cancela en los salones que había por encima de ella. A esto se dedicó a mediados de los años 70, porque entre el 73 y 74 fue cuando inauguró la discoteca la Cancela y después amplió su actividad a las bodas.
Salón de bodas y discoteca la Cancela


A principios de los ochenta, como ya dije cuando hablábamos de los bares y de la Galaxia, se abrió otro salón de bodas. El nombre era el de la Galaxia como la cafetería. Estaba este salón en la parte superior del edificio y todavía está estos salones aunque sin ninguna actividad. Era regentado por los hermanos Muñoz, siendo Florencio el responsable de esta actividad. Con el tiempo hicieron un salón nuevo para bodas en la calle de Fuentebuena en un solar que anteriormente estaba ubicada la fábrica de vigas de la familia.
Salón de bodas Galaxia


Y por último el salón de bodas de los hermanos Navarro. Este está en la calle carretera al lado del parque en los bajos del edificio de la familia Navarro León. 
Salón de bodas Hermanos Navarro.


Los tres últimos fueron dejando su actividad casi a la vez  por la bajada en los años 90 de los casamientos en el pueblo. Y las pocas bodas que se daban, se hacían en la Veguilla o en el hotel Avenida como es ahora conocido.



FÁBRICA DE HIELO Y POLOS



            Cuando  hablamos de los bares y al decir donde había estado ubicado y porque se le llamaba también de otra manera al bar Salamanca, ya hablamos de la Polera que era como al principio se le conocía a este bar y el Polero a su dueño.
Espacio donde estuvo la Polar



         Esta antigua Polera de la que venía el bar Salamanca, se dedicaba a fabricar de manera industrial hielo, barras de hielo y toda clase de polos, que no helados.

         Su fundador fue un hermano de la familia Ortega llamado Iluminado. Se ubicaba en la calle del Río, en el nº 4. A la entrada del local se pasaba por un amplio patio y al fondo del solar estaba la edificación donde se fabricaba el hielo. Las tardes noches de verano el patio se convertía en una especie de terraza de verano donde se servía refrescos y alguna que otra cerveza junto con los polos que comíamos los más pequeños de la concurrencia.

         En este solar se hizo posteriormente otro hermano, Ulpiano Ortega su casa. Esta la disfrutó poco tiempo, estando la mayoría de él alquilada, por seguir viviendo al principio en el cortijo de Los Roques y después, a finales de los sesenta, cuando dejó el cortijo, estar la mayoría del tiempo trabajando en el extranjero y así como al principio de los setenta, por el mismo motivo, trasladarse a Las Canarias. Y cuando volvió de allí ya no vivió en ella por trasladarse a otros lugares y vender la casa a los propietarios actuales.

         Después de desaparecer la Polera, hubo otro lugar donde se fabricaba hielo. Este fue en el edificio o casa de Pepe Litrán o Pepe el Cartero. Este hombre pequeño de estatura pero más listo que los ratones coloraos. De ahí le venía el mote por compararlo con el Ministro de Alfonso XIII, el conde de Romanones. 
Casa de Pepe el Cartero


         Además de cartero, tenía también la central de teléfonos y para colmo y tener a sus hijos ocupados puso lo de los hielos. Estos los hacía en el pasillo central de su casa, por el había que pasar para llegar a las habitaciones de uso particular. La parte delantera junto con una parte del portal, la tenía para la central telefónica y el despacho de correos. Toda la familia hacía de todo, lo mismo repartían cartas que llevaban el control de los teléfonos del pueblo, pues todo comunicación pasaba por sus manos, hasta que el la segunda mitad de los 70 se puso los teléfonos automáticos.

         Allí acudíamos, algunas veces con la excusa de haber si había cartas, para comprarnos un polo. Entrábamos directamente donde los hacían, pues los hijos varones que nos atendían tenían más o menos nuestra edad, y así veíamos los moldes para el hielo como funcionaban hasta cuajarse.

         Hubo un tiempo que también hacía helados de una manera muy rudimentaria batiendo el hielo y echándolos en  un cucurucho de barquillo. Me acuerdo cuando los iban vendiendo montados en un carromato, que a veces le hacía el servicio de una mulilla mecánica. El mayor José Antonio conducía y Angelito y Pedro, montados en el remolque, despachaban los polos y helados los días de fiesta o cuando acudían al campo de fútbol los días de partido con otro pueblo.

         A finales de los sesenta también hubo una familia que hacía y vendía los domingos helados fabricados de manualmente. Era una familia que estaba trabajando en el Pantano y vivían en la casa de Marcelino Rustarazo que da al campo de fútbol, al lado donde tiene ahora  tienda su hija.
En el piso de arriba de la izquierda de esta casa vivía de alquiler la familia que hacía los helados


         Pero los helados más o menos parecidos a los de hoy, fueron anteriores a todos estos. Venían de La Puerta las tardes de verano pregonándolos a las primeras horas después de la siesta. Vendían también los barquillos de canela, que los chiquillos le añadían un estribillo cuando oían al hombre que lo iba vendiendo. Esto eran en los años cincuenta y el hombre que los vendía, entonces era muy joven, con el tiempo se convirtió en el tío de los cuadros. En los San Franciscos de aquellos años venía con su caseta de helados poniéndolos junto a las atracciones que venían. Tengo de esto una imagen en la puerta del Centro de Interpretación.

         A propósito del tío de los Cuadros, que persona del pueblo que ronde los setenta años o más no  le haya comprado alguna mercancía a este hombre, pues vendía de todo y quizá lo que menos cuadros. Luego todas las semanas se iba pasando de casa en casa con su libreta apuntando lo que le pagaban a plazos por los productos vendidos. Con mi madre tuvo este hombre mucha relación, pues casi hasta sus últimos días, no era muy mayor, estuvo haciendo esta labor de manera habitual por el pueblo. 
       Este hombre, me dijo alguna vez, que un hermanos suyo que trabajaba con los amos de las Viñas, los Revillas, había sido testigo que este señor llamado d. Juan Ortega, había cedido de manera gratuita el campo de fútbol al pueblo de Arroyo llamándole plaza de San Mateo en honor a un antepasado de la familia que parece ser fue el propietario de todas estas tierras que forman el barrio de las viñas incluida la Iglesia y el actual Ayuntamiento. Estos dos edificios y sus solares fueron donados por descendientes suyos, la Iglesia fue por Vicente Revilla Valle, cuando se construyó la iglesia había muerto un tiempo antes y Don Mateo Revilla Llavero el plano y la dirección de las obras de la Iglesia. Así como doña Gabina Revilla un Cáliz plata sobredorada, una casulla damasco seda blanca y otra encarnada, un juego de palias, alba y amito.

         También, a principios de los sesenta, venía otro hombre de Beas con un carromato vendiendo polos o helados y los famosos barquillos de canela. De este tengo un recuerdo de un 24 de abril cuando estábamos esperando la llegada del camión de los toros o vacas, pues la mayoría de las veces en aquellos años eran vacas y pocos toros. Era en la pontanilla que había para salvar la cuneta en la puerta de los Revillas. Estábamos sentados en las losas que hacía pasadizo y una de esas piedras era la de un molino con su agujero en el centro del circulo o mejor dicho cilindro, con poco grosor o altura, por ser un cuerpo geométrico más que una superficie. Y este hombre pasó varias veces por donde estábamos aquellos chiquillos nerviosos e impacientes esperando los toros de San Marcos que se hacían esperar.



FÁBRICA DE GASEOSAS


Hubo hasta el 1960 más o menos una fábrica de hacer gaseosas. Esta era de Roque Litrán Gilabert y la tenía en la calle del Río, en la actual casa de su familia. Tenía una puerta que daba a la calle para uso exclusivo de este negocio.
Casa de Roque el de las gaseosas


         Las primeras gaseosas que hacía tenían el tapón con una bola de cristal que algunos chiquillos usábamos como canica de cristal o cristala como lo nombrábamos nosotros. Esta bola, que era más grande que la actual canica de cristal, era de un solo color y su superficie más carrasposa, la teníamos para tirar con ella para dar los chetes.

         Las  repartían por el pueblo en unos carros de dos ruedas que se podían enganchar en el portaequipajes de las bicicletas o ser simplemente empujados o llevados a mano.

Gaseosa la Jaya


         Con la llegada, cada vez más, en los años sesenta de las grandes marcas de las gaseosas comerciales, como La Casera, La Inesperada La Jaya, esta última la que se vendía en los cines de verano Andalucía y Lumbreras, Roque fue dejando de fabricarlas.
Gaseosas Ls Pava de Villanueva del A.


La gaseosa de Beas.




         A finales de los años sesenta y principios de los setenta llegaron a nuestro pueblo repartidores a domicilio de gaseosas fabricadas en pueblos vecinos como La Pava de Villanueva y la Virgen de la Paz de Beas que la fabricaba Nicéforo Cantero hasta que este hombre se jubiló y su negocio dejó de funcionar. La otra marca la traían junto con otras mercancías de bebidas alcohólicas como de alimentación zumos y leche una familia de Villanueva.



LOS LECHEROS



         Hasta hace muy poco tiempo en nuestro pueblo ha habido gente que se ha ganado la vida vendiendo leche a los vecinos, bien en su casa o vendiéndola por las calles.

         Una normativa europeas sobre la manera que debían de vender este producto hizo que el último lechero del pueblo, lo miso que en otros lugares, dejase esta actividad.

         Desde siempre la leche que se necesita en las casas era suministrada por los mismos vecinos con sus cabras que tenían para tal efecto. Los menos pudientes o que no tenían medios para mantener o tener en sus casas una cabra para cubrir su necesidad de leche, se la agenciaban con algún vecino que tuviese de sobra y quisiera venderle.

         Normalmente la leche que se vendía en el pueblo hasta los años sesenta era de cabra. A  partir de esta década se empezó también a vender leche de vaca.

         Una de las personas que más tiempo se han dedicado a esta actividad fue Marcela Mihi o Mikes. Desde los tiempos de la posguerra siempre tenían ganado caprino, siendo los hijos mayores los encargados del pastoreo. Algunas veces llevaban, además del suyo, ganado ajeno para cuidarlo por los campos por una cantidad estipulada.
Casa de Marcela Mihi

         De su hijo mayor tengo una imagen gravada por un acontecimiento que pasó a mediados de los cincuenta. Iba este joven con su ato de cabras por la carretera y fue arrollado por un camión saliendo milagrosamente ileso pasando por encima de él, solo sufrió su talega con la merienda que fue machacada por una de las ruedas del camión.

         En los años sesenta, hasta que esta familia dejó esta actividad bien entrado los ochenta, también tenía vacas lecheras a las que vendía su leche. La leche la vendía en su casa y solamente a quien se la encargaba todos los días y por ser mayor se le llevaba de manera especial a su casa.

         Otra familia que vivía de la leche y de su ganado caprino y algún ovino, fue la de la familia Sánchez González. Este estuvo hasta su muerte pastoreando y guardando su pequeño rebaño y su mujer, Pepa,  era la que vendía la leche de cabra por las casas. La leche que vendía esta familia es la que más he bebido hasta que me casé, pues en mis casa desde que yo me acuerdo mi madre se la compraba a ellos. Su casa está en la calle Carretera junto al bar La Masía.
Casa de la familia Sánchez González


         Otra persona que también estuvo algunos años vendiendo leche de cabra, aunque menos que los anteriores, fue Paco el Pastor. La leche la vendía en su casa de la calle Rosales. Apenas iba de puerta en puerta sino que acudían a comprarla a su casa.

         Y por último, el que quedó con el sobrenombre del Lechero, Fernando Martínez Vizcaíno. Fue el último que legalmente se dedicó a vender leche por las calles, hasta los finales de los ochenta. Este la leche que vendía era de vaca. Las tenía en su casa que daba a la calle del Río y a la de Cervantes. Se recorría todas las calles del pueblo con su furgoneta, una de las primeras que tuvo fue una Citroën.
Casa de Fernando.

         Cuando estos lecheros dejaron de vender leche ya en sus casas ya en la calle, algunos otros particulares que tenían cabras en sus casas o en algún lugar próximo al pueblo vendían de manera  extraoficial este producto. Normalmente lo hacían para las personas mayores que eran reticentes a la leche de vaca que se vendía en las tiendas y supermercados, como también a ese especie de vendedores ambulantes que venían con sus camiones vendiendo toda clase de bebidas: vino, todo tipo de gaseosas, blancas, de cola, naranja o limón y cartones de leche.

         La leche la llevaban estos lecheros en cántaras de latón y las medían con cazos del mismo metal de cuarto, medio un litro. En los últimos años estas medidas ya eran de plástico duro y las cántaras se cambiaron por depósitos de plástico de 25 litros.
Utensilios de capacidad para medir la leche.


          Los que iban a comprar leche normalmente el recipiente que llevaban podía ser tanto una botella de cristal que había sido antes un recipiente de una gaseosa, un puchero o un cocedor de leche que llevaba incorporado un especie de colador.. ¿Cuánta leche se habrá derramado por las calles del pueblo? Unas veces a ir saliéndose de los recipientes mal llevados y otras al romperse la botella en alguna imprudencia del joven mandado.


ANDRÉS MARÍN SÁNCHEZ