jueves, 21 de abril de 2022

CRÓNICAS SANMARQUERAS: LA LEYENDA, EL TORO FISCALERO

 

CRÓNICAS SANMARQUERAS: “LA LEYENDA, EL TORO FISCALERO”




 

Voy a intentar hablar de un toro: El Fiscalero. Si,  este toro originó una leyenda que lleva ya más de 70 años entre gente que lo vivió y otros que nacimos ya con ella.

El San Marcos del año pasado, que no hubo,  hizo 70 años de la venida a nuestro pueblo de este toro de la ganadería de Manuel Frías.

 Cuando he intentado escribir sobre este toro que para la inmensa mayoría de los que hemos oído hablar de él fue protagonista de aquellos juegos infantiles de jugar al toro, cuando se jugaba al toro, al preguntar a personas mayores en que año vino a nuestro pueblo no me contestaban a esta pregunta, sino que me hablaban de algo que le había pasado con dicho toro o alguna anécdota que habían visto protagonizada por él.

Mi madre, que ha sido la persona que más me hablaba de aquellos San Marcos que yo no vi o no tenía conciencia de lo que veía, me contaba infinidad de veces de cómo llegó el toro al pueblo, que no fue en una caja de un camión, sino andando.

Otros me respondía que si fue el año que se pusieron novios o que empezaron a serlo. Otros como un tío mío, bastante más joven que mi madre, decía que entró por otro sitio completamente diferente al que fue, y eso que decía que estaba él allí mismo. Todo esto me hizo siempre aparcar este tema del toro Fiscalero de Manuel Frías.

Mi madre me decía que me tenía tomado asomado a la ventana de la casa de mi abuela Manuela, en la calle del Río hoy casa de mis primos los Carrasco. Esto me hacía creer que pudiese ser que yo tuviera un año o más, y en mis pesquisas había algo que no cuadraba. Con los datos más o menos inciertos sobre la fecha, me hizo llegar a la conclusión que yo no era el que mi madre tenía en sus brazos viendo pasar al Fiscalero, sino mi hermano Isidro que en aquellas fechas tendría 5 meses y que fue el único año que vio un San Marcos. Murió en pleno verano, con tres meses más.

Entonces el año que se trajo este toro a Arroyo fue en el San Marcos de 1951. También me llegó de manera causal otros personajes muy importantes relacionados con este toro. Uno de estos personajes vivía en Beas y le pregunté al hijo sobre si sabía estas cosas que a continuación diré sobre sus padres, cosa que tampoco me pudo indicar sobre la fecha que me interesaba.

Vayamos a la entrada del animal en el pueblo. El toro lo compraron, siempre de manera improvisada por algún grupo de sanmarqueros de aquellos años difíciles de la posguerra. Fue a don Manuel Frías, el ganadero de los San Marcos de aquella época. Seguramente tenía la ganadería en Los Pesebres, cerca de las colas del pantano de Guadalmena. Treinta años después conocí al vaquero o mayoral que trajo el toro andando, con sus bueyes pertinentes, al pueblo. Fue en la ganadería de Alberto Frías que entonces la tenía cerca de Villamanrique, km. 13 de la carretera que une esta localidad con la Venta de los Santos, conocida como la del vagón de Franco, el de la visita con Hitler en Hendaya. Este hombre estaba ya jubilado, y había ido a llevar algo a su hijo a esta ganadería estando nosotros, los de la Hermandad allí, entonces me dijo que él había llevado el toro Fiscalero andando a Arroyo.

Empecemos con el lugar donde lo encerraron y con la llegada hasta este lugar. Fue en la hoy casa de José Gilabert y almacén de materiales de construcción. En aquellos años era una fábrica de aceite particular que había sido propiedad de la Familia Cabrera desde finales del siglo XIX o principio del XX cuando un Manuel Cabrera la construyó. Su nombre fue San Manuel hasta que la vendieron a  D. Bernardino y  con este personaje dejó, con el tiempo, sus funciones de producir aceite. En algún escrito anterior para el programa de las Fiestas hablé de los lugares donde se probaban los bueyes de labor para ver si eran aptos para San Marcos. En uno de esos lugares fue esta fábrica y conté una anécdota de una persona que se llamaba Pedro Julián, el de la cachimba,  que estaba subido a un troje y pasó un avión o avioneta y se quedó mirando al cielo. Este hecho le provocó la pérdida de equilibrio y cayó de golpe desde la pared de troje al suelo quedando con el cuello atrofiado a causa del golpe de la caída para toda su vida.

Al fondo la entrada al almacén de materiales de Gilabert o antigua fábrica

                                                         de aceite

Pues en el año 1951, sabiendo que iban a traer este toro, que había sido semental,  hicieron en la puerta del patio, en el cruce de la calle Villaluz y con la que entra de  la Carretera, una especie de corraleta con palos y carros con una plataforma en alto donde subirse y poder lanzar  un soguero con un lazo para hacerse con el toro.

La calle del Río, por donde entró, era más corta que hoy día prácticamente empezaba en el cruce con la calle Viñas, la que va al Colegio o al Instituto. Había subiendo hacia la carretera un par de casas antes de llegar a este cruce  en la parte izquierda de la calle. Y otras dos bocacalles casi al final llegando a la Carretera, como hoy día, la calle Rosario y la de Travesía Viñas. Para cruzar la carretera tenían preparados unos carros para que el toro no se volviera o se fuera para otro sitio.

La Calle del Río en aquella época

La llegada del toro, como ya he dicho antes, fue andando desde Los Pesebres, cerca de las colas actuales del Pantano, y llegó temprano al Cortijo del Cura, donde estuvieron descansando los animales hasta bien entrada la tarde. La entrada al pueblo fue cerca del anochecer. Un poco antes de entrar en la calle del Río, Pedro Miguel, el municipal, iba avisando a todos los vecinos de la calle de que cerraran las puertas y que no llamaran la atención al toro. Aquí, viene a cuento lo que he dicho anteriormente de mi madre, yo no estaba en este San Marcos ni en el siguiente, pues nací una semana después de estas fiestas.

Otro de los personajes de esta historia estaba aquí por casualidad, Santiago Rosales con un alias que no me gusta decir por no tener licencia para ello, ya está fallecido. Este joven estaba novio con la estanquera del pueblo, que llegaría a ser su mujer varios años después.

Cuando el toro entró en esa corraleta delante de la puerta de entrada la fábrica, se empezó con el engorroso trabajo de intentar sujetar al toro con lazos. Una de estas veces, un lazo, con la brega del animal se le metió hasta el cuello. Llegó un momento si se seguía tirando de la cuerda por un lado y el toro por el otro, veían los que estaban subidos en la plataforma, del que el toro podría ahogarse. Pero  quien era el valiente que se tiraba el primero para sujetar al toro y ponerle la soga en los cuernos. Pero aquí entra en acción Santiago Rosales tirándose el primero en ese pequeño habitáculo de no más de diez  o doce metros cuadrados. La repuesta de los sanmarqueros de Arroyo no se hizo esperar para sujetar el toro. Uno de ellos fue mi padre, no sé si por su sangre sanmarquera o por ayudar a Rosales en este trance, pues le unía una fuerte relación con esta familia. Él nunca me habló de esto, lo sé por otras personas.

También había preparado dentro del patio, cerca de la puerta o portón de entrada, de una anilla donde ataron el soguero para cuando los sacaban a beber agua al pilar de la fuente que había en la esquina de la Carretera durante los tres o más meses que estuvo este toro en el pueblo.

El toro fue semental, como ya he dicho antes, en la ganadería donde procedía y decían la gente de  aquella época que el mayoral, cuando iban a traérselo, lo castró disimuladamente, para que nadie del pueblo que tuvieran vacas se hiciese con esta genética.

Alguien al que pregunté hace tiempo sobre cuando vino al toro, no me contestó a esto sino a que se le arrancó el toro en la puerta del estanco. La casa donde está el estanco no existía en aquellos años, había un paredón con su verja que iba desde la Iglesia hasta cerca de la casa de Ortega. Unos que se vieron comprometidos en la Carretera cerca de la calle del Río al lado de un poste del telégrafo o que el toro se llevó a arrastra los carros que cortaban la vuelta a la calle del Río por si se volvía y escapaba por allí. Y otros como mi tío Tomás Gómez en la puerta de lo que entonces era la fonda de Pedro Olivares, hoy casa de Requena, lo cogió el toro,  llegó a su casa con los pantalones y los calzoncillos rajados y un gran raspón en su glúteo, decían que se salvó de una cornada grave por estar el toro afeitado algo más de cuatro dedos.

Y más y más. Si alguien vivió este San Marcos podrán revivir, o esto es lo que pienso, al leer  este artículo algún episodio más provocado por este toro. Los chiquillos lo vivimos muchos años, en las décadas de los cincuenta y gran parte de los sesenta, jugando a ser el Fiscalero o intentar torearlo, en algunas casas en construcción de cerca de la carretera, de la Iglesia y el patio de los Revillas hoy tienda de Ortega, Rustimante y La Cueva fueron testigo de lo mal paradas que llegaron las camisas a sus casas con los sietes que le habían hecho los fiscaleros de turno.  

                                         La fuente donde sacaban a beber agua al Fiscalero

El fin el toro estuvo hasta entrado el verano en el patio de la fábrica de aceite y todas las tardes, cuando se daba de mano, era sacado para que bebiera agua en el pilar de la fuente. El ya salía sólo y volvía sólo al patio donde estaba sujeto su soguero en una anilla. Hasta después de muerto su leyenda siguió creciendo con anécdotas para todos los gustos. Fueron reales o virtuales porque los protagonistas lo sintieron o creyeron así, nunca se conocerá, por eso es leyenda. La leyenda del Fiscalero.

 

ANDRÉS MARÍN SÁNCHEZ. SAN MARCOS DE 2022