CRÓNICAS
SANMARQUERAS: “LA LEYENDA, EL TORO FISCALERO”
Voy
a intentar hablar de un toro: El Fiscalero. Si, este toro originó una leyenda que lleva ya más
de 70 años entre gente que lo vivió y otros que nacimos ya con ella.
El
San Marcos del año pasado, que no hubo,
hizo 70 años de la venida a nuestro pueblo de este toro de la ganadería
de Manuel Frías.
Cuando he intentado escribir sobre este toro
que para la inmensa mayoría de los que hemos oído hablar de él fue protagonista
de aquellos juegos infantiles de jugar al toro, cuando se jugaba al toro, al
preguntar a personas mayores en que año vino a nuestro pueblo no me contestaban
a esta pregunta, sino que me hablaban de algo que le había pasado con dicho
toro o alguna anécdota que habían visto protagonizada por él.
Mi
madre, que ha sido la persona que más me hablaba de aquellos San Marcos que yo
no vi o no tenía conciencia de lo que veía, me contaba infinidad de veces de
cómo llegó el toro al pueblo, que no fue en una caja de un camión, sino
andando.
Otros
me respondía que si fue el año que se pusieron novios o que empezaron a serlo.
Otros como un tío mío, bastante más joven que mi madre, decía que entró por
otro sitio completamente diferente al que fue, y eso que decía que estaba él
allí mismo. Todo esto me hizo siempre aparcar este tema del toro Fiscalero de
Manuel Frías.
Mi
madre me decía que me tenía tomado asomado a la ventana de la casa de mi abuela
Manuela, en la calle del Río hoy casa de mis primos los Carrasco. Esto me hacía
creer que pudiese ser que yo tuviera un año o más, y en mis pesquisas había
algo que no cuadraba. Con los datos más o menos inciertos sobre la fecha, me
hizo llegar a la conclusión que yo no era el que mi madre tenía en sus brazos
viendo pasar al Fiscalero, sino mi hermano Isidro que en aquellas fechas
tendría 5 meses y que fue el único año que vio un San Marcos. Murió en pleno
verano, con tres meses más.
Entonces
el año que se trajo este toro a Arroyo fue en el San Marcos de 1951. También me
llegó de manera causal otros personajes muy importantes relacionados con este
toro. Uno de estos personajes vivía en Beas y le pregunté al hijo sobre si
sabía estas cosas que a continuación diré sobre sus padres, cosa que tampoco me
pudo indicar sobre la fecha que me interesaba.
Vayamos
a la entrada del animal en el pueblo. El toro lo compraron, siempre de manera
improvisada por algún grupo de sanmarqueros de aquellos años difíciles de la
posguerra. Fue a don Manuel Frías, el ganadero de los San Marcos de aquella
época. Seguramente tenía la ganadería en Los Pesebres, cerca de las colas del
pantano de Guadalmena. Treinta años después conocí al vaquero o mayoral que
trajo el toro andando, con sus bueyes pertinentes, al pueblo. Fue en la
ganadería de Alberto Frías que entonces la tenía cerca de Villamanrique, km. 13
de la carretera que une esta localidad con la Venta de los Santos, conocida
como la del vagón de Franco, el de la visita con Hitler en Hendaya. Este hombre
estaba ya jubilado, y había ido a llevar algo a su hijo a esta ganadería
estando nosotros, los de la Hermandad allí, entonces me dijo que él había
llevado el toro Fiscalero andando a Arroyo.
Empecemos
con el lugar donde lo encerraron y con la llegada hasta este lugar. Fue en la
hoy casa de José Gilabert y almacén de materiales de construcción. En aquellos
años era una fábrica de aceite particular que había sido propiedad de la
Familia Cabrera desde finales del siglo XIX o principio del XX cuando un Manuel
Cabrera la construyó. Su nombre fue San Manuel hasta que la vendieron a D. Bernardino y con este personaje dejó, con el tiempo, sus
funciones de producir aceite. En algún escrito anterior para el programa de las
Fiestas hablé de los lugares donde se probaban los bueyes de labor para ver si
eran aptos para San Marcos. En uno de esos lugares fue esta fábrica y conté una
anécdota de una persona que se llamaba Pedro Julián, el de la cachimba, que estaba subido a un troje y pasó un avión o
avioneta y se quedó mirando al cielo. Este hecho le provocó la pérdida de
equilibrio y cayó de golpe desde la pared de troje al suelo quedando con el
cuello atrofiado a causa del golpe de la caída para toda su vida.
Al fondo la entrada al almacén de materiales de Gilabert o antigua fábrica
de aceite
Pues
en el año 1951, sabiendo que iban a traer este toro, que había sido
semental, hicieron en la puerta del
patio, en el cruce de la calle Villaluz y con la que entra de la Carretera, una especie de corraleta con
palos y carros con una plataforma en alto donde subirse y poder lanzar un soguero con un lazo para hacerse con el
toro.
La
calle del Río, por donde entró, era más corta que hoy día prácticamente
empezaba en el cruce con la calle Viñas, la que va al Colegio o al Instituto.
Había subiendo hacia la carretera un par de casas antes de llegar a este
cruce en la parte izquierda de la calle.
Y otras dos bocacalles casi al final llegando a la Carretera, como hoy día, la
calle Rosario y la de Travesía Viñas. Para cruzar la carretera tenían
preparados unos carros para que el toro no se volviera o se fuera para otro
sitio.
La
llegada del toro, como ya he dicho antes, fue andando desde Los Pesebres, cerca
de las colas actuales del Pantano, y llegó temprano al Cortijo del Cura, donde
estuvieron descansando los animales hasta bien entrada la tarde. La entrada al
pueblo fue cerca del anochecer. Un poco antes de entrar en la calle del Río,
Pedro Miguel, el municipal, iba avisando a todos los vecinos de la calle de que
cerraran las puertas y que no llamaran la atención al toro. Aquí, viene a
cuento lo que he dicho anteriormente de mi madre, yo no estaba en este San
Marcos ni en el siguiente, pues nací una semana después de estas fiestas.
Otro
de los personajes de esta historia estaba aquí por casualidad, Santiago Rosales
con un alias que no me gusta decir por no tener licencia para ello, ya está
fallecido. Este joven estaba novio con la estanquera del pueblo, que llegaría a
ser su mujer varios años después.
Cuando
el toro entró en esa corraleta delante de la puerta de entrada la fábrica, se
empezó con el engorroso trabajo de intentar sujetar al toro con lazos. Una de
estas veces, un lazo, con la brega del animal se le metió hasta el cuello.
Llegó un momento si se seguía tirando de la cuerda por un lado y el toro por el
otro, veían los que estaban subidos en la plataforma, del que el toro podría
ahogarse. Pero quien era el valiente que
se tiraba el primero para sujetar al toro y ponerle la soga en los cuernos. Pero
aquí entra en acción Santiago Rosales tirándose el primero en ese pequeño
habitáculo de no más de diez o doce
metros cuadrados. La repuesta de los sanmarqueros de Arroyo no se hizo esperar
para sujetar el toro. Uno de ellos fue mi padre, no sé si por su sangre
sanmarquera o por ayudar a Rosales en este trance, pues le unía una fuerte relación
con esta familia. Él nunca me habló de esto, lo sé por otras personas.
También
había preparado dentro del patio, cerca de la puerta o portón de entrada, de
una anilla donde ataron el soguero para cuando los sacaban a beber agua al
pilar de la fuente que había en la esquina de la Carretera durante los tres o
más meses que estuvo este toro en el pueblo.
El
toro fue semental, como ya he dicho antes, en la ganadería donde procedía y
decían la gente de aquella época que el
mayoral, cuando iban a traérselo, lo castró disimuladamente, para que nadie del
pueblo que tuvieran vacas se hiciese con esta genética.
Alguien
al que pregunté hace tiempo sobre cuando vino al toro, no me contestó a esto
sino a que se le arrancó el toro en la puerta del estanco. La casa donde está
el estanco no existía en aquellos años, había un paredón con su verja que iba
desde la Iglesia hasta cerca de la casa de Ortega. Unos que se vieron
comprometidos en la Carretera cerca de la calle del Río al lado de un poste del
telégrafo o que el toro se llevó a arrastra los carros que cortaban la vuelta a
la calle del Río por si se volvía y escapaba por allí. Y otros como mi tío
Tomás Gómez en la puerta de lo que entonces era la fonda de Pedro Olivares, hoy
casa de Requena, lo cogió el toro, llegó
a su casa con los pantalones y los calzoncillos rajados y un gran raspón en su
glúteo, decían que se salvó de una cornada grave por estar el toro afeitado
algo más de cuatro dedos.
Y
más y más. Si alguien vivió este San Marcos podrán revivir, o esto es lo que
pienso, al leer este artículo algún
episodio más provocado por este toro. Los chiquillos lo vivimos muchos años, en
las décadas de los cincuenta y gran parte de los sesenta, jugando a ser el
Fiscalero o intentar torearlo, en algunas casas en construcción de cerca de la
carretera, de la Iglesia y el patio de los Revillas hoy tienda de Ortega,
Rustimante y La Cueva fueron testigo de lo mal paradas que llegaron las camisas
a sus casas con los sietes que le habían hecho los fiscaleros de turno.
El
fin el toro estuvo hasta entrado el verano en el patio de la fábrica de aceite
y todas las tardes, cuando se daba de mano, era sacado para que bebiera agua en
el pilar de la fuente. El ya salía sólo y volvía sólo al patio donde estaba
sujeto su soguero en una anilla. Hasta después de muerto su leyenda siguió
creciendo con anécdotas para todos los gustos. Fueron reales o virtuales porque
los protagonistas lo sintieron o creyeron así, nunca se conocerá, por eso es
leyenda. La leyenda del Fiscalero.
ANDRÉS
MARÍN SÁNCHEZ. SAN MARCOS DE 2022